domingo, 17 de enero de 2010

Segunda parte

A los diez días la cerradura volvió a chirriar. Lady se acercó de nuevo buscando su caricia y su comida y Gonzalo se sentó en la cocina a revisar sus facturas. En ese momento, sonó el timbre. Miró la hora en su reloj y se extrañó de recibir visita. Sólo eran las ocho, pero él nunca recibía visitas. Abrió la puerta y se encontró con su vecino de enfrente, un señor mayor llamado Emilio que se pasaba la vida en bata y alpargatas de cuadros. El hombre llevaba encima una caja cuadrada y un sobre. Mantenían una relación cortés de amistad vecinal. De hecho, era lo más cercano a un amigo que tenía Gonzalo. Era el único al que le había confiado otro juego de llaves de su piso porque le angustiaba la idea de caerse en la bañera o morir en un incendio. Él también poseía llaves de la casa de Emilio. Aún así, solían hablarse a través de la ventana de la cocina o encontrarse en el rellano, no era normal que se visitaran.
-¿Qué pasa Emilio? ¿Ha ocurrido algo?-
-No que va.- Dijo el viejo sonriente. -Esta mañana han traído esto para usted, como no estaba me lo han dejado a mí. Traían otro paquete más grande, pero han dicho que ese se lo tenían que entregar a usted. Volverán mañana por la mañana.-
Gonzalo cogió el paquete que le tendían sorprendido. Entendía que le tenían que enviar el traje, pero no había encargado nada más.
-¿Está seguro que es para mí el paquete de mañana?-
-Sí sí. Me dijeron que iban juntos. El otro paquete era enorme, más alto que usted. En fin, me meto dentro que no quiero coger frío.- Dijo tapándose con la bata.
-Muchas gracias Emilio. Buenas noches.-
Se quedó unos segundos quieto en el descansillo, pero al apagarse las luces automáticas, entró de nuevo en su piso. Lady había terminado de comer y le miraba desde la puerta de la cocina.
La carta decía:
“Estimado señor Gonzalo Díez, le hacemos entrega del traje de invisibilidad encargado y le rogamos encarecidamente que espere a la llegada de nuestros empleados para salir a la calle con él. Atentamente: La dirección de “La compra desde casa”.”.
Abrió el paquete y se encontró con un mono de color blanquecino. El mono tenía una cremallera delantera y una capucha que le cubría la cabeza por completo. Dejó el traje a un lado y cogió las instrucciones. El traje disponía de varios botones situados en la zona del pecho. Una vez se aseguró de entender completamente su funcionamiento, se fue al baño, donde estaba el único espejo de la casa, y se enfundó el traje. Le entró perfectamente. Al principio pensó en ponérselo sin nada debajo, pero el material del que estaba hecho era muy frío. Se miró al espejo y se recordó a uno de los empleados de los laboratorios químicos que trabajan con materiales radiactivos. Cerró del todo la capucha y dejó de ver nada. Después, accionó el botón correspondiente del traje y la luz volvió. Desde donde estaba veía el espejo del baño, pero en el reflejo no se veía. Veía los azulejos blancos y rosas que había a su espalda, la tapa del wc levantada y las alfombrillas azules que le había regalado su madre, pero no se veía a sí mismo. Su sonrisa se ensanchó al máximo y comenzó a dar saltos por la casa. La gata le seguía con la mirada y con el olfato a medida que iba haciendo ruido o movía cosas, pero no se le acercó en ningún momento. Practicó todo tipo de cosas con el traje antes de que se le agotara la batería. Las instrucciones advertían de que venía con el consumo mínimo para probar el traje y que era necesario cargarlo del todo antes de volver a usarlo. Enchufó su nuevo artículo y se sentó de nuevo a ver la tele junto a Lady.
Al rato llamó por teléfono a la oficina.
-Auditoría Ramírez dígame.- La voz de la secretaría de su jefe sonaba cansada, como si la llamada hubiera retrasado su vuelta a casa.
-Adela soy Gonzalo. ¿Está Lorenzo ahí aún?-
-¿El señor Ramírez? No, lo siento.- Contestó tajante.- Tendrás que esperar hasta mañana.-
-Está bien, pero ¿Puedes hacer el favor de dejarle una nota de mi parte?- Dijo muy bajito.
Gonzalo creyó escuchar un resoplido.
-A ver dime.-
-Dile por favor que mañana no voy a poder ir a trabajar, que me ha surgido un imprevisto y como tengo días libres acumulados... Dile también que sé que no es el modo de pedir los días, pero que no he tenido más remedio.-
-Entendido. Buenas tardes Gonzalo.- Dijo la secretaria sin esperar la respuesta.
Gonzalo dejó el móvil en el escritorio y notó que tenía mucho calor. Fue al baño a beber agua y vio que tenía la cara colorada. Regresó al sofá y Lady se le subió en las rodillas.
Antes de dormirse de nuevo frente a la tele, no dejó de preguntarse para qué querían su foto los del catálogo y para qué iban a volver al día siguiente.

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