miércoles, 25 de junio de 2008

El vacío.

En silencio nos sentamos en el borde de la cama, cada uno en un lado. Estábamos cerca, pero no juntos. Suspiré y me puse el segundo calcetín.
Sin mirarte levanté los ojos y me encontré conmigo mismo observándome desde el espejo. Me miré y me hice muchas preguntas. Te miré y no encontré respuestas.Continué vistiéndome despacio, calibrando cada movimiento con calma, esperando alargar cada segundo.

Seguimos en silencio. Puse mi cabeza entre mis manos, estaba sudando y el flequillo mojado me caía sobre la frente. Cerré los ojos y comencé a sentir de nuevo “el vacío”. Era una sensación horrible, una mezcla de furia y vértigo. Empezaba (siempre por tu culpa) en el centro del estómago y se extendía hasta que cubría todos mis pensamientos, hasta que me hacía un nudo en la garganta.

Abrí los ojos y miré al espejo, por encima de tu espalda y tu pelo revuelto. Pude haber detenido mi vista en cualquier punto de tu cuerpo aún semidesnudo, pero preferí mirar a la ventana que tenías en frente, la misma que estabas mirando tú. ¿Estarías pensando lo mismo que yo? No creo, no creo que pensases que el cielo estaba demasiado azul para lo triste que me sentía. Probablemente estarías deseando que me marchara de allí, que dejase de hacer ruido con el cinturón al arrastrar el pantalón por el suelo, que desapareciera de una vez de tu vida.

Yo deseaba decirte que lo sentía, que sentía no haber sido capaz de resistirme, de no haber evitado de nuevo “el vacío”... pero no podía hablar.

¿En que pensabas? Ya tenías todo puesto y no te movías. ¿Por qué?

Me puse en pie haciendo ruido deliberadamente. Me miraste (sin verme) y me sonreíste (probablemente sin sentirlo). ¿Veías algo cuando me mirabas con la ropa puesta? ¿Y yo qué veía cuando me miraba al espejo con la ropa puesta? Miré una vez más hacia mi, pero era inútil, solo te veía a ti.

-Me voy.- Musité. Yo mismo apenas me había oído.

-Ya era hora.- Te escuché pensar.

-Bueno, hablamos en otro momento.- Te oí decir.

Tu seguías en tu sitio, ni siquiera te habías levantado. Dejaste de mirarme y volviste a la ventana. ¿Es qué estaba ahí tu alma? ¿Qué buscabas a través del cristal? Yo estaba allí, no en el cielo.

Sin decir nada agarré el móvil de la mesa y me lo metí en el bolsillo.

-Oye.- Dijiste sin mirarme.

-Dime.-

-No puedes hablar de lo que ha pasado aquí con nadie. Te acuerdas ¿No?-

Sonreí sin que me vieras y mi propia sonrisa se me clavó en el alma. Era la sonrisa más amarga que había puesto nunca. La boca se me llenó de hiel al sonreír, hiel que me tragué junto a mi orgullo para decirte mientras me iba:

-Aquí nunca pasa nada.-

3 comentarios:

Anónimo dijo...

oye...y encuentas pa cuando??? jo :(

Anónimo dijo...

encuestas perdon xDD

Un pedacito de mí dijo...

Alej, qué bonito. Este post me ha gustado especialmente :)

Un besito!