miércoles, 16 de enero de 2008

Lavanda y jabón



Me encontré con tu esencia como flotando por la habitación. Hacía horas que te habías marchado y tu olor permanecía tumbado sobre la cama, esperando mi llegada para golpearme.
Tu avión sobrevolaba el océano en esos instantes. Y yo solo tenía tu olor.
Me acerqué temeroso a la cama, como si cualquier movimiento pudiese desparramar tu olor por el cuarto y hacerlo desvanecer entre todos los olores banales que rodean mi casa. Cómo si el aroma a cuero de los sofás quisieran competir contigo, como si el café de esta mañana aún no se hubiera rendido. Hubiera dado lo que fuera por poder cerrar la puerta y encerrarme con ese olor por siempre. Pero no podía moverme.
Con los ojos clavados en la funda de almohada me puse de rodillas y aspire levemente el aire que cubría la colcha. Segundos más tarde pasé la punta de los dedos por la superficie de raso de aquel material que cubría mi cama. Quería quedarme allí para siempre, que ningún otro olor perturbase mi felicidad. Pero sabía que eso no podía ser. Ya veía asomados en el marco de la puerta al olor de la bollería que tenía esparcida en la encimera de la mesa, el olor de mi propio cuerpo, el olor a normalidad, a rutina.
Tu olor se apagaba lentamente dentro de mis papilas olfativas, diluyéndose, desapareciendo. ¡Cuánto daría por volver a entrar en la habitación y sentirte allí! ¡Cuánto daría por no tener que abrir la ventana!
Con un suspiro de resignación y otro de responsabilidad me levanté y lentamente abrí la ventana que daba a la calle Serrano. Como un puñetazo, el aire frío de las mañanas de Marzo se coló corriendo y arrancó de la cama los pedazos que quedaban de ti para llevárselos de nuevo de mi lado. Permanecí mirando los coches y sonriendo para mi mismo hasta que escuché el teléfono del salón.
Ese sonido no me olía a ti. La calle tampoco. Habías desaparecido de mi vida por Dios sabe cuanto tiempo. Y yo tenía que contestar.
Pero era tan fácil quedarse allí... Eran tan fácil escuchar ese sonido, mezclado por el de la calle. El ruido de la vida, de las prisas. No podía recordar tu olor. Miré de nuevo la colcha de raso blanco y suspiré. Las sábanas estaban tendidas en la terraza, ya no olían a ti. En la ducha el agua se había llevado tu olor a lavanda y a jabón por el sumidero. Los sofás nunca te habían dejado impregnarles con su olor, pero aun así habían olido a ti. Todo. Desde el más triste tenedor hasta la más grandiosa de las paredes olía a ti. A cuerpo y sangre, a dulzura y pasión. A peligro, a lo desconocido. Olías a mar. Para mí eres grande, insondable y sobre todo un peligro. La tentación, el pecado. Hueles a silencio y a mentiras.
Sin muchas ganas me arrastré hasta el salón y descolgué el auricular momentos antes de que dejara de sonar.
-Hola cariño, ya pensaba que no habías llegado aún.- Contestó una voz desde el otro lado. No era tu voz.
-Estaba deshaciendo la maleta.- Contesté sin dejar de mirar fijamente uno de los sillones de cuero amarillo. Su silueta se recortaba contra la semipenumbra que aun reinaba en la estancia y se me antojaba como una gran sonrisa maliciosa. Una sonrisa que decía: Sé lo que has hecho, pero no voy a decir nada. Pero era y decía más que eso. Era una sonrisa que me atormentaría cada vez que alguien que no seas tú se siente allí. Una sonrisa que cada día me dirá: ¿Y si hoy me apetece decirlo?
-Yo vuelvo en una hora. ¿Porqué no preparas un baño caliente? Me apetece mucho charlar contigo.-
Silencio. No sabía si tenía que contestar algo.
-Vale.-
Colgué el auricular tras despedirme sin mucho afán y traté de poner en orden mi vida. Ahora estaba de pie. Mirando el sofá y su sonrisa burlona. Tenía dos esencias mezcladas en mi mismo. Tenía un olor, que se estaba descolgando por la fachada desde la ventana de la habitación y una voz, una voz que se colaba desde un teléfono y trataba de invadir aquello que le pertenece, pero que realmente nunca ha tenido.
Fui hasta el baño y abrí el grifo de la ducha.

2 comentarios:

David Rodríguez Seoane dijo...

Disculpa mi poco tacto poético pero la siguiente vez que se te quede un olor así...tan fuerte...en casa..utiliza un ambientador o un desodorante jeje...es broma Alej..es un relato excelente.

Aiii cuantos recuerdos nos dejan los olores....

Anónimo dijo...

hay olores, al igual que algunos recuerdos...que son mejor olvidar...