jueves, 30 de julio de 2009

Las clases de física

Le sorprendió la facilidad con la que las palabras habían salido de sus labios. No imaginaba que iba a ser así y se perdió en esa sensación sin hacer caso al sonido del metro que se acercaba. Ella seguía a su lado, a pesar de que los dos sabían que se trataba de una despedida.
Cerró los ojos y trató de imaginarla. No quiso mirarla realmente aunque estaba allí. Le bastó con recordarla.

El tren llegó finalmente a la parada y notó, aún con los ojos cerrados, como la gente se agolpaba para introducirse en el vehículo.
Ella no se movió. Él la imaginó sentada, con las manos juntas sobre su falda vaquera, mirando al frente con aire ausente o llorando.
El tren se fue y los dos se quedaron en silencio. De pronto recordó las clases de física en el instituto. Su profesora hablaba con una voz chillona mientras se colocaba las gafas con una mano y escribía en la pizarra sin parar. Odiaba las clases de física. Sin embargo, sin razón aparente, muchos años después, aún recordaba la voz de la profesora con toda claridad.
-El sonido se expande en todas direcciones por igual.-
Tantos años estudiando y sólo recordaba eso. No podía recordar más detalles de la clase. Ni siquiera evocar el nombre de la profesora que tanto había odiado. ¿Rebeca? ¿Olga?
Finalmente, sólo importaba que el sonido se expandía en todas direcciones. No importaba el odio.
Se dijo que, después de todo, las cosas nunca importaban tanto. Como aquella chica que estaba sentada a su lado en silencio. Él había creído en un tiempo que le importaba mucho, pero en aquel momento, no estaba tan seguro. Sólo importaban las clases de física.

Con los ojos aún cerrados, notó como el silencio envolvía sus cuerpos y los aislaba. ¿En qué dirección se expandía el silencio? Él creía que hacia dentro. El silencio se expande hacia sí mismo, creándose y engordándose. Podía imaginárselo como una bola transparente que va creciendo, hinchándose hacia dentro. Él sentía el silencio crecer en su interior. No sentía pena o alivio por la despedida, sólo sentía el silencio.
¿Había sentido su profesora alguna vez la expansión del silencio? Puede que se llamase Alicia, o al menos debería llamarse así. Con el tiempo se borraron nombres y caras. Al final no importaban. Las cosas siempre son las mismas, lo que cambian son los nombres y las cosas. Daba igual una despedida en la estación de metro entre ellos dos que entre cualquier otra persona en cualquier otro lugar. Las despedidas siempre son despedidas, lo que cambian son las caras y los nombres… y estos se acaban borrando.

Abrió los ojos, pero continuó sin mirarla. El silencio pareció encogerse cuando un tren entró en la estación para recoger a los viajeros del andén contrario.
Pensó que el olvido era un poco como el sonido; Ambos se expandían en todas direcciones. A él se le expandía el olvido por el corazón como el sonido de sus palabras se había extendido por el de ella.
¿Sabía su profesora, que ahora se llamaba Gema, que el olvido y el silencio también se expandían? Quizás sí. Quizás lo sabía y no les había dicho nada. Puede que fuera para protegerles o porque pensase que hay cosas que cada uno debe descubrir por sí mismo. Como que después del amor siempre se sufre, o que nada es para siempre. Si esas cosas no se pueden enseñar, la escuela en realidad no sirve para nada.
El sonido se expande en todas direcciones, sí, pero ¿Porqué el olvido se expande en más direcciones que el sonido? ¿Porqué el silencio se expande para dentro?

Se puso en pie y se marchó del andén sin mirarla. Podía imaginarla quieta, sin moverse e inmutarse ante su partida. Un nuevo tren llegó a la parada, descargando una marea de gente que lo absorbió e hizo que su silencio se expandiera de nuevo hacia sí mismo.
Decenas de personas con nombres y caras diferentes. Nombres y caras que alguien habrá olvidado u olvidará. Quizás alguna profesora de física, cansada de no poder enseñar las cosas que de verdad importan. Quizás se llame Almudena y vista con blusas de flores, quizás sea Rocío y lleve vaqueros ajustados, pero eso no importa. No importan las personas, ni sus caras, ni sus nombres.
Mientras salía de la estación y sentía el golpe del aire frío en su cara, pensaba que lo único que de verdad importa era, que el sonido, como el olvido, se expande en todas direcciones.

martes, 28 de julio de 2009

Más libertad


martes, 14 de julio de 2009

Tú y yo

Me desperté. Por la ventana abierta entraba el sonido apagado de un bolero cantado por Rocío Durcal. Alguna de las vecinas tarareaba la melodía con voz dulce. Contemplé el movimiento de las cortinas al compás de la brisa del atardecer y vi a través de ellas el anaranjado destello de las últimas luces del día.
Tú estabas sentado a los pies de la cama en aquella silla de caoba que tanto me recuerda a ti. Llevabas puestos los pantalones de lino blanco que te había regalado, y escribías algo en tu cuaderno. Tenías los pies descalzos apoyados sobre la cama, arrugando la sábana blanca bajo su peso. Me miraste cuando me moví con la certeza de que ya sabías que había despertado. Una vez más me quedé atrapado en la luz de tus ojos. Tenías una mirada clara y sincera, enmarcada en unos ojos marrones brillantes y puros, del color de la madera recién barnizada. Me sonreíste con dulzura, como sólo hacen los amantes cómplices de un secreto.
Cerraste el cuaderno con suavidad y lo dejaste sobre tu pecho desnudo. Te devolví la sonrisa y me volví a preguntar otra vez qué era lo que te ataba a mí.
La voz de Rocío Durcal se apagaba en la radio de la casa contigua y tu olor, como si hubiese estado esperando esa señal, llegó hasta mi nariz para hacerme sentir de nuevo cada una de las sensaciones que me provocaba desde el primer día. Era un olor dulce, cariñoso, como tú. Me hacía sentir protegido, seguro, invencible. Notaba como era un olor que me envolvía para abrazarme y penetrar en mí a través de las fosas nasales. Cerré los ojos para disfrutar de aquella sensación. Te levantaste, y caminando lentamente sin hacer ruido sobre las tablas de madera, te tumbaste junto a mí para rodearme con tu brazo desde la espalda.
Agarré tu mano y me la llevé a los labios para depositar un suave beso en ella. De nuevo tu olor, penetrante, fuerte. Como tú, como tus manos. Tenías manos de carpintero, manos rudas y grandes, pero sin embargo escribías poesía. Yo sabía que en aquel cuaderno estabas tratando de pintar lo que sentías por mí con palabras. Siempre te quejabas de no haber tenido mano para la pintura, como si fueses incapaz de hacerme feliz sin realizar un retrato de mi figura, de plasmar de alguna manera cómo me veías tú ante los demás.
Y no entendías que yo no necesitaba nada más que tenerte a mi lado, sin hablar. Que cada vez que despertara estuvieras allí, escribiendo algo, intentando pintar, abrazándome… Tener la certeza de que tu olor volverá a mí en algún momento, que al entrar en el baño tendré notas tuyas en el espejo… Saber que siempre podré regresar a aquella tarde de verano, que siempre podré oler tu cuerpo escuchando un bolero y que en aquel momento, abrazados en la cama, el mundo entero sólo éramos tú y yo.

domingo, 12 de julio de 2009

Cuando te duermas...

Los piratas- Cuando te duermas

Me miras con las manos escondidas en la mesa
y piensas que dirá.
Piensas que estas muerto que no existe ni un momento
para descansar.
Yo no insistiré,quizás es que has estado,
creo que podría liberar este dolor.

Lamento no entender,
creo que podría liberar este dolor.
Nunca ha estado claro de que estado te lamentas
cuando estas así.

Piensas que la risa no consigue amortiguarme
lo que tengo aqui.
Yo no intentaré saber que esta pasando,
solo trataré hacerte ver,
que este dolor se irá cuando te duermas.

Duerme que yo haré que sueñes bien mi amor.
Lamento no entender,
creo que podría liberar este dolor,
dueme que yo haré que sueñes bien mi amor.


jueves, 9 de julio de 2009

Más allá de los efectos especiales: Watchmen

Se trata sin duda de una de las mejores adaptaciones que se han podido hacer nunca de una novela gráfica. Y decimos de las mejores porque ha sido fiel, quizás demasiado, a la estética y a la novela original. Quizás por eso la cinta peque en algunas ocasiones de densidad y lentitud, aún así, si se le concede una oportunidad, es una película maravillosa que marca un antes y un después en las películas de ciencia ficción.

Y es que no se trata de una película de superhéroes. No. Se trata de una película que habla de la humanidad. Basada en una supuesta y temida tercera guerra mundial durante la guerra fría, sus argumentos siguen teniendo validez en nuestros días, cambiando las caras de los comunistas por los islamistas. Ahí sigue la amenaza.
Es una película que habla del miedo. Del miedo del hombre a lo que es diferente, a lo enmascarado, a lo que es superior.

Por supuesto, también se trata de una película desbordante de efectos especiales, acción e incluso sangre por todas partes. No te puede no gustar. Cierto es que puede aburrirte, pero tiene que gustarte. Una vez más, como ya hizo en V de Vendetta, el genio de Alan Moore ha sido capaz de plasmar una realidad apocalíptica y aterradora en un universo paralelo al nuestro. Desgraciadamente, es un universo con el que podemos identificarnos claramente.

Una película imprescindible, pero de la que se podía haber sacado mucho más partido. Quizás haya historias que han nacido para ser contadas en un libro, historias que han nacido para ser cómic e historias que hayan nacido para ser películas. Esta es una historia de cómic… y de una gran película.

domingo, 5 de julio de 2009

¿Mejor sin ti?

"Si esta es vuestra forma de amar, os ruego que me odiéis."

Moliere


A veces se está mejor solo que mal acompañado... y nos cuesta tanto darnos cuenta...