viernes, 29 de enero de 2010

Quinta parte

Sin darse cuenta, los días dieron paso a las semanas, y la vida de Gonzalo parecía narrada por un cuentista profesional. El único inconveniente que veía era que el traje cada vez le daba más frío, pero lo solucionaba poniéndose más ropa. No estaba muy cómodo y, por supuesto, no era estético, pero como nadie le veía, podía llevar las pintas que quisiera y rascarse las veces que fuera necesario. Por otra parte, le arreglaron la cerradura, nunca comía junto a los servicios y su jefe parecía tenerle un apego especial, incluso le había pedido que le acompañase en un viaje de negocios a Mallorca el mes siguiente. Siempre recordaría el día que se había enterado y la sonrisa de satisfacción que se le había puesto a su identidad al salir del despacho del señor Ramírez. Incluso Adela lo había notado, aunque llevaba muchos días algo más atenta a lo que Gonzalo hacía en la oficina.

-Vaya, veo que han sido buenas noticias ¿No?- Llevaba puesta la misma blusa verde que el primer día que Gonzalo se había probado el traje, durante esas semanas, se la ponía a menudo.

-Sí, geniales. Lorenzo quiere que vaya con él a Mallorca el mes que viene.-

Ella abrió mucho los ojos, casi exageradamente. Gonzalo pensó que parecía una marioneta con aquellos movimientos estudiados y artificiales. Aquella chica no le hacía mucha gracia. Era mona, eso sí, pero superficial y vacía.

-Enhorabuena.- Dijo por fin.

-Gracias.-

Gonzalo se dio media vuelta para encaminarse hacia su mesa, pero el autómata siguió en su sitio.

-¿Como te has hecho ese corte tan feo en la mano?-

Ella puso cara de circunstancia, aunque se notaba que la pregunta la había alagado. Gonzalo ni siquiera había reparado en la herida hasta ese momento.

-Mi sobrino, que tiene un gato y lo deja suelto por cualquier parte.-

-Cuanto lo siento.-

-En serio, deberían prohibir tener animales en las casas, los animales son para los zoos y para el campo, no para las casas.-

-Hay gente a las que les hace compañía.-

-Imbéciles sin duda. Algún patético sin vida social que viva sólo con un perro y le hable como si fuera su amigo.- Dijo ella a modo de broma bajando la voz.

La identidad se rió exageradamente, como ella estaba haciendo también. Gonzalo contemplaba la escena alucinado, odiando a aquella mujer y sin entender como el avatar continuaba allí plantado sin moverse, a pesar de las continuas órdenes que le enviaba.

Cuando pasó un tiempo, eterno para Gonzalo, los dos por fin se callaron.

-¿Oye te gustaría venir a cenar a mi casa mañana por la noche? Prometo que no habrá gatos.- Escucho decir a la identidad.

Adela se rió.

-Vale, si me prometes que no habrá gatos allí estaré.-

El avatar guiñó un ojo y, por fin, volvió junto a su dueño.

Aquella tarde al llegar a casa, no podía dejar de pensar en todo lo que había ocurrido con Adela y en como iba a afrontar la situación. No le gustaba que el avatar la hubiera invitado a cenar, porque no le gustaba que nadie entrara en su casa, pero entendía que algo de vida social era necesaria. Si la identidad creía que era lo mejor, es que sería lo mejor. Esa noche, se durmió sin acordarse de quitarse el traje.

1 comentario:

piero dijo...

Bueno, la verdad es que al traje no hago más que encontrarle una personalidad, gracias por hacerlo posible...