sábado, 19 de junio de 2010

Reflejo X

Fernando tenía la costumbre, desde pequeño, de caminar de espaldas, como si fuera un cangrejo recién salido del mar. Quizás lo hacía para no perderse de camino a casa, o simplemente porque le gustaba saber de donde venía y le interesaba muy poco saber a donde iba. Puede. Lo cierto es que caminaba hacia atrás, con tanta habilidad, que ya apenas se chocaba con la gente al salir del metro y casi nunca se caía al subir las escaleras. La verdad es que le hacía ir algo más lento que los demás, hay que tener en cuenta que, por muy raro que fuera, Fernando no tenía ojos en la nuca. Su madre siempre le regañaba.

−Un día te vas a matar −le decía−. Y no pienso enterrarte de espaldas.

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