sábado, 10 de julio de 2010

Vacacioneando como Dios manda...

Este blog se va de vacaciones (sí, supuestamente no lo estaba) hasta nueva orden. Por fin podréis descansar :)

miércoles, 7 de julio de 2010

"Y con mi mano repaso las lindes delicadas de tu vivir retraído."

Después del amor- Vicente Aleixandre

Tendida tú aquí, en la penumbra del cuarto,
como el silencio que queda después del amor,
yo asciendo levemente desde el fondo de mi reposo
hasta tus bordes, tenues, apagados, que dulces existen.
Y con mi mano repaso las lindes delicadas de tu vivir retraído.
Y siento la musical, callada verdad de tu cuerpo, que hace
un instante, en desorden, como lumbre cantaba.
El reposo consiente a la masa que perdió por el amor su forma continua,
para despegar hacia arriba con la voraz irregularidad de la llama,
convertirse otra vez en el cuerpo veraz que en sus límites se rehace.

Tocando esos bordes, sedosos, indemnes, tibios, delicadamente desnudos,
se sabe que la amada persiste en su vida.
Momentánea destrucción el amor, combustión que amenaza
al puro ser que amamos, al que nuestro fuego vulnera,
sólo cuando desprendidos de sus lumbres deshechas
la miramos, reconocemos perfecta, cuajada, reciente la vida,
la silenciosa y cálida vida que desde su dulce exterioridad nos llamaba.
He aquí el perfecto vaso del amor que, colmado,
opulento de su sangre serena, dorado reluce.
He aquí los senos, el vientre, su redondo muslo, su acabado pie,
y arriba los hombros, el cuello de suave pluma reciente,
la mejilla no quemada, no ardida, cándida en su rosa nacido,
y la frente donde habita el pensamiento diario de nuestro amor, que allí lúcido vela.
En medio, sellando el rostro nítido que la tarde amarilla caldea sin celo,
está la boca fina, rasgada, pura en las luces.
Oh temerosa llave del recinto del fuego.
Rozo tu delicada piel con estos dedos que temen y saben,
mientras pongo mi boca sobre tu cabellera apagada.

lunes, 5 de julio de 2010

No conozco Madrid

No conozco Madrid, no, no sé nada de ella, ni de su gente. No he olido, por ejemplo, el aire caliente que sube de las plazas después de las tormentas en verano. Ni he paseado jamás del brazo de nadie por el Retiro. No he tenido nunca la sensación de huir, de dejarme llevar una y otra vez por las calles más antiguas de la ciudad. Nunca he sentido que Madrid me mirara y no me viera, nunca he sentido que le fuera indiferente, que me dejara ser libre. Nunca.
Y jamás he conversado con ella, ni he visto el Manzanares, ni el Lago de la Casa de Campo. Jamás he sentido su abandono al llegar agosto, nunca he visto amanecer en un tren regional, nunca he visto al sol asomarse curioso entre los edificios de la Gran Vía, preguntarme qué tal la noche, si Madrid me complace, si he encontrado lo que buscaba, si Madrid me sirve, si quiero tomar algo más, si de día también hay vida.
Madrid no pregunta, no interroga, a Madrid no le interesas, para ella todos somos hijos y extranjeros, nuevos y viejos, de siempre y recién conocidos. Ella no es mi mejor amiga, no la conozco, ni me muero por volver cuando no estoy, ni creo que la eche de menos. ¿Quién podría hacerlo? Si Madrid jamás te va a querer, te lo ofrece todo y no te da nada, Madrid es fría, elegante y altiva, orgullosa y chula. Pero yo no lo sé, no lo he sabido nunca.
Nunca me he encontrado gente en el metro que estaba sacada de cómics, o de películas, de sueños de Dalí o de historias de mi abuela, por que Madrid sigue siendo antigua y moderna, sigue oliendo a cenizas en noviembre y a purpurina en Julio. No he paseado por la Castellana en diciembre, esperando a las carrozas, calentándome las manos con castañas asadas. No, nunca he vivido Madrid. Ni conozco ninguna pradera donde se le dé la bienvenida al verano. Por que en Madrid, eso creo, el verano empieza antes y termina después, como el invierno, como todo.
Y es que en Madrid lo exagerado se hace más grande, que si hay uno allí hay diez, que a nadie le importan los sucesos, que todos somos vecinos, que nadie es de aquí, pero que todos se quedan. Nadie. Nunca he sabido nada, ni yo, ni nadie. Pero lo más importante de todo, lo que más ignoro, lo que más me asusta, es que nunca he sabido muy bien donde termina la ciudad y donde empiezo yo

domingo, 4 de julio de 2010

Papás...

Los niños comienzan por amar a los padres. Cuando ya han crecido, los juzgan, y, algunas veces, hasta los perdonan.

Oscar Wilde

jueves, 1 de julio de 2010

El fantasma 2/2

Yo no hablaba con Nacho del fantasma. Mis amigas opinaban que era mejor que se lo dijera, que esas cosas hay que hablarlas. “Pero, chica, imagínate que no lo ve y que no sabe que tiene un bicho de esos en el cuarto”. Hombre, bicho, bicho, no era, que, a veces, ni asustaba ni nada, además era un fantasma muy mono, siempre repeinado y con ese vestido blanco que le sentaba tan bien. Me recordaba un poco a mí, pero era algo más bajita. Tuvo que ser una chica muy guapa en vida, todo hay que reconocerlo, que hay muy poca gente que se conserva así de bien después de tanto tiempo muerta, ya me quisiera yo ver en las mismas. El caso es que mis amigas insistían en aquello de la comunicación y la verdad. Yo intuía que hablar del tema era como romper una norma implícita en la relación, como tocar un botón que yo sé que no debo tocar. Y así era, porque un día, tras dejarme convencer por mis amigas, le dije a Nacho que tenía que hablar con él. Le conté lo del fantasma, le pregunté si lo veía y bajó la mirada.

Desde aquel día no supe nada de él. Encima me quedé con la duda de si lo veía o no. Quizás me dejó porque se pensaba que era una neurótica o que me lo estaba imaginando, aunque quizás hubiera roto un muro que él estaba tratando de levantar. Me sentía como si le hubiera dado más fuerza al fantasma al nombrárselo a él, como si me hubiera cargado todos los esfuerzos de Nacho por fingir que no existía y por hacerme creer a mí lo mismo. Siempre me quedaré con la duda.

No volví a ver a Nacho, es cierto, pero su cuarto sí. Fue un tiempo después, una noche de viernes, casi sin enterarme, noté como algo tiraba de mí con fuerza y me encontré flotando sobre la cama de Nacho, pero a él no lo veía, solo pude ver a una chica morena, que no se parecía a mí, mirándome desde el reflejo de unos ojos.