viernes, 2 de mayo de 2008

Enésima lleva acento

Arrugué la enésima hoja de la noche y la tiré a la papelera. Fallé.
Conté diez bolas de papel alrededor del cilindro metálico y sonreí pensando que dentro había muchas más. Queráis o no, era un consuelo.
Apoyé la frente en mi puño cerrado y con la mano derecha agarré el boli y lo paseé por encima del papel sin llegar a rozarlo, paseándolo, tentándolo, provocando al papel para que le invitara a escribir algo interesante. Nada.
Un sentimiento de frustración subió con fuerza desde los pies y me golpeó con furia la cara. Comencé a garabatear con fuerza el papel, obligándole a doblegarse a mis deseos de escribir algo. Digamos que me sentía uno de esos hombres que fuerzan a las mujeres cuando no quieren acostarse con ellos y al final acaban sin conseguirlo y con un sentimiento de culpa muy grande. Esa sensación, la sensación de haber follado a la novia de un amigo y después de acabar verla desnuda en tu cama con su foto en la mesita, sentía yo sentado, jadeando por el esfuerzo con el boli aun colgando de la mano y contemplando ensimismado una hoja herida y arañada llena de rayones circulares negros. Enésima hoja más una. Fallé de nuevo.
Sentía en el pecho la opresión que produce la necesidad de escribir a las cuatro de la mañana, con los ojos hinchados y cegados por la luz de la lámpara de la mesa. Las ojeras mortecinas y la cara pálida del que no concilia el sueño porque hay algo en su interior que no le deja, un alma atormentada que es incapaz de liberar sus sentimientos. Y ni una idea. Toda la noche y nada...
-Te consideraba mejor escritor...-Me repetía la zorra de mi musa al oído una y otra vez entre risas de quinceañera. Quizás la culpa de mi poca inspiración sea del mutuo odio que nos profesamos mi musa y yo. Porque la odio, tenerlo por seguro. Es la única mujer (es una mujer, creerme, los hombres no somos tan crueles) que es capaz de tenerme despierto toda la noche, estar en mi cama y provocarme sudores por el cuerpo con la que no siento placer. ¿Dónde demonios se contratan las musas? La mía debe ser subnormal, o lerda, o tener algún defecto congénito porque creo que no sabe cual es su cometido...O alomejor está en prácticas. ¿Porqué mierda me ha tocado a mi la única musa en prácticas?
Abatido me levanté y paseé por mi cuarto. Tenía la ropa odiosamente pegada al cuerpo por una fina capa de sudor provocado por la temperatura tropical de las noches de agosto en Madrid. La ventana abierta con la persiana semibajada dejaba entrar una brisa leve, tan leve que apenas era, que movía las cortinas como si bailasen al sol del claxon de los coches.
¿Adonde va la gente que conduce por Madrid a estas horas? ¿Son delincuentes? ¿Policía? ¿Gente honrada? La gente en los coches es toda igual, si por la noche todos los gatos son pardos, se vuelven negros si van en coche. Y todos aceleraban o tocaban el claxon al pasar bajo a mi ventana. Como si mi musa estuviese sentada en el alfeizar enseñando sus muslos y pidiendo amablemente a los gatos negros que me jodiesen la vida. Debería saltar por la ventana. No, no os penseis que me he vuelto loco, bien mirado, si yo no consigo escribir algo bueno, un cronista preparado lo hará sobre mi. Ya estoy viendo los titulares (bueno, me los estoy imaginando): " Escritor fracasado se suicida por falta de entendimiento con su musa.(Y el subtítulo) Se sospecha que la susodicha inspiradora ha huido de la casa llevándose consigo las ilusiones, las esperanzas y la vida de ese pobre loco." Vale, si, es cierto. Estoy loco. Pero os aseguro que la sensación de aquella noche era horrible, no sé si habéis sentido alguna vez ese sentimiento molesto que no te deja estarte quieto, como si un zumbido constante os diese vueltas por el cerebro obligándote a hacer algo, pero no te dijera el que. Como si alguien os susurrase constantemente al oído: ¡Venga hazlo! una y otra vez. ¿Hacer qué? ¿Escribir? No deseaba otra cosa, pero al menos dime sobre qué, dame una historia que calme mi ansiedad esta noche. Puta musa, camella de ilusiones, traficante de sueños. Noches sin dormir para nada, alterando mis nervios, llevándome a la locura. Solo quiero escribir con frenesí una hoja y otra y otra y otra. Calmar así esa maldita aguja que pincha incordiantemente mi corazón diciendo: dame más dame más dame más. Para después, pasado el mono, poder dormir.
Pero siempre hay otro día. Otro día en el que al levantar ves en la mesa las hojas acusadoras y el boli traidor. Te levantas y te acercas como si te acercases a una jeringuilla usada en la que habías puesto algo más que ilusiones y después de leer lo que tanto esfuerzo te ha costado, sientes en tu corazón ese crujido en el que dices: Nunca más. Como el drogadicto novicio dice nunca más. Sabiendo que llegará la noche y que su camello jugará una vez más con él, permitiéndole o no saciar su mono, desapretar el nudo de su corazón.... y dormir de nuevo.
Enésima hoja más dos. Fallé.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la zorra de mi musa..jajaja me parto! Has sabido combinar muy bien la frustración con el toque de humor ;)me ha gustado