Se despertó diez minutos antes de que sonara el despertador. Se pegó una ducha rápida, se vistió con la ropa del día anterior, dio de comer a Lady y se enfundó su traje invisible de nuevo. Mientras realizaba esas tareas se sentía desnudo, como si le faltase algo y no se sintió tranquilo hasta que contempló a la identidad acercándose desde su habitación. Sintió frío de nuevo, pero como llevaba la misma ropa del día anterior, que ya eran muchas capas, decidió salir así a la calle. Además no tenía ganas de volverse a quitar el traje. Ese día le volvieron a dar una mesa que no estaba junto a los servicios en el restaurante, e incluso pudo ver como a Lorenzo le habían dado una mesa peor que la suya. Interiormente se alegró de ello.
Como la cerradura seguía chirriando al volver a casa, la identidad dejó la llave en el pomo y sacó el móvil del bolsillo, marcó un número que Gonzalo no alcanzó a ver y se acercó el aparato a la oreja.
-Buenas tardes. Mi nombre es Gonzalo Díez les llamé hace más de quince días para que vinieran a arreglar una cerradura que chirriaba y aquí no ha aparecido nadie.-
Hubo un silencio. Gonzalo no sabía que hacer, no le gustaba entrar en conflicto con la gente, pero por otra parte, el autómata sabía muy bien como arreglar determinadas situaciones.
-Bien, entiendo. Siento decirles que he puesto una queja en la asociación del consumidor contra su empresa. Pero también les diré que estoy dispuesto a retirarlas si este incidente se resuelve.-
Gonzalo pensó que el ruido que hacía la puerta tampoco era tan molesto como para mentir amenazando con denuncias.
-Comprendo. ¿Puede pasarme con su superior?-
Un nuevo silencio.
-Bien, muchas gracias, si no estoy yo estará un vecino. Mañana mismo retiraré la denuncia.- Y colgó.
Después, el muñeco se dirigió a la puerta de Emilio y llamó al timbre. Normalmente, Gonzalo se pondría rojo como un tomate, como le ocurría siempre que llamaba a los timbres o por teléfono, pero esta vez, simplemente se dejó llevar. Se había acostumbrado a que la gente no reparara en su presencia y a que su avatar resolviera sólo casi todo.
A los pocos segundos, apareció Emilio en la puerta con su bata y sus zapatillas de cuadros. Parecía enfadado. A Gonzalo le resultó raro no oler a través del umbral de la puerta los extravagantes guisos del anciano.
-Buentas tardes Emilio. ¿Le molesto?- Preguntó la identidad.
-No que va.- Dijo el vecino sin sonreír. -¿Qué quería?-
-Pues verá, no sé si sabe que la cerradura de la puerta chirría.- Señaló la puerta con el llavero colgando del pomo. –He llamado al cerrajero y vendrán mañana. No creo que yo pueda estar aquí y quería preguntarle si sería usted tan amable de estar atento por si llaman al timbre para darles una llave.-
Emilio miró la puerta y después, para sorpresa de Gonzalo, le miró a él, no a la identidad.
-Descuide, estaré en casa todo el día.-
-Muchas gracias, es usted muy amable.-
-De nada.- Contestó el anciano sin quitarle el ojo de encima.
Gonzalo se movió, molesto de ser observado. Notó como se estaba poniendo colorado de nuevo bajo el traje.
-Buenas tardes.- Dijo cerrando la puerta a modo de despedida.-
-Buenas tardes.- Contestó el avatar encaminándose de nuevo a su casa.-
Gonzalo entró preguntándose si el traje se estaría quedando sin batería. Supuestamente, duraba una semana, pero no quería arriesgarse a que se estuviese descargando y fuese levemente visible. Fue a quitarse el traje para ponerlo a cargar (ya que las instrucciones indicaban claramente que no podía recargarse mientras funcionaba), sin embargo, cuando intentó bajar la cremallera, notó que se atascaba y que costaba mucho hacerlo, como si el traje le quedase cada vez más justo. Por fin, tras unos minutos de forcejeo, consiguió quitárselo y ponerlo a cargar. Mientras se quitaba las capas de ropa, Lady se acercó a él reclamando su comida. Había olvidado por completo a la gata. La dio de comer y se fue a la cama directamente, deseando que el traje estuviera listo por la mañana.
Disfunção Erétil
Hace 7 años
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