lunes, 18 de octubre de 2010

María Magdalena

Se lo habré dicho unas cien veces: “¡Qué no! ¡Qué no soy María Magdalena, leñe!”, pero a él le da lo mismo, oiga, es una cosa incomprensible. Y no se crea que me lo dice y ya está, que ahí una podría soportarlo, pero claro, lo dice y empieza a perseguirme por la calle, que ya sabemos todos lo que piensa aquí la gente del barrio, pues él nada, es una cosa mala, me ve salir del portal y empieza a perseguirme con la biblia en la mano. Que ya empiezo a tener miedo, no se crea, que a veces se le ponen esos ojos así como de lunático, con las pupilas y el iris todo rodeado de blanco, con los ojos muy abiertos. Lo que yo no sé es esa manía por la Magdalena, ¡ni que fuera Proust!, además yo debo ser lo menos parecido a María Magdalena que haya por aquí, ya ve usted, con este pelo rubio y mis ojos azules, que ya sé que en la biblia no se dice nada de cómo era ella, o sí lo dice, vaya usted a saber, pero no creo que en aquella época y en aquel lugar hubiera muchos rubios, que una vivirá en la barriada, pero es un poco culta, ¿no le digo que he leído a Proust?, lo de entenderlo es otra cosa, pero leído está.
Pero lo de leer la biblia es otra cosa, que se le cae a una de las manos con esos papelillos amarillos que parecen papel de fumar, que parecen hojas de calco. De pequeña recuerdo que me daba a mí por pensar que solo estaba escrita la última hoja, fíjese, y me pasaba las clases de religión divagando e imaginando que todo lo que nos contaban en clase se podía resumir en una hoja. Si llego yo a saber que me iba a pasar esto claro que presto más atención, sobre todo en la parte de María Magdalena, que más allá de la historia de las piedras y el adulterio, poco más se sabe. Y mire que yo adúltera nada eh, si acaso algo liberal, eso sí pueden decírmelo, pero una siempre ha sido muy decente y muy señora de su casa, pero de ahí a adúltera…
Otra cosa que recuerdo, así pensando un poco en la mujer, es que fue la que se encontró el sepulcro vacío, usted debe saberlo bien, en este país no sé si hay alguien que no lo sepa. Pero, claro, yo no sé si se refiere a eso cuando me llama María Magdalena, ¡es que no hay mañana que no me lo diga!, y yo todos los días mientras voy al super la misma historia: “¿Y por qué me lo dirá?”, me supongo que será por lo del sepulcro, vaya usted a saber, si mi marido se llama Alejandro, ya ve usted que bíblico todo. Si me dijera que mi nombre es María, o Judith, o Salomé, pues bueno, ahí podría tener algo de razón, pero Claudia, si nombre más romano no puede ser, si hasta parece que me sale un moño solo de decirlo, así con una túnica blanca, ¿verdad que me pega?, pero María Magdalena… Es que, fíjese, que ya hasta me lo tomo como un insulto, que igual hasta lo dice por ofender, yo creo que no, que me gusta a mí pensar bien de la gente, soy así de tonta, pienso bien hasta del señor del primero que lleva dos meses llamándome María Magdalena. Mi madre siempre me decía que de tan buena que era algún día me volvería tonta, yo pensaba que acabaría tonta, pero sin darme cuenta, como esas tontas que viven atrapadas en sus casas tan felices por que el marido no las deja salir a la calle y viven rodeadas de batas y rulos. Yo pensé que mi madre se refería a aquellas tontas. Y que ahora ya no me parecen tan tontas, no crea, que al menos nadie va a sus casas a llamarlas María Magdalena. Y seguro que alguna hay, que aunque una no quiera, aquí se entera de todo. Fíjese, una persona culta como yo, que va al supermercado de manera tan natural y en la cola se encuentra con la vecina y claro, por educación, por supuesto, pues la saluda. Y ahí empieza todo. Que bien sabe usted que a las personas como yo la vida de los demás como que no nos interesa, bastante tenemos con nuestros propios problemas, pero eso de andar siempre con las orejas en la cabeza es lo que tiene, que se entera una de todo a poca atención que preste. Y yo sé que de mí murmurarán: “Que a saber por que la del tercero se deja llamar Magdalena de esa manera por el militar”, “Adúltera no sé, pero cuando el río suena…”, “Ese hombre jamás ha dicho nada a nadie, oye, ni una sola vez le he visto yo montar un espectáculo en los veinte años que lleva aquí el pobre viudo, que será cosa de ella fijo”. Menos mal que una es culta y de estas cosas pasa, que si no ya me veía sin salir de casa, y casi mejor, fíjese lo que le digo, que se empieza a cansar una de todo.
El caso es que a mí lo que más me mortifica es pensar la razón del mote, no se crea que no se lo pregunté, claro que lo hice, pero el hombre, el teniente como lo llama mi marido, no atiende a razones, sale de su casa nada más me escucha bajar, que es una cosa mala, oiga, como si me presintiera, ni verme por la mirilla puede, siempre que bajo ya está en el descansillo con la biblia en la mano. Yo siempre le digo a mi Alejandro que cualquier día me hace algo, que este hombre es peligroso, pero él se ríe, claro, como luego él se va de cañas y tan amigo del teniente… El caso que cuando bajo ya está allí con la biblia en la mano. Es una pequeñita, de esas de papelería, con las tapas marrones de plástico. No está muy usada, pero claro, de tanto meneo que le da al perseguirme pues la tiene ya hecha un desastre, que parece que la haya atropellado un coche. “Pero deje de llamarme eso, señor Gómez, ¿Por qué me lo dice?, ¿es por el pelo?”, y nada, él pone esos ojos así de maniaco y empieza a gritar más fuerte, que me salgo del portal nada más de la vergüenza, fíjese, un escándalo, claro, al principio las vecinas salían, que a estas no se les pasa ni una, ya ve, pero ya ni salen, se quedan mirando por la mirilla, por que a eso no pueden resistirse, que yo lo sé, veo como cambia la luz cuando abren y cierran el ventanuco. Y por la calle aún me persigue un poco. Yo hago como la que no va conmigo, como si hablase a otra persona y ando un poco deprisa, ya se cansará, me digo. Y, efectivamente, se cansa siempre al doblar la esquina. Parece que lo tiene medido, siempre son quince veces las que me lo llama cada mañana. Pero alguien tiene que salir a recoger al niño del colegio, o a hacer la compra, ya ve usted. Y lo peor, que quizás no opine usted lo mismo, es esa duda de saber por que me llama así, que a mí los gritos como que me dan un poco igual casi, si, total, las vecinas van a hablar igual, que lo sé yo, pero me gustaría saber la razón. ¿Usted, por qué cree que es, doctor?

jueves, 7 de octubre de 2010

¿Verdad?

La verdad y la mentira, así como algo abstracto no dicen nada. Solo existe la verdad en contradicción con la mentira, pero nada es ni verdad ni mentira. Todo el mundo cuenta verdades que son mentiras y mentiras que son verdades. Mi verdad, en realidad, no es mi verdad. Pero, claro, todo el mundo necesita tener una verdad para poder existir, o, al menos, creer que la tiene. Es fácil. Solo hay que pensar mucho en uno mismo. Pensar tanto que te parezca que ya no existe nadie más, creerte que eres único de verdad y que realmente a los demás les fascinas. Si de verdad puedes llegar a creerte que a los demás les importa alguien más que ellos mismos, has llegado a tu verdad.
Otro requisito indispensable para llegar a creerse que se tiene una Verdad es admitir, en consecuencia, que los demás no tienen una verdad propia y, que si la tienen, es mentira.
Ahí entra la contradicción entre la verdad y la mentira: Mi verdad es mentira para los demás, pero es verdad para mí. ¿Cómo puede una cosa ser verdadera y falsa al mismo tiempo? ¿Pueden los ángeles volar hacia atrás? ¿Puede Dios crear un caramelo tan ácido que ni el mismo pueda comérselo? Misterios de la vida cuya respuesta, probablemente, no sea ni verdad ni mentira.
Hay mentiras (y verdades) mucho más claras. Los hechos suelen ser la mayor mentira que existe. Y son mentira porque damos por sentado que un hecho es eso, un hecho, que no se puede variar, que es objetivo e igual para todos, aunque, por supuesto, esto también es mentira. Pero claro, si tomamos como base que esa mentira, muy muy gorda, es verdad, todas las decisiones y las conclusiones a las que lleguemos a raíz de ella serán, obviamente, mentira.
Entonces, ¿dónde está la verdad? Probablemente la verdad está en aquello que no nos planteamos. Verdad será que yo creo que algo es verdad, siempre y cuando no nos mintamos a nosotros mismos. Verdad será que esté enfadado, o triste, o melancólico (que no son sinónimos, ni mucho menos), o un millón de cosas. Verdad es que nada es cierto (incluso esto). Verdad es que puedo dudar de todo y de todos. Hay muchas verdades, como puede verse, no todo es de color negro.
Aún así, la gente siempre otorga el calificativo negativo a la palabra mentira. Nunca a la verdad. Como si la verdad fuera buena. ¿Es bueno enterarnos de que nuestro ser más querido es un asesino en serie? No. Probablemente es cierto que lo sea, puede que sea el asesino más sanguinario del mundo, pero si vivimos ajenos a ello, si nos miente, nuestro mundo seguirá organizado. La verdad está bien, pero no la sobrevaloremos. Al igual que la mentira, dejemos de azotarla. Demos por sentado que todo el mundo miente o ha mentido alguna vez en su vida. Siempre. Casi me dan ganas de escribirlo en mayúsculas. Todos mentimos alguna vez, solo que para hacerlo, hay que tener gracia.

sábado, 10 de julio de 2010

Vacacioneando como Dios manda...

Este blog se va de vacaciones (sí, supuestamente no lo estaba) hasta nueva orden. Por fin podréis descansar :)

miércoles, 7 de julio de 2010

"Y con mi mano repaso las lindes delicadas de tu vivir retraído."

Después del amor- Vicente Aleixandre

Tendida tú aquí, en la penumbra del cuarto,
como el silencio que queda después del amor,
yo asciendo levemente desde el fondo de mi reposo
hasta tus bordes, tenues, apagados, que dulces existen.
Y con mi mano repaso las lindes delicadas de tu vivir retraído.
Y siento la musical, callada verdad de tu cuerpo, que hace
un instante, en desorden, como lumbre cantaba.
El reposo consiente a la masa que perdió por el amor su forma continua,
para despegar hacia arriba con la voraz irregularidad de la llama,
convertirse otra vez en el cuerpo veraz que en sus límites se rehace.

Tocando esos bordes, sedosos, indemnes, tibios, delicadamente desnudos,
se sabe que la amada persiste en su vida.
Momentánea destrucción el amor, combustión que amenaza
al puro ser que amamos, al que nuestro fuego vulnera,
sólo cuando desprendidos de sus lumbres deshechas
la miramos, reconocemos perfecta, cuajada, reciente la vida,
la silenciosa y cálida vida que desde su dulce exterioridad nos llamaba.
He aquí el perfecto vaso del amor que, colmado,
opulento de su sangre serena, dorado reluce.
He aquí los senos, el vientre, su redondo muslo, su acabado pie,
y arriba los hombros, el cuello de suave pluma reciente,
la mejilla no quemada, no ardida, cándida en su rosa nacido,
y la frente donde habita el pensamiento diario de nuestro amor, que allí lúcido vela.
En medio, sellando el rostro nítido que la tarde amarilla caldea sin celo,
está la boca fina, rasgada, pura en las luces.
Oh temerosa llave del recinto del fuego.
Rozo tu delicada piel con estos dedos que temen y saben,
mientras pongo mi boca sobre tu cabellera apagada.

lunes, 5 de julio de 2010

No conozco Madrid

No conozco Madrid, no, no sé nada de ella, ni de su gente. No he olido, por ejemplo, el aire caliente que sube de las plazas después de las tormentas en verano. Ni he paseado jamás del brazo de nadie por el Retiro. No he tenido nunca la sensación de huir, de dejarme llevar una y otra vez por las calles más antiguas de la ciudad. Nunca he sentido que Madrid me mirara y no me viera, nunca he sentido que le fuera indiferente, que me dejara ser libre. Nunca.
Y jamás he conversado con ella, ni he visto el Manzanares, ni el Lago de la Casa de Campo. Jamás he sentido su abandono al llegar agosto, nunca he visto amanecer en un tren regional, nunca he visto al sol asomarse curioso entre los edificios de la Gran Vía, preguntarme qué tal la noche, si Madrid me complace, si he encontrado lo que buscaba, si Madrid me sirve, si quiero tomar algo más, si de día también hay vida.
Madrid no pregunta, no interroga, a Madrid no le interesas, para ella todos somos hijos y extranjeros, nuevos y viejos, de siempre y recién conocidos. Ella no es mi mejor amiga, no la conozco, ni me muero por volver cuando no estoy, ni creo que la eche de menos. ¿Quién podría hacerlo? Si Madrid jamás te va a querer, te lo ofrece todo y no te da nada, Madrid es fría, elegante y altiva, orgullosa y chula. Pero yo no lo sé, no lo he sabido nunca.
Nunca me he encontrado gente en el metro que estaba sacada de cómics, o de películas, de sueños de Dalí o de historias de mi abuela, por que Madrid sigue siendo antigua y moderna, sigue oliendo a cenizas en noviembre y a purpurina en Julio. No he paseado por la Castellana en diciembre, esperando a las carrozas, calentándome las manos con castañas asadas. No, nunca he vivido Madrid. Ni conozco ninguna pradera donde se le dé la bienvenida al verano. Por que en Madrid, eso creo, el verano empieza antes y termina después, como el invierno, como todo.
Y es que en Madrid lo exagerado se hace más grande, que si hay uno allí hay diez, que a nadie le importan los sucesos, que todos somos vecinos, que nadie es de aquí, pero que todos se quedan. Nadie. Nunca he sabido nada, ni yo, ni nadie. Pero lo más importante de todo, lo que más ignoro, lo que más me asusta, es que nunca he sabido muy bien donde termina la ciudad y donde empiezo yo

domingo, 4 de julio de 2010

Papás...

Los niños comienzan por amar a los padres. Cuando ya han crecido, los juzgan, y, algunas veces, hasta los perdonan.

Oscar Wilde

jueves, 1 de julio de 2010

El fantasma 2/2

Yo no hablaba con Nacho del fantasma. Mis amigas opinaban que era mejor que se lo dijera, que esas cosas hay que hablarlas. “Pero, chica, imagínate que no lo ve y que no sabe que tiene un bicho de esos en el cuarto”. Hombre, bicho, bicho, no era, que, a veces, ni asustaba ni nada, además era un fantasma muy mono, siempre repeinado y con ese vestido blanco que le sentaba tan bien. Me recordaba un poco a mí, pero era algo más bajita. Tuvo que ser una chica muy guapa en vida, todo hay que reconocerlo, que hay muy poca gente que se conserva así de bien después de tanto tiempo muerta, ya me quisiera yo ver en las mismas. El caso es que mis amigas insistían en aquello de la comunicación y la verdad. Yo intuía que hablar del tema era como romper una norma implícita en la relación, como tocar un botón que yo sé que no debo tocar. Y así era, porque un día, tras dejarme convencer por mis amigas, le dije a Nacho que tenía que hablar con él. Le conté lo del fantasma, le pregunté si lo veía y bajó la mirada.

Desde aquel día no supe nada de él. Encima me quedé con la duda de si lo veía o no. Quizás me dejó porque se pensaba que era una neurótica o que me lo estaba imaginando, aunque quizás hubiera roto un muro que él estaba tratando de levantar. Me sentía como si le hubiera dado más fuerza al fantasma al nombrárselo a él, como si me hubiera cargado todos los esfuerzos de Nacho por fingir que no existía y por hacerme creer a mí lo mismo. Siempre me quedaré con la duda.

No volví a ver a Nacho, es cierto, pero su cuarto sí. Fue un tiempo después, una noche de viernes, casi sin enterarme, noté como algo tiraba de mí con fuerza y me encontré flotando sobre la cama de Nacho, pero a él no lo veía, solo pude ver a una chica morena, que no se parecía a mí, mirándome desde el reflejo de unos ojos.

martes, 29 de junio de 2010

Mientras tanto, miro la vida pasar...

Fangoria - Miro la vida pasar

Mi indiferencia natural
Curtida en mil batallas contra la pereza
Borrar del mapa todo amor
Porque en mi vida todo acaba como empieza

Y en plan travesti radical
Le doy la espalda a cualquier muestra de tristeza
¿Melancolía o decepción?
¿Felicidad o tentación?
Todo podría ir a peor...

[Estribillo]
Mientras tanto miro la vida pasar
Y no sabes cuanto me cuesta aceptar que no volverás
Por el momento miro la vida pasar
Sin venir a cuento alguien te vuelve a nombrar

Pasado el tiempo sigo igual
A veces pienso que he perdido la cabeza
Y algunos días sin razón
Ya ni me late el corazón
En esta cárcel de rencor

[Estribillo]

Siempre he sido fuerte
Aunque a veces he dudado
Si la suerte no se ha reído de mí...

domingo, 27 de junio de 2010

El fantasma 1/2

Mi exnovio tenía un fantasma en casa, yo siempre se lo decía a mis amigas. Les decía: “Nacho tiene un fantasma en casa”, “¿Pero cómo en casa?, ¿en toda la casa?”, me preguntaban. “¡Qué va, mujer!, solo en la habitación.” “A bueno, menos mal, chica, me estabas asustando, si no, menudo engorro”. Y es que un poco engorro si que era, la verdad, porque una empieza a ponerse tierna y picantota y viene el bicho ese de repente, así, sin sábana blanca ni nada, a ponerse en medio. Para mí que era un fantasma algo celoso, si no, ¿a qué venía eso de aparecerse en el dormitorio cuando íbamos a acostarnos? Y mira que no se aparecía ni cuando lo hacíamos en el coche ni en mi casa. Ahí nada, a veces, en mi casa, me quedaba esperando, muy quieta, por si veía su silueta reflejada en las pupilas de Nacho, pero nada. Por que esa es otra, jamás aparecía directamente, siempre tenía que verlo reflejado en sus ojos.

Siempre era igual, primero Nacho me sonreía y me acariciaba. Luego se ponía a pensar, por que ponía esa cara de pensar tan típica en los hombres, esa cara que dice: “Estoy pensando, no me toques que no puedo hacer otra cosa” y dejaba de mirarme. No miraba a nada, vamos, yo no veía que en la pared de enfrente o en el techo del cuarto, hubiera nada que mirar y se quedaba allí sin dejar de acariciarme mientras fingía que no me daba cuenta, pero yo sabía que estaba apunto de aparecerse, era casi como si lo oyera aullar por el pasillo. La mayoría de las veces intentaba no mirar, que vaya susto el primer día, pero con el tiempo, una se acaba acostumbrando. Luego, pasado un rato, cuando ya no se podía fingir más, cuando estaba apunto de preguntarle a Nacho si le pasaba algo, el fantasma se iba, de golpe, ni siquiera usaba la puerta, y Nacho despertaba, como si hubiera estado poseído, quizás estuviera poseído. Y me volvía a mirar con ojos tristes, como si le diera lástima, y seguía acariciándome. A veces pienso que me acariciaba como por obligación. En su cuarto, con el fantasma, nunca quería hacerlo, es como el que saca al perro por las noches, malditas las ganas que tiene de salir de casa, pero hay que sacarle, si no el perro se muere. Yo le sonreía, como una tonta, porque eso dicen mis amigas que soy: una tonta, y aceptaba su mirada de lástima y sus caricias de segunda mano. Por que en su cuarto, después de que el fantasma se hubiera ido, sus manos me rozaban como si estuvieran usadas, la verdad que no entiendo porque tenía esa sensación, pero así es, eran como manos que me tocaban a mí porque no podían tocar a quien querían, como manos conformistas.

sábado, 26 de junio de 2010

La vida


miércoles, 23 de junio de 2010

Sanjuaneroperdido

Quizás en las fiestas de San Juan, quizás en otro lado en otro momento, quizás vuelva :)

lunes, 21 de junio de 2010

"¿Recuerdas, dime, / aquellos juncos tiernos / lánguidos y amarillos/que hay en el cauce seco?"

¿mi Amor? - Antonio Machado

¿Mi amor?...¿Recuerdas, dime,
aquellos juncos tiernos
lánguidos y amarillos
que hay en el cauce seco?...

¿Recuerdas la amapola
que calcinó el verano,
la amapola marchita,
negro crespón del campo?...

¿Te acuerdas del sol yerto
y humilde en la mañana,
que brilla y tiembla roto
sobre una fuente helada?...

sábado, 19 de junio de 2010

Reflejo X

Fernando tenía la costumbre, desde pequeño, de caminar de espaldas, como si fuera un cangrejo recién salido del mar. Quizás lo hacía para no perderse de camino a casa, o simplemente porque le gustaba saber de donde venía y le interesaba muy poco saber a donde iba. Puede. Lo cierto es que caminaba hacia atrás, con tanta habilidad, que ya apenas se chocaba con la gente al salir del metro y casi nunca se caía al subir las escaleras. La verdad es que le hacía ir algo más lento que los demás, hay que tener en cuenta que, por muy raro que fuera, Fernando no tenía ojos en la nuca. Su madre siempre le regañaba.

−Un día te vas a matar −le decía−. Y no pienso enterrarte de espaldas.

jueves, 17 de junio de 2010

Libertad...

"La libertad es para soñarla."

Carmen Martín Gaite

martes, 15 de junio de 2010

Y nos preguntamos qué falla...

Hoy en el autobús iba escuchando la conversación de dos niñas, se han puesto a jugar y a cantar una canción que ya se cantaba cuando yo era un crío, incluso yo la he cantado alguna vez. La canción decía: "Don Federico mató a su mujer, la hizo picadillo y la puso a remover". Al escucharla de nuevo se me han puesto los pelos de la nuca de punta, y no por la entonación de las niñas precisamente.
Y luego, nos preguntamos qué es lo que falla...

domingo, 13 de junio de 2010

"So don't bother, be unkind"

Shakira - Don´t Bother

She's got the kind of look that defies gravity
She's the greatest cook
And she's fat free

She's been to private school
And she speaks perfect French
She's got the perfect friends
Oh isn't she cool

She practices Tai Chi
She'd never lose her nerve
She's more than you deserve
She's just far better than me

Hey hey

So don't bother
I won't die of deception
I promise you won't ever see me cry
Don't feel sorry

And don't bother
I'll be fine
But she's waiting
The ring you gave to her will lose its shine
So don't bother, be unkind

I'm sure she doesn't know
How to touch you like I would
I beat her at that one good
Don't you think so?

She's almost 6 feet tall
She must think I'm a flea
I'm really a cat you see
And it's not my last life at all

Hey hey

So don't bother
I won't die of deception
I promise you won't ever see me cry
Don't feel sorry

Don't bother
I'll be fine
But she's waiting
The ring you gave to her will lose its shine
So don't bother, be unkind

For you, I'd give up all I own
And move to a communist country
If you came with me, of course
And I'd file my nails so they don't hurt you
And lose those pounds, and learn about football
If it made you stay, but you won't, but you won't

So don't bother,
I'll be fine, I'll be fine, I'll be fine, I'll be fine
Promise you won't ever see me cry

And after all I'm glad that I'm not your type
Promise you won't ever see me cry

So don't bother,
I'll be fine, I'll be fine, I'll be fine, I'll be fine
Promise you won't ever see me cry

And after all I'm glad that I'm not your type, not your type, not your type, not your type
Promise you won't ever see me cry

viernes, 11 de junio de 2010

Los polos invertidos (FIN)

Había estado esperando durante varias horas en la puerta de la habitación. No querían dejarle entrar hasta que no estuviera del todo despierto, pero le aseguraron que estaba bien. Al día siguiente le harían unas pruebas para comprobar los daños en la cabeza, pero probablemente pudiera marcharse a casa por la tarde. Borja tenía una pierna rota y varias contusiones en las costillas, por lo demás estaba sano. Una enfermera salió a decirle que Borja se había dormido y que podía regresar al día siguiente si quería. Julio preguntó si podía quedarse con él por si se despertaba y la enfermera lo dejó pasar a la habitación. Borja dormía tapado con una sábana hasta los hombros, tenía los brazos relajados y una pierna sostenida en alto. Julio pudo fijarse en sus facciones por primera vez. Parecía mucho más joven de lo que era y la tranquilidad de su cara recordaba una especie de serenidad que relajó a Julio. Sin saber por que, se acercó y dejó su chaqueta y la corbata en el sillón que había junto a la cama, luego se sentó y cogió la mano del chico. La enfermera volvió al rato con una almohada para Julio.

−No se preocupe, se pondrá bien.

−Gracias.

−Es muy guapo, menos mal que llevaba casco.

Julio sonrió.

−Sí, la verdad es que sí.

−¿Llevan mucho tiempo juntos?

−¿Perdone?

−Qué si…Oh, perdón, he supuesto que eran pareja… lo siento.

Julio miró a Borja y la enfermera se marchó de allí en silencio. Pensó que hubiera sido muy fácil tranquilizarla, decirla que no se preocupara, que no le había molestado y que no, no eran pareja. Incluso habría disfrutado pudiendo contarle a alguien la historia de cómo se habían conocido, pero no lo hizo. No sabía la razón, pero prefería no hablar de Borja, de momento era algo suyo, solo suyo. Su móvil sonó. Era un mensaje de Ramón. Apagó el teléfono sin leerlo. Colocó la almohada y volvió a agarrar la mano de Borja hasta que se quedó dormido.

Borja pone sin cuidado toda su ropa del armario en la maleta mientras Julio le mira desde el quicio de la puerta. No se han dirigido la palabra en todo el día y se han visto llorar varias veces.

Julio: No tienes por que irte, no seas cabezota, Borja, ¿es que no podemos hablarlo?

Borja: No tengo más que hablar, me quieres fuera de tu casa y eso haré. Me iré con mi mamaita y mi papaito a que me mantengan mientras hago fotos.

(Julio se calla lo que iba a decir y permanecen un rato en silencio.)

Julio: Escucha, sé que me pasé el otro día, pero había puesto mucha ilusión en el viaje.

(Borja sigue abriendo cajones y metiendo su contenido en la maleta.)

Borja: ¿Qué pasa que te ha entrado el miedo de que te denuncie y ya no quieres que me vaya?

Julio: ¿De qué? ¿Por qué ibas a denunciarme?

Borja: Por el accidente, por casi dejarme tullido.

Julio: Esto es el colmo, ¿pero se puede saber de qué vas? ¿Sabes que yo podría haberte denunciado a ti también? El accidente lo provocaste tú, las marcas en el asfalto eran de la moto, fuiste tú el que perdiste el control, ¿sabes?, siempre has tenido esa idea ridícula de que te tenía en mi casa por lástima. ¡No te conocía de nada, joder! Y hace ya casi seis meses, ¡seis meses, por Dios! Eso me pasa por enredarme con niños. ¿Y lo de casi tullido? Pero si tenías una pierna rota, pierna que hace ya más de un mes que está totalmente recuperada.

Borja: ¿Entonces no estás conmigo para que no te denuncie?

Julio: Con todo lo que me he gastado en ti estos meses habría cubierto de sobra una indemnización.

(Julio se sienta en la cama y mira a la pared, están en lados opuestos de la habitación, de manera que se dan la espalda.)

Julio: (Muy calmado) Lárgate.

Borja: Pero si no es por lástima puedo quedarme, ahora ya…

Julio: (Sigue calmado) Vete, Borja, no quiero volver a verte.

(Borja se queda quieto un rato sin saber que hacer, tiene una camiseta entre las manos. Llorando en silencio, termina de hacer la maleta, la cierra y sale de allí.)

Borja abrió los ojos, se sentía muy mareado y perdido. Vio las luces blanquecinas de los fluorescentes del pasillo y la sombra abotargada de su pierna. En seguida recordó lo que había pasado y se agitó. Entonces se dio cuenta de que su mano agarraba la mano de otra persona. Giró la cabeza y vio a Julio dormido sobre un sofá. Al moverse, se despertó también y lo miró sonriendo. No sabía que pensar, y, sobre todo, no entendía por qué se alegraba tanto de que aquel desconocido siguiera con él. Julio se levantó sin soltarle la mano y se acercó a la cama. Le preguntó si estaba mejor, con una voz muy grave y muy dulce, una voz que en seguida hizo que Borja se relajara y se dejara caer de nuevo sobre la cama. Asintió sin hablar.

−Llamaré a la enfermera.

−No, estoy bien, de verdad.

Julio puso su mano sobre la cabeza, no tenía fiebre, al menos no se le había infectado la herida.

−Dime la verdad, me la han amputado.

Permanecieron en silencio, luego Julio se echó a reír.

−Solo tienes la pierna rota, el médico ha sido muy optimista.

A Julio le pareció que se decepcionaba.

−¿Querías que te la amputaran o qué?

−Claro que no −dijo riendo.

Al día siguiente le hicieron las pruebas, momento que Julio aprovechó para irse a su casa, ducharse y volver con ropa limpia. Tuvo que mentir en el trabajo para faltar aquel día, pero quería asegurarse de que Borja no tenía nada. Cuando le dieron el alta, Julio insistió en que se quedara unos días en su casa hasta que pudiera manejarse con las muletas.

−Y que conste que solo me mueve el interés económico, en cuanto esté seguro de que no me vas a denunciar, te pongo de patitas en la calle −dijo Julio riendo mientras le ayudaba a meterse en el taxi.

Una calle de barrio, a la izquierda hay un local cerrado con una persiana metálica y un graffiti pintado. A la derecha hay un semáforo. Borja aparece por la derecha y camina perfectamente, lleva la maleta que ha sacado de casa de Julio y carga la muleta sobre el hombro. Llega a la puerta metálica y la abre, deja lo que lleva en el suelo y destapa su moto, la saca del garaje, cierra la verja y la arranca. Mientras cierra la persiana, un coche ha aparecido por la izquierda y se para junto al semáforo, es un Peugot 406 gris. Borja se monta en la moto, arranca y choca contra él.

miércoles, 9 de junio de 2010

La vida a los 40

lunes, 7 de junio de 2010

Los polos invertidos (II)

Julio sale de la habitación y Borja al verlo se limpia las lágrimas.
Julio: ¿Otra vez llorando?
Borja: Déjame en paz.
Julio: Ya te he dicho que lo siento, Borja, no sé qué quieres que haga.
(Borja gira la cabeza y deja de mirarle.)
Borja: Más lo siento yo.
Julio: Estoy empezando a cansarme de tus niñerías. El médico me dijo que estabas perfectamente para que nos fuéramos, siempre y cuando no te hiciera caminar mucho.
Borja: El médico dirá lo que quiera, pero yo no voy a la playa con la pierna así.
Julio: Ya, ya lo he visto. Sin importarte una mierda lo que los demás hayamos tenido que hacer para organizarlo.
Borja: Tu te crees que lo sabes todo por que tienes un trabajo y un piso y que puedes llevarme y hacer conmigo lo que te de la gana por que soy un niñato muerto de hambre.
(Julio le mira sorprendido.)
Julio: Jamás te he reprochado el que no trabajes.
Borja: ¿Ves?, es eso. Para ti las fotos son una afición, pero es mi trabajo. Quizás deberías echarme de tu casa si piensas eso. ¿O sientes lástima por el tullido que tiene que usar muletas por tu culpa?
Julio: No empieces con el tema, Borja, el accidente no fue culpa de nadie.
Borja: Ya.
Julio: Revuélcate en la mierda todo lo que quieras, cuando estés dispuesto a madurar y a hablar como adultos, te estaré esperando.
(Julio se va del salón y entra en su cuarto dando un portazo.)

−¿Quién es usted?
La enfermera ni siquiera le miraba, solo tecleaba cosas en su ordenador mientras mascaba chicle. Julio pensó la respuesta: “¿Quién soy?” Lo cierto era que no conocía a Borja de nada, de hecho en ese momento se dio cuenta de que ni siquiera sabía su nombre, pero dudaba que a la enfermera le interesara la historia. El conductor de la ambulancia y el guardia civil le habían dicho que no era necesario que le acompañara hasta el hospital, pero había sentido la necesidad de hacerlo, quizás movido por el sentimiento de culpa de haberlo querido abandonar antes. El camillero fue hablando con él mientras atendían a Borja y le explicaba que tenía pinta de no haber sido muy grave. Julio dejó su coche a cargo del guardia civil, que lo vigilaría hasta que llegara la grúa. Desde la moto del guardia, escuchaba las preguntas y respuestas que los médicos le hacían a Borja para comprobar si estaba consciente:
−¿Dónde vive?
−En un piso en la calle Princesa.
−¿Cuántos años tiene?
−Veinticuatro.
−¿Vive solo?
−Sí, es un piso compartido.
−¿Tiene familiares en Madrid?
−No.
−¿Cómo se llama?
El guardia civil le tocó en el hombro.
−¿Puede soplar aquí?
Luego ya no había podido dejarle solo. Quizás el hecho de enterarse de que tenía casi diez años menos que él y que estaba solo en Madrid le hizo sentir la necesidad de protegerlo. A los médicos les había costado soltarles las manos, le aseguraron que Julio seguiría allí, que no se iba, pero que tenía que hablar con las autoridades. Todos daban por supuesto que se conocían, incluso el guardia civil que no les había visto juntos. Después de rellenar el informe, pidió permiso para ir en la ambulancia. Borja estaba sedado, pero le había prometido que se quedaría con él. “¿Qué quién era?”.
−Soy un amigo, he venido con él en la ambulancia.

Borja silba mientras ve la televisión, Julio entra por la puerta y sonríe al verlo silbar, pero Borja se calla.
Julio: ¿No piensas hablarme nunca?
(Borja no contesta.)
Julio: Es absurdo que vivas aquí y que no hablemos, creo que tenemos que aclarar algunas cosas.
Borja: (Sin mirarle) Tú tienes la “verdad absoluta”, ilumíname con tu sabiduría.
Julio: No me jodas con estupideces y mírame a la cara, vamos a hablar.
Borja: Algunas personas llaman a esto hablar.
(Sigue sin mirarle.)
Julio: Si quieres que las cosas sean difíciles, serán difíciles. Mañana te quiero fuera de mi casa. Buenas noches, Borja.
(Julio se mete de nuevo en su habitación. Borja se queda mirando fijamente la televisión, están emitiendo un programa de preguntas y respuestas.)

domingo, 6 de junio de 2010

"No me fío de la rosa"

No me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.

Pedro Salinas - Fe mía.

jueves, 3 de junio de 2010

Y punto.

Un hombre de virtuosas palabras no es siempre un hombre virtuoso.
Confucio

martes, 1 de junio de 2010

Los polos invertidos (I)

Solo había dos personas circulando: Julio en su Seat León negro recién lavado y Borja en su Ducati de segunda mano llena de remiendos. Y chocaron, como el que no quiere la cosa, como dos imanes que se atraen en una carretera desierta y que más tarde se repelen al invertirse sus polos. Así fue lanzado Borja, de su moto hacia el arcén, cuando la rueda delantera hizo contacto con el parachoques del coche, como si solo ese roce hubiera invertido los polos de los imanes, como si no hubiera podido ser de otra manera. Julio no vio la moto, solo escuchó el golpe, como un frenazo y un crujido. Escuchó la moto caer por encima de la música de la radio y deseó que no fuera cierto. Eso es lo único que acertó a pensar, deseó que no fuera cierto, que fuera una mala jugada de su imaginación para que estuviera más atento. Luego, rápidamente, deseó huir, decidió que nadie había visto el accidente y que no había sido culpa suya, que él bien podía no haberse dado cuenta de nada y por lo tanto ser inocente. Mucho antes del choque, cuando había salido a la nacional, Julio solo podía pensar en Ramón. A decir verdad, ni siquiera pensaba en Ramón, si no en la actitud del propio Julio hacia el muchacho. No se explicaba como se había dejado convencer a su edad por un chaval de apenas veintidós años, que encima ni le gustaba. Pero siempre era igual, ellos le llamaban y él acudía, aunque tuviera que ir desde el trabajo, para recibir su dosis de caricias y volver a casa. Y no entendía por qué lo hacía, por qué siempre iba y por qué se sentía tan mal al regresar a su piso. Entonces escuchó el choque, sin percibir que ya llevaba más de diez kilómetros dando vueltas a lo mismo, despertando de repente y deseando que no fuera cierto. En ese momento, su mente, muy lejos ya de Ramón y de cualquier otro chico, hizo que sus músculos detuvieran el coche en el arcén y pusieran las luces de emergencia. Luego, como si aún deseara que fuera todo un sueño, se quedó un instante mirándose las manos agarradas al volante. Apagó la música y se miró en el retrovisor. “¿Qué he hecho?”.

Apartamento del centro de Madrid, hay una puerta al fondo que da a la calle, a la derecha hay otra puerta entreabierta que da a la habitación de Julio, a la izquierda, una barra americana separa el salón de la cocina, donde solo hay una mesa con dos sillas. En la parte delantera del apartamento hay un sofá y una televisión.
Borja llega de la calle, lleva una bolsa de un restaurante de comida rápida y una muleta en la que apenas se apoya. Deja la bolsa en la encimera de la cocina y sonríe al ver que Julio se ha quedado dormido en el sofá con un libro entre las manos. Despacio, se acerca y apaga la luz de la lamparita. Julio no le ha oído llegar y sigue durmiendo mientras Borja prepara los platos para la cena y pone la mesa. Cuando está volcando los fideos chinos sobre los platos, Julio se despierta y se acerca por detrás, lo abraza somnoliento y le da un beso en el cuello. Borja se gira, sonríe y le devuelve el beso, esta vez en los labios. Se quedan un rato abrazados en silencio.
Julio: Empiezo a pensar que llevas la muleta solo como complemento.
Borja: El médico me dijo cinco meses.
(Julio mira la muleta apoyada en una esquina de la cocina y acaricia distraídamente el pelo de Borja.)
Julio: ¿Has hecho muchas fotos hoy?
Borja: Creo que son todas malísimas, pero hasta que no las revele no puedo decirte nada.
(Los dos terminan de servir la mesa y empiezan a cenar.)
Borja: ¿Y tú?, ¿qué tal en el estudio?
Julio: Un día agotador, la señora de Villaviciosa no está contenta con los planos y mañana tengo que levantarme pronto para revisarlos. Encima, al volver a casa había muchísimo tráfico, no sé que narices han hecho, pero he estado casi parado hasta entrar en Madrid.
(Borja sonríe y le agarra la mano. Julio también sonríe.)
Julio: Tengo una sorpresa, pero no puedo decirte más hasta el fin de semana.

Borja se preguntaba si había guardado bien la Nikon en la mochila. Le molestaba mucho hacerse siempre ese tipo de preguntas: “¿He cerrado la puerta?, ¿me habré dejado la luz encendida?, ¿he cogido las llaves?” y siempre las acompañaba la misma sensación de sofoco, un golpe de calor que va a estallar, subiendo desde el estómago, como un fuego artificial, en su cara. Separó la mano de la moto y se palpó la espalda. En la mochila solo estaba la cámara, así que no le costó mucho encontrarla. Se relajó, pero la sensación de calor no se fue. Se arrepintió de haberse puesto la cazadora. No le gustaba la primavera ni el otoño, odiaba no poder preveer el tiempo. Intentó desabrocharse la cremallera de la chaqueta de cuero mientras pensaba en las fotos que había hecho. Si no conseguía hacer una exposición con ellas, siempre podía vendérselas a alguna revista de viajes. Al menos quería que le sirvieran para pagar la gasolina de la moto y para comprarse otro carrete nuevo. La cremallera de la cazadora se quedó atascada y Borja tiró con más fuerza, haciendo que la Ducati se desequilibrara. Rápidamente, soltó la chaqueta y colocó las dos manos sobre el manillar, recuperando el equilibrio, pero al mirar al frente, no pudo esquivar el parachoques del Seat León negro al que se acercaba peligrosamente.

Julio abre la puerta del piso y entra con unas maletas, se dirige directamente a la habitación y cierra la puerta. Borja entra y se sienta en el sofá, tirando la muleta de mala manera al suelo. Desde el salón se oye el ruido de la ducha y Borja empieza a llorar.

Suspirando, Julio se puso el chaleco reflectante sobre la chaqueta del traje y se aflojó el nudo de la corbata. Salió y se acercó despacio al chico que estaba tendido en el suelo, como si temiera que se levantara de golpe convertido en un zombie o como si fuera a atacarle en venganza por el accidente.
−¿Se encuentra bien?
Como no había respuesta, se arrodilló junto al cuerpo imaginándose lo peor y le quitó uno de los guantes para tomarle el pulso: estaba vivo. Borja abrió los ojos y se le quedó mirando sin decir nada. Los dos se quedaron en silencio hasta que Borja intentó incorporarse. Julio se lo impidió poniéndole una mano en el pecho.
−No se mueva, voy a llamar a una ambulancia.
Cuando se levantaba, Borja le agarró de la mano con fuerza.
−Estoy solo.
Julio se arrodilló de nuevo.
−No se preocupe, solo voy al coche, tengo el teléfono allí. No le dejaré solo.
Tragó saliva y se odió a sí mismo por haber deseado salir corriendo momentos antes.
−No te vayas, estoy solo.
Sonrió y apretó la mano del motorista entre las suyas.

domingo, 30 de mayo de 2010

Lost

Esta semana ha terminado la serie Perdidos, seis temporadas de idas y venidas de varios personajes dentro de una isla aparentemente desierta. Otra vuelta de tuerca más a la manida historia del naufragio y muchas horas pegado a la pantalla del ordenador.

Nunca dejará de sorprenderme la capacidad de la serie para tenerte enganchado a una historia que sucede solo dentro de una isla, sin necesidad de salir de ahí, poniendo a prueba los caracteres de cada uno de los personajes y desentrañando los misterios que esconde la isla.

Y el fina, que es un final porque los guionistas lo han decidido, pero que la isla da para rato. Peor un final abierto y bonito, acorde con la tendencia general de la serie. Me habría decepcionado un final cerrado con todos los misterios explicados, entonces no sería el final de Perdidos :)

viernes, 28 de mayo de 2010

No te saltes el eje!

miércoles, 26 de mayo de 2010

Felicítome

Llegados a este punto del año siempre me pongo a relfexionar. Y siempre me hago la misma pregunta: ¿Dónde estaré dentro de un año? Y es que me gusta echar la vista atrás y ver qué cosas se han cumplido de las expectativas que tenía por esta misma época hace un año. Han cambiado muchas cosas desde el 26 de mayo de 2009, pero la mayoría han sido a mejor. Por ejemplo pensaba estar ya trabajando, pero en su lugar estoy haciendo un máster que me encanta con gente maravillosa y del que voy a sacar mucho partido (sobre todo a nivel personal, que es el que importa). Miro hacia atrás y digo: Menos mal que las cosas no me salieron que tenía pensado. Mi único deseo para el año que viene, es que sea igual de imprevisto.

lunes, 24 de mayo de 2010

Esta niña...

domingo, 23 de mayo de 2010

¿Qué pasaría si...?

¿Qué pasaría si los felpudos decidieran limpiarse en nosotros?

jueves, 20 de mayo de 2010

Este hombre era un genio.

"Cuando la gente está de acuerdo conmigo siempre siento que debo de estar equivocado."

Oscar Wilde

martes, 18 de mayo de 2010

El bus

No me ha saludado, me ha visto y no me ha dicho nada ¿Te ha visto? Que nos gusta mucho el drama, no tiene mucho misterio, si, me ha visto, yo no quería saludarla tampoco, mejor, luego no sabemos de que hablar, como aquella vez en el autobús, menudo viaje, y yo queriendo leer, con los cascos puestos, pero eso es de mala educación claro, mejor mirarse en silencio, y total, para que no me cuente nada, o me pregunte por ellas. Me dieron ganas de decirla que preguntase ella misma, o que llamara, que yo quería leer. ¿Qué libro era? Tenía las tapas negras, era de tapa dura, creo, lo llevo siempre en la mano para que no se me rompan, de tapa dura, ya no compro libros de tapa dura, ahora en las tiendas hasta las ediciones nuevas son de tapa blanda, como el dependiente de La Casa del libro, que sonreía, me cayó bien, volveré a la tienda, pero no a la de Gran Vía, es imposible coincidir allí con él, no le he vuelto a ver, puede que no haya vuelto a ir, puede que le hayan despedido, que tal y como están las cosas, tenía pinta de universitario, puede que esté trabajando de camarero, eso también le pegaba, ahora se lleva muchos ser universitario y camarero, como la amiga de Julia, la que trabaja en la cervecería, y mira que hace unos años no me gustaba la cerveza, ¿Cuánto hace que no hablo con Julia? Tengo que llamarla, cuando llegue a casa claro, que menudo facturón con el móvil y eso que a Ricardo ya no lo llamo más, otro, que mira que irse a Londres, mi padre pensará que mejor, claro, así no gasto tanto, pero sigo gastando mucho, no lo entiendo, ha subido todo, debe ser eso, debo llamar menos, que me amenaza con cambiarme la factura a mi cuenta y esta mi cuenta para andarse con bromas, como si me dieran dinero muy a menudo, se deben pensar que con cincuenta euros al mes me da para algo, y por lo menos me pagan el bus, que ya me amenazaron también con quitármelo, lo que faltaba, que hartura, a ver si encuentro trabajo y me voy, que lo de leer en el bus es muy bonito, pero prefiero leer en mi casa, además así no me encontraría con nadie y no tendría que hacerme el tonto, hola, no te había visto, como si nos lo creyéramos, pero que menos que saludar, digo yo, que no la he hecho nada ¿No?

domingo, 16 de mayo de 2010

para poner datos a cero y reiniciar....

Los piratas - Reiniciar

Mil bolas de luz
para matar
cada ilusión
puesta al final
esta verdad
se vuelve mal
claro es el fin
juntos los dos....

¿Dónde perdí
aquella poción
para volar
y conseguir
no llorar más?
creo que eras tu
que todo empezó
esta intensidad
este calor
¿dónde perdí
el resplandor?

Y esa razón
que se pudrió
entre tu voz
y la cantidad
que aceptas por dar
besos de error
y una canción
que te escribí cuando soñé...

Que entre los dos
era mejor
sentirse mal
y te llamé
para intentar
llegar hasta ti
casi sin tocar
el suelo y volar
para poner
datos a cero
y reiniciar....

viernes, 14 de mayo de 2010

Primavera trompetera

Primavera, ya puedes venir cuando quieras, GRACIAS.

miércoles, 12 de mayo de 2010

"con esa sonrisa abierta/tan alegre, tan de flores"

Luz de la noche - Pedro Salinas

Estoy pensando, es de noche,
en el día que hará allí
donde esta noche es de día.
En las sombrillas alegres,
abiertas todas las flores,
contra ese sol, que es la luna
tenue que me alumbra a mí.
Aunque todo está tan quieto,
tan en silencio en lo oscuro,
aquí alrededor,
veo a las gentes veloces
—prisa, trajes claros, risa—
consumiendo sin parar,
a pleno goce, esa luz
de ellos, la que va a ser mía
en cuanto alguien diga allí
«ya es de noche».
La noche donde yo estoy
ahora,
donde tú estás junto a mí
tan dormida y tan sin sol
en esa
noche y luna del dormir,
que pienso en el otro lado
de tu sueño, donde hay luz
que yo no veo.
Donde es de día y paseas
—te sonríes al dormir—
con esa sonrisa abierta,
tan alegre, tan de flores,
que la noche y yo sentimos
que no puede ser de aquí.

lunes, 10 de mayo de 2010

Reflejo IX

Solo pensar que eran los últimos cinco dólares que le quedaban, hizo que Sally los apretara con mas fuerza, como si aquel billete arrugado pudiera multiplicarse por arte de magia. Se mordió el labio inferior mientras trataba de decidirse entre una comida que le gustaba o una que pudiera saciarla.

Cameron hizo sonar la bocina de su viejo coche y bajó la ventanilla para gritarle que se diera prisa. Ella no le prestaba atención.

La camarera la miraba en silencio, con la cabeza apoyada en la mano mientras masticaba chicle.
-¿Te decides cariño?

Quería pedir unos aros de cebolla, pero sabía que a Cameron no le gustaban. Podría pedir una hamburguesa con patatas y un batido para los dos. Si tuviera al menos otros cinco dólares... Arrugó más el billete. Cameron tocó de nuevo la bocina.
-Deme unos aros de cebolla, por favor.

sábado, 8 de mayo de 2010

El gobierno

jueves, 6 de mayo de 2010

Las baldosas del aeropuerto

Se miró la punta de los pies y pensó que no era tan importante, que solo era un paso. Todo empieza por un paso, pero ella ya había dado muchos hasta llegar a aquel punto. Sin embargo, ese paso, no era igual que los demás, no era un paso que sumar. Se fijó en lo fácil que había sido hasta ahora caminar y moverse, sin pensarlo, un movimiento automático que levantaba una pierna y la adelantaba, mientras la otra permanecía a la espera para seguirla. Así durante toda su vida. Ningún paso se había desperdiciado, todos habían concurrido en aquel aeropuerto aquel día.

Cristina odiaba viajar. No tenía ninguna necesidad de moverse de su pequeño apartamento de las afueras de Madrid. Cuando lo hacía, era simplemente por trabajo o por obligación. Como aquel lunes, que por obligación se había tenido que comprar una maleta y llenarla con cosas que ella quería que permanecieran en su casa, luego, por obligación también, había comprado por Internet el primer billete hacia Tokio que vio.

Sus zapatos estaban impecables, negros, lustrosos, unos tacones sensacionales y bien cuidados que resaltaban con el frío mármol de la terminal de Barajas. Ese suelo indiferente que tantos pasos había acogido. Pensó en la cantidad de historias que habían empezado o terminado en aquellas baldosas y lo ajenas que parecían a todo eso. Se sintió terriblemente sola. Para Cristina, toda la culpa la tenía Laura, su hermana pequeña, que se había enamorado de un estúpido bohemio que la había arrastrado hasta Tokio solo para ver si en Tokio las alcantarillas de la ciudad echaban humo. Ahora su hermana estaba al borde de un ataque catatónico ingresada en un hospital con un nombre impronunciable y su cuñado estaba muerto y esperando a ser reconocido en el depósito de ese hospital. Había intentado negarse a ir, pero su madre no entendía inglés y no comprendía nada de lo que le dijeron por teléfono cuando llamaron desde allí. Hizo que Cristina fuera hasta su casa, con su consiguiente disgusto, y le tradujera lo que aquel señor inglés les decía. Apuntó la dirección del hospital en un papel y se la tendió a su madre.

−¿Qué pretendes que haga con esto? Yo no voy a ir hasta Tokio.

−Bueno, ya nos mandarán los cadáveres −repuso Cristina encogiéndose de hombros.

Aquella expresión provocó un ataque de histeria en su madre que pasó por distintas fases: Primero empezó a quejarse de su inutilidad y de la edad que tenía, después lamentó que su padre estuviera muerto para que solucionara aquello, más tarde insultó a Laura, llamándola tonta, por haberse ido tan lejos y por último, empezó a mezclar todas las fases y a llorar como si Laura ya estuviera muerta. Cristina la observaba, de pie, con los brazos cruzados y esperando a que se calmara. Cuando lo hizo, su madre la miró con los ojos llorosos y suplicantes.

−Hija, vete a por tu hermana, por favor.

Y nada más, ni siquiera un: “Yo te lo pago” o un “Sé cuánto te molesta” o “Comprendo el esfuerzo que te estoy pidiendo”. Cristina se observó la falda beige que usaba para ir a trabajar los lunes y se alisó una arruga, cogió su bolso del sofá, donde lo había dejado al llegar, e introdujo el papel arrugado con la dirección que su madre aún tenía en la mano. Se marchó de allí sin decir nada más. De camino a su casa había comprado la maleta y llamado a su jefe mientras la hacía. Se había sentido confusa al hacerlo: “¿Qué se echa en una maleta? ¿En Tokio es verano o es invierno? ¿Cómo cambió mi dinero?”, pero se negó a llamar a nadie para preguntar, ya lo averiguaría por el camino.

Por megafonía se anunciaba que no se harían anuncios por megafonía sobre los vuelos, lo cual le resultó curioso y la hizo sonreír. “Solo es un paso”, se dijo.

−Señorita, ¿le pasa algo?

El azafato sonreía y miraba hacia el suelo, en la misma dirección que Cristina.

−No, nada, aquí tiene mis documentos.

−Pensé que se había quedado pegada al suelo −intentó bromear él.

−Ojala −respondió Cristina sin sonreír.

martes, 4 de mayo de 2010

Naturalidad

"Ser natural es la más difícil de las poses".

Oscar Wilde.

domingo, 2 de mayo de 2010

Tirados a la calle!

Tiene la primavera un nosequé que qué se yo que me encanta :)

viernes, 30 de abril de 2010

"Sobreviviré, no me preguntes como, no lo sé"

Laura Pausini - Como si no nos hubieramos amado.

Yo ayer he entendido que
desde hoy sin ti comienzo otra vez
y tú...aire ausente
casi como si yo fuese transparente
alejándome de todo
escapar de mi tormento.

Pero me quedo aquí
sin decir nada...sin poder despegarme de ti
y eliminar cada momento que nos trajo el viento y
poder vivir...
como si no nos hubiéramos amado.

Yo sobreviviré
no me preguntes cómo no lo sé
el tiempo cura todo y va a ayudarme
a sentirme diferente...
a que pueda olvidarte
aunque es un poco pronto

Me quedo inmóvil aquí
sin decir nada...sin poder aburrirme de ti
y eliminar cada momento que nos trajo el viento y
poder vivir...
como si no nos hubiéramos amado

...como si nunca te hubiera amado
como si no hubiese estado así...
...y quisiera huir de aquí, quisiera escaparme.

Pero me quedo otra vez, sin decir nada, sin gritarte:
-¨ven, no te vayas¨
no me abandones sola en la nada, amor...

...después, después, después viviré
como si no nos hubiéramos amado.

...como si nunca te hubiera amado.

miércoles, 28 de abril de 2010

El garaje de Rafa

−Es que no entiendo por qué te molesta tanto que el vídeo esté ahí.

−A ver, que no se trata de que me moleste el vídeo, Rafa, se trata de que hay que comprar un DVD.

Rafa se quedó mirando al viejo aparato que Silvia había bajado de la estantería y había puesto sobre la mesa. Así, desenchufado y separado de la tele parecía una pieza de un robot desmontado. Tenía una capa de polvo por encima que confirmaba que hacía años que no lo usaban, probablemente ni funcionara.

−Es el vídeo de mi casa, me lo traje cuando mis padres murieron.

−Si ya lo sé, cariño −dijo ella abrazándolo por detrás−, por eso precisamente aún no lo he tirado, sé que le tienes mucho aprecio y quiero que entiendas porque hay que cambiarlo.

Él se separó.

−Pues mira, no lo entiendo. Nunca vemos películas, no sé para qué queremos un DVD. Con él no podremos ver todas las cintas que tenemos aquí guardadas.

−Si es que el DVD tiene mucha más calidad, voy a llevarlas todas a que nos las pasen a cedes, así ocuparán mucho menos espacio y podremos conservarlas mejor.

Rafa no estaba tan seguro de eso, solo pensaba en aquel aparato de color negro, triste y solitario sobre la mesa del comedor y recordaba la cantidad de veces que había sido feliz con ese objeto inanimado. Le vino a la cabeza el día que sus padres lo trajeron y se reunieron todos frente al televisor para ver la primera cinta que habían comprado. No recordaba muy bien la película, pero le sonaba que era una de dibujos. Más tarde, Rafa había aprendido que el vídeo tenía otros usos, como el de hacer de garaje para sus coches de juguete o guardar las monedas que le daba su abuela a escondidas, con el consiguiente viaje del aparato al servicio técnico. Por esa manía, sus padres decidieron subir el vídeo sobre la estantería, costumbre que había heredado él cuando se lo había llevado pesar de que no tenía hijos.

−¿Me estás escuchando Rafa?

−No −dijo mientras cogía el aparato y lo devolvía a su lugar junto a la televisión.

lunes, 26 de abril de 2010

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

LOS HERALDOS NEGROS - César Vallejo

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

sábado, 24 de abril de 2010

Sábado

Odio madrugar los sábados :(

jueves, 22 de abril de 2010

vivir para trabajar

martes, 20 de abril de 2010

Arde León

Tuvimos que ir hasta el pueblo cuando nos enteramos de que mi tía había quemado la casa. Durante todo el trayecto yo me la imaginaba haciéndolo. Sabíamos que había sido por la noche, en ese momento le habría resultado fácil acercarse a la casa, total, en el pueblo no hay casi nadie entre semana. Sí, sin duda había sido por la noche, así los bomberos tardarían más en llegar. La imaginé aparcando el coche frente a la casa, dejando los faros encendidos para alumbrar algo la entrada. Hasta imaginé el aspecto fantasmal que debía tener la casa. Sin duda mi tía se quedó un rato apoyada en la puerta del coche, mientras el sonido de la radio inundaba la calle y bocanadas de vaho le salían por la boca. Seguro que sonreía. Tiene que haber sonreído, tenía que disfrutar con lo que estaba haciendo, sino no lo hubiera hecho. No creo que estuviese pensando en que aquella casa era la casa de su infancia, ni en que lo que estaba cometiendo era un delito.

No, no estaba seria ni triste, se reía. Seguro que dejó las luces encendidas a pesar de que apagó el coche. No le hacían falta, ella podía manejarse por la casa sin ninguna luz, pero quería verla, quería fijar en su retina la imagen de aquella construcción, absorbiendo su vida, su esencia. Estaba feliz de ser la última persona en ver la casa, esa casa siempre iría con ella. Una vez destruida, ella habría robado la esencia del edificio, con todos sus recuerdos y todos sus símbolos. Estaba plantada, digamos que ensimismada, casi contando cada ladrillo de adobe, cada teja, fijando en su memoria el tono blanquecino de los marcos de las ventanas. Eso sería suyo o de nadie. Sonreía, estoy seguro, y pensaba, quizás, en que puede que mi abuela no le hubiera dejado la casa en el testamento, pero que eso no importaba, que ella la había cuidado, la había limpiado y mantenido en pie durante los peores años de la enfermedad de su madre y que aquella casa le pertenecía. No quería la caridad de su hermano, quería todo.

Tampoco sé cuando se le ocurrió la idea de quemarla. Puede que al principio, cuando supo que mi abuela en el testamento solo la había dejado el dinero, pensara en comprarle la casa a mi padre, no lo sé. Puede que solo fuera hasta allí para despedirse de ella, o para recoger todo lo que considerase suyo antes de que cambiáramos la cerradura. O quizás, sí, quizás, ya lo tenía pensado. Puede que supiera que mi abuela no la había dejado la casa y tuviera todo planeado, que llevase los tablones de madera en el maletero y la botella de gasolina. Puede que buscara por Internet (esto puedo verlo claro, sentada frente al ordenador en el cuarto de su hija, con un cigarro en la boca y el cenicero plateado lleno de colillas apagadas, con los ojos rojos, tosiendo mientras lee), buscando por Internet la mejor manera de incendiar una casa. Y sonriendo, no podía imaginarla de otra manera, sonriendo y tosiendo. Es fácil imaginarla tosiendo, con los pulmones tan negros de toda una vida fumando tabaco rubio. Ella siempre fumó tabaco de hombre, así se le agravó la voz. Sí, ella llevaba la lata de gasolina en el coche y sonreía mientras miraba la casa. Ella había nacido en esa casa, pero no moriría en ella.

Seguro que apagó el motor, no quitó las llaves (ni apagó las luces) y entró en la casa. Mientras estaba sentado en el coche, podía oír el crujido de la puerta de la casa sin haber estado allí y el rechinar de las bisagras al cerrarse tras ella. No escuchaba la radio, ni a mi padre hablando con mi madre, yo oía la puerta, veía a mi tía. Espero que permaneciera un tiempo oliendo la casa, impregnándose de sus sonidos y de su alma, como una esponja soltada en medio de una bañera, quieta, sin toser ni sonreír.

Antes de entrar seguro que cogió la lata de gasolina, no creo que hiciera varios viajes, en el pueblo no había nadie, pero no podía perder mucho tiempo. No debió estarse quieta tampoco, ella sabía a lo que iba. Seguro que roció primero la mesa de la cocina y el banco donde mi padre siempre se echaba la siesta mientras ella fregaba. Sí, el banco puede que fuera lo primero en arder, estoy seguro que ella quería verlo arder, reflejándose en sus pupilas. Ella se imaginaba a mi padre allí tumbado, sin hacer nada. Puede que no fuera en ese tiempo cuando se le ocurrió quemar la casa, puede que la idea surgiera una tarde de aquellas en las que ella fregaba y fregaba mientras oía roncar a mi padre y escuchaba de fondo la vuelta ciclista a España. Puede que lo pensara cuando mi padre se despertaba, pisaba el suelo mojado y salía de allí sin ni siquiera disculparse. Sí, no quemó el banco porque no quisiera que la casa no fuera suya, quemó el banco porque la casa no era de mi padre. La casa era de ella y de su madre, de las mujeres que la habían limpiado, que se habían hecho callos limando la cal de las paredes para que cada verano fuesen blancas de nuevo. Las manos que habían fregado las baldosas donde mi abuelo y mi padre dejaban el barro que traían del monte. La casa era suya y mi tía quería que mi padre ardiera con el banco de la cocina. Era de madera, desde luego estaba hecho de madera para quemarlo, si no, sería de otra cosa que no ardiera. Luego tiró la cerilla. No lo hizo con un mechero, ni con un papel ardiendo, lo hizo con una cerilla, con una que cogió de la caja que mi abuela siempre guardaba encima de la chimenea, tenía que ser una de esas. Seguro que le costó encenderla, puede que no lo hiciera a la primera pese a tener práctica. Los nervios, el frío, la humedad de la caja, seguro que no prendió a la primera. Pero cuando vio la llama, cuando escuchó el crujido de la cerilla, seguro que fue cuando asumió que ya no había vuelta atrás. Seguro que se quedó mirando la llama, viendo en el fuego la casa arder, viendo en ese trozo de madera el fin de una historia, esa pequeña llama que salía de dentro se llevaría todo por delante. Estuvo tentada de dejarla apagar, de que aquel fuego no fuera el indicado, el perfecto, pero supo que no había marcha atrás, comprendió que lo iba a hacer y asumió todas las consecuencias. Pensó en lo mucho que lo estaba deseando y le temblaron un poco los dedos y las piernas, no podía moverse, quiso perderse en ese momento, sintiendo como se desinflaba su voluntad. Deseó que alguien soltara la cerilla, que se apagara o que la casa ya estuviera quemada, no podía esperar más. Finalmente, cuando sus dedos empezaban a enrojecer por la proximidad de la llama, soltó el palito, no lo lanzó, lo soltó, abriendo los dedos, sintiendo como, a la vez que la cerilla, muchas cosas caían. Notó como se liberaba de un gran peso, como si aquel trozo de madera hubiera pesado varias toneladas. Se sorprendió respirando hondo, como si hasta entonces no lo hubiera hecho, como si acabara de salir de una piscina. Persiguió la estela rojiza que dejaba la cerilla en el aire con la mirada, se podía ver en sus ojos la cerilla, el fuego, el odio, a mi padre en el banco, a mi tía fregando, el testamento, los nudillos corroídos, el barreño con la ropa, la nieve del invierno, el barro del monte, los perros por el jardín, las vecinas asomadas a la ventana, las luces del coche entrando por el cristal, la noche, la oscuridad, el fin de la historia, todo. Se podía ver todo en las pupilas de mi tía, todo mientras no perdía detalle de la caída, mientras observaba como las llamas se multiplicaban, como si de una saliera otra, como los agravios que su madre había soportado, uno llevaba a otro y al final, toda la casa estaba impregnada en ellos. Un humo negro surgió veloz, más veloz que el fuego, como si no fuera madera lo que quemaba, como si fueran sentimientos. Esa casa ardería rápido, estaba llena de recuerdos inflamables y de remordimientos. Los remordimientos arden más rápido que cualquier otra cosa.

Estuvo tentada a quedarse allí, de subir a su cuarto y echarse en la cama a esperar la muerte y la destrucción. Sabía que no moriría por las llamas, sabía que moriría aplastada por los recuerdos y el odio, pero no quiso morir. Por fin notaba que respiraba y nunca lo había hecho, pero quería quedarse y ver como ardía todo, quería ver la cara de mi padre. Hubiera preferido ver como ardía la casa en las pupilas de mi padre, seguro que lo deseaba, pero sabía que no llegaríamos a tiempo. Así que salió de la casa, se montó en el coche, apagó las luces y esperó.

Nosotros llegamos tarde, de madrugada, llegamos cuando solo había un cordón policial y varios bomberos, llegamos y allí no había coche, ni tía. Sólo bomberos y humo. Humo y un montón de escombros y ceniza, de madera caliente y adobe deshecho. Llegamos y mi padre preguntó qué había pasado, pero yo no presté atención, yo ya lo sabía.

domingo, 18 de abril de 2010

La sabiduría

Los sabios buscan la sabiduría; los necios creen haberla encontrado.
Napoleon Bonaparte

viernes, 16 de abril de 2010

La noche del jueves

−Querida, ¿te despierto?, es que voy a saltar por la ventana.

−No, no te preocupes. Muy bien, asegúrate de que no haya nadie abajo y cierra la ventana antes de saltar, no quiero coger frío ni que me despierte el ruido del golpe.

−Por supuesto. ¿Quieres algo del infierno?

−Mmm ya que lo dices, podrías decirle a tu madre que nos devuelva el dinero que nos robó antes de morir.

−¿Y no quieres que le de recuerdos a la tuya?

−Mi madre no esta muerta, cariño.

−No, a la que llamas madre no esta muerta, es cierto, pero si encuentro a la de verdad, ¿quieres que le diga algo?

−No, total ya daría igual. ¿Qué les digo a tus amantes cuando pregunten por ti?

−La verdad, que no salté por ellas, que fue solo por tu culpa.

−Comprendo.

−¿No te quedarás algo sola cuando salte?

−No más sola que cuando estas aquí.

−Me quedo más tranquilo. ¿No crees que deberías ser tú la que saltaras?

−Que cosas tienes, amor, si lo hiciera, tú ya no tendrías motivos para tirarte y no quisiera fastidiarte el plan. Además, yo me tomaría un bote de somníferos o algo así, algo que no manchara.

−Por supuesto, que bruto soy a veces, querida.

−Estoy pensando, ¿te importaría alcanzarme el bote de pastillas antes de irte?

−Claro, mi amor. Solo prométeme que esperarás a que salte.

−Lo intentaré. Por cierto, ¿no querrás llevarte el libro ese tan horroroso que siempre andas leyendo? Son once pisos de caída, no quisiera que te aburrieras.

−No es una mala idea, ten, tus pastillas.

−Muchas gracias, querido, que descanses.

−Lo estoy deseando, suerte con los somníferos, amor.

miércoles, 14 de abril de 2010

"Pretende cobrarme que puso en mis labios la piel de tu espalda"

Coti - La suerte

Que quiere la suerte
Que anda por mi casa
Para recordarme que tengo una deuda
Que no se le escapa

Ya me tiene preso,
Que más esperaba
Si me regaló tu perfume y tus besos
A cambio de nada

Tal vez
Me robará los pétalos del corazón
La frase más certera en mi mejor canción
La fé, la madrugada y la fascinación

Tal vez
Se llevará por siempre la pasión de abril,
La llave de los sueños que guardaba en mi,
A cambio de tu amor podría hasta morir

Que quiere la suerte
Que anda por mi casa
Hay algo que quiso decirme al oido
Y no se animaba

Ya me puso el precio,
Ya sacó su espada
Pretende cobrarme que puso en mis besos
La piel de tu espalda

Tal vez
Me robará los pétalos del corazón
La frase más certera en mi mejor canción
La fé, la madrugada y la fascinación

Tal vez
Se llevará por siempre la pasión de abril,
La llave de los sueños que guardaba en mi,
A cambio de tu amor podría hasta morir

Tal vez
Se llevará por siempre la pasión de abril,
La llave de los sueños que guardaba en mi,
A cambio de tu amor podría hasta morir

Tal vez
Se llevará por siempre la pasión de abril,
La llave de los sueños que guardaba en mi,
A cambio de tu amor ... podría hasta morir

lunes, 12 de abril de 2010

"Sino que mi pasado/no se acuerde de mí"

Otras dudas - Luis García Montero

Lo peor
no es perder la memoria,
sino que mi pasado
no se acuerde de mí.

sábado, 10 de abril de 2010

Algo

La cabeza de Roberto reposa sobre mi pecho. Sobre el pecho de ese chico que es, o era, un trozo de hielo. Y ese chico le permite que siga así, dormido, incluso le acaricia de vez en cuando el pelo, disfruta oyéndole respirar.

La gente como Roberto no suele gustarme, esos tipos altos, que van de fuertes y luego terminan abrazados a ti buscando protección. Me gusta la gente que es débil y no trata de ser fuerte o la gente fuerte que no es débil. Pero no me gustan los tipos fuertes que se te abrazan pegajosos una vez has terminado de follar con ellos.

Era la tercera vez que aquellos dos se encontraban. Aunque era la primera vez que Roberto había escuchado palabras bonitas de boca de aquel montón de hielo. Ese tío la estaba cagando, se estaba volviendo un blando. Estaba siendo alguien que va de duro y no lo es. Ese chico debería dejar de ver a Roberto.

Joder, si ni siquiera está bueno. Tiene cara de pan, sonríe mucho. Esa gente no es buena como follamigo, de esa gente uno acaba haciéndose colega. Además habla mucho. Los dos sabíamos que habíamos quedado a follar, pero él hablaba y hablaba. Y encima aquel tipo del coche no le paraba, le dejaba hablar, igual que ahora le dejaba continuar abrazado a él en el asiento de atrás. Incluso le prestaba atención a veces, cuando dejaba de pensar: “Joder cállate de una vez y sácatela”.

Conocí a Roberto en una página de contactos de Internet. Me mandó dos fotos, una vestido y otra desnudo y me preguntó que si me interesaría quedar con él de alguna de las dos maneras. Le ofrecí vernos vestidos y acabar desnudos, a modo de primera cita. Él accedió y me vino a recoger con su pinta de tipo duro y su coche con lunas tintadas.

−Yo no follo en mi coche −me dijo.
−Eso ya lo veremos.

Pero no follamos en su coche. Aquel chico que decía que era un bloque de hielo accedió a ir con él a otro lugar, quizás para no escucharle, quizás para escucharle más rato en el trayecto. Nos fuimos a una sauna de las miles que hay por Madrid. Y he de reconocer que yo no soy chico de saunas. A mí me gustan las cosas seguras y pagar para entrar en un sitio a ligar con la posibilidad de que esté lleno de viejos no me satisfacía en absoluto. Pero como iba con polvo asegurado, accedí, obligándole a que fuera, eso sí, la mejor de Madrid.

Después de todo, aquel chico se preocupaba por la higiene, después de haber querido follar en el asiento de atrás del coche de un desconocido hablaba de higiene, se hacía el digno después de haberse dejado arrastrar, trataba de poner al menos una condición al plan que estaba montando Roberto a su manera.

Por como se manejaba el tipo por la sauna deduje que era un asiduo de aquellos lugares, aunque él me aseguró que solía ir con un amigo suyo. Ni le creí ni le di importancia, en sitios peores la había metido yo y ahí estaba. Nos dieron un condón, un sobre de lubricante, una toalla y unas chanclas y nos quitamos la ropa. Fuimos directos a uno de los cuartos privados, cerré la puerta y follamos. Aquella fue la primera cita.

Estuvieron metidos en aquel cuarto mucho tiempo más del que necesitaron para satisfacerse, pero no parecían tener prisa. El tipo de hielo parecía ahora un charco de agua entre el vapor húmedo de la sauna y Roberto le abrazaba, no fuera a escurrirse por los bordes de la cama.

−Tío, ¿Pero qué te ha pasado en el pecho? Parece que te lo han cosido a puñaladas −pregunté.

Él se acarició las cicatrices que le cubrían todo el torso sin mirarme.

−De pequeño se me cayó aceite hirviendo.

Yo asentí, pero no sé por qué, no le creí. En sus ojos, leí algo más. Quise leer una historia de maltratos, pero no me parecía adecuada para la primera cita, así que hice que leía lo que mis orejas escuchaban.

−A mí mi madre me tiró sin querer un plato de sopa hirviendo en la pierna y no pude andar en varios meses −hice una pausa−, pero no me ha quedado marca.

Él asintió en silencio, quizás entendiendo que yo sabía que me mentía, y aceptando el reto de contarme la verdad en otra ocasión.

Y ese maldito muchacho, acariciando las cicatrices de Roberto, desnudo y dormido sobre él, repugnaba. Hacía más de media hora que aquel chico había quedado con sus amigos y el móvil (colocado en el salpicadero) vibraba intermitentemente con las llamadas. Pero sus amigos no sabían que no quería moverse, que aquel “trozo de hielo” no quería coger el móvil para no despertar a Roberto, para no arrancarle de aquel sueño donde parecía tan feliz.

La imagen de tipo duro de Roberto se me fue desdibujando a lo largo de la segunda cita. De hecho se me desdibujó mi propia imagen. No quedamos para follar, a mi pesar, sino para acompañarle a un sex shop a comprar un masturbador. “¿Qué clase de tipo duro necesita ayuda para entrar en un sex shop?” me dije decepcionado. Pero aun así acepté, quizás por curiosidad, quizás por tenerle contento para preparar un tercer encuentro.

−¿De verdad vas a follarte ese cacharro?

Él sonrió y llamó a la encargada que se acercó y nos miró de arriba abajo antes de sacar el artículo de la vitrina. Me cayó mal en seguida y deseé que Roberto no se comprara aquel aparato, pero me callé, sonreí y salimos de la tienda después de pagar.

−Bueno −le dije−, ahora podíamos ir a probarlo ¿No?
−Ya te he dicho que en mi coche no follo, esto lo pruebo yo en casa y contigo nada de aparatitos.

Al final no follaron en el coche, al final, aquellos dos imbéciles, hicieron el amor en el coche. Así quizás, los dos estaban contentos: Roberto sin follar en el coche y el trozo de hielo follando en el coche. Todo es cuestión de perspectivas.

La tercera cita fue aún más rara. Quedamos para follar, pero acabamos cenando en un restaurante. Nos volvíamos ya para casa, sin que me sintiera decepcionado por no haber follado, y Roberto se metió por una carretera que yo no conocía, paró el coche en un aparcamiento y comenzó a besarme. Follamos, o hicieron el amor, y después aquel chico se quedó dormido sobre ese otro chico, que observaba sin pestañear la parpadeante luz de su móvil y acariciaba sin querer una de las cicatrices del pecho de Roberto. Cuando la luz se apagó del todo, agaché la cabeza, deposité un beso sobre la frente de Roberto y le acaricié la mejilla para despertarle.

−¿Te apetece que tomemos algo con mis amigos?