domingo, 23 de marzo de 2008

Cuando sea tuyo.

Apagó el cigarrillo apretándolo despacio contra el cenicero de cristal. La colilla a medio fumar se torció y giró sobre si misma antes de caer sobre la ceniza que ensuciaba el fondo del cenicero. Antes de retirar la mano, soltó el humo lentamente, deliberadamente despacio mientras entrecerraba los ojos. Estaba tomando tiempo para pensar una respuesta, o quizás solo trataba de ponerle nervioso. Con Ella nunca se sabía.
Varios rizos de su pelo ondularon en el aire cuando giró la cabeza, pero volvieron a su anterior estado de manera elástica y natural. Tenía el pelo moreno y con grandes rizos que le caían suavemente a los lados de la cara. No intentaba recogerlo, ni retirárselo de la cara. Llevaba los ojos perfilados de un color negro que resaltaba lo oscuro de sus ojos de azabache. Todo ello la enmarcaba en un halo de misterio que le encantaba trasmitir a los demás.
-Lo que me pides está fuera de lugar.- Fue su respuesta. Salió de sus labios empujada por el último resquicio de humo.
-Tienes que entender que...- Ella le cortó levantando la mano.
Llevaba las uñas pintadas de un color rojo pasión, igual que los labios. ¿Qué clase de mujer se pintaba de esa forma tan provocadora? Tenía la cara ovalada, de piel aterciopelada morena. Su cuello bajaba sinuoso en suaves curvas hasta el insinuante escote acabado en pico.
-Déjame pensar Carlos. No hables.-
Él trago saliva y se reclinó en su sofá. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo lujosa que era aquella sala. Se encontraban en un bar de uno de los hoteles más caros de la ciudad. La ventana tras ellos estaba tapada por un espeso cortinaje de color crema, pero Carlos sabía lo que había detrás de él. Una interminable sucesión de coches pitándose unos a otros. Sin embargo a tan solo unos centímetros del atasco, el ruido era inapreciable, es más, costaba percibir la suave música clásica y los susurros de los otros clientes.
La tensión era cada vez más patente, se trataba de una especie de opresión en el pecho que ralentizaba los latidos del corazón a medida que crecía un nudo en el estómago. De su decisión dependían muchas cosas, entre ellas, la vida del propio Carlos. Se frotó las manos y miró el vaso de whisky que había sobre la mesa. El amarillento líquido dormitaba aburrido haciendo moverse lentamente los dos grandes hielos que contenía el vaso bajo. A Carlos siempre le había gustado beber en aquellos vasos bajos de culo ancho, más si como aquel, tenían parte del cristal opaco. A nadie le importaba qué bebía.
Ella se removió inquieta en su asiento y Carlos tragó saliva. Pero no dijo nada. La mujer siguió mirando imperturbable la mancha cilíndrica que había dejado su vaso de tubo cuando lo había levantado. ¿No era extraño que no hubiera un posavasos?
Carlos se alisó la solapa de su traje azul marino de Armani y después relajó el nudo de corbata negra, aunque no era eso lo que le impedía respirar. Era una tortura estar allí mirándola beber su martini con limón con lentitud mientras sus ojos se clavaban en los suyos. Era como si le dijera: Sigo pensando que no, pero me encanta verte sudar.
En efecto estaba sudando, ¿Lo notaba ella? ¿Por qué era tan corta la falda de su vestido rojo? ¿Siempre había llevado puestos ese par de muslos? Se pasó una mano por la cara para despejarse y se echó hacia atrás el pelo moreno, que le caía a los lados de la frente como dos pequeños puentes. En conjunto resultaba bastante atractivo. Sobre todo vestido con el traje y los zapatos. Parecía un delincuente venido a más con aquellos provocadores ojos verdes y aquellas facciones de tipo duro, con todos los huesos marcados. Pero no era un tipo duro y Ella lo sabía. Ella lo sabía todo acerca de él y por supuesto, disfrutaba torturándolo.
-Bien.- Comenzó por fin tras depositar de nuevo el vaso sobre el mismo cerco húmedo.- Creo que podría ayudarte, a cambio de un pequeño favor.-
-Lo que sea.- Contestó con ansiedad.
Ella sonrió.
-Tienes que venderme tu cuerpo.-
-¿Mi qué? Oh vamos, ya tienes mi alma.- A pesar de responder eso, sabía que acabaría cediendo. Era lo que siempre pasaba cuando se hacían tratos con Ella, no se podía negociar. Lo aceptabas o te ibas.
-Por los siglos de los siglos. Deberías dejar de sudar, sabes que puedo leer lo que piensas.- Él miró al suelo y después subió lentamente la vista acariciando el contorno de su cuerpo pero sin verlo, fijándose en el sofá individual de color marfil donde suavemente Ella estaba sentada. –Vamos Carlos, decide.-
-¿En que consistiría el trato?-
-Tu cuerpo será mío cuando lo quiera, cuando quiera poseerte, cuando quiera hacerte el amor, cuando quiera que hagas algo en el plano material por mí.-
-¿Y a cambio?-
Ella le miró de manera pícara, medio sonriendo medio con vergüenza, vergüenza que por supuesto ella nunca había tenido, y descruzó las piernas con elegancia dejando sus dos tacones de aguja apoyados suavemente de forma inclinada sobre la moqueta de color siena.
-A cambio, por cada vez que yo tenga tu cuerpo te concederé uno de tus estúpidos deseos.-
Él dudó.
-¿Dónde está la trampa?-
-¿Hubo trampa cuando me vendiste el alma?-
Se levantó y se quitó la chaqueta, tenía calor y Ella estaba jugando con él. No podía tomar las cosas a la ligera, tenía que asegurarse de no perder con el trato. Qué Ella iba a ganar lo sabía de sobra, no era estúpido, pero tampoco pensaba perder totalmente la autonomía de su cuerpo así como así.
-La hubo por que mi deseo era efímero, temporal. Yo seré tu siervo para siempre.-
-Si es cierto, pero eso será una vez que mueras. Tu alma solo será mía cuando mueras.-
Ella sacó otro cigarrillo y buscó a un lado del sofá su pequeño bolso negro de piel del que sacó un enorme mechero plateado con los bordes dorados.
-No tengo todo el día, mortal.-
-No parecías tener prisa cuando estabas decidiendo.-
Ella rió desenfadadamente.
-Escucha Carlos. Él no me deja interferir directamente en la vida de los mortales piadosos. No puedo hacer que ese chico olvide lo que te ha visto hacer, no puedo por que tiene una idea del bien que no coincide con la nuestra.-
-Él no está condenado como yo.-
Acabó de encender el cigarrillo y se alisó con la otra mano la falda del vestido rojo.
-Tu no estabas condenado cuando viniste a mí. Podías haber ido a verle a Él.-
-Sabía que no podría ayudarme. No del modo que quería.-
Carlos se sentó de nuevo frente a Ella y aspiró el aroma que emanaba el cigarrillo que fumaba. ¿Qué diablos huele tan bien al fumarlo?
-Mira Carlos, voy a contarte algo sobre Él a pesar de que está prohibido. Cree que cada uno tiene que aprender a conseguir lo que busca, absurdamente, cuando le pides algo, propone la manera de llevarlo a cabo poniendo a tu alcance un medio directo o indirecto de conseguirlo, pero que sin tu propio esfuerzo nunca conseguirás. Para hacer eso tienes que estar realmente convencido de que Él puede conseguirlo, sin fé, no hay regalos.- Dio una calada al cigarro.- Yo soy más práctica, si alguien quiere algo se lo doy a cambio de algo que ya no va a necesitar.-
-Pero no puedes interferir en las vidas de la gente que no cree en ti.-
-No puedo interferir en ninguna alma que no me reclame. Vine a ti cuando lo deseaste de verdad.-
-¿Va a dolerme?-
Ella sonrió y dio otra calada al cigarro.
-No podría destrozar una cara tan guapa.- Puso una mano sobre la suya. Al momento Carlos sufrió una erección terrible. Ella sonrió y retiró la mano despacio. -Quiero hacerte el amor ahora. Eso es lo que te pediré por tu primer deseo.-
-¿No dices que no puedes borrarle la memoria?-
-No, pero puedo tomar tu cuerpo y matarlo.-
-No quiero matarlo.- Se puso en pie dispuesto a marcharse. –Creo que hemos terminado por esta vez.-
-¿Te has vuelto a enamorar Carlos? Es un chiquillo, ¿Crees en serio qué podrías seducirle después de que viera como matabas a sus padres?-
Él no dijo nada, solo volvió a colocarse su traje.
-Volverás, eres mío lo quieras o no.- Carlos hizo caso omiso a sus palabras.- Quiero hacerte el amor Carlos, y lo conseguiré.-
-No lo dudo, pero aun no.- Cogió su gabardina y su sombrero del perchero y se acercó a la puerta.-
-Cuando seas mío todo habrá acabado, no volveré a ser tan generosa.-
-Cuando sea tuyo querida, cuando sea tuyo.- Y salió de la sala con una sonrisa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

...el diablo hecho mujer...me recuerda a isa...mala malisima muajajajaja

Ms. Davis dijo...

notable, el inicio, las descripciones, el modo en que se va revelando, y el corte con que se finaliza, no se si estoy perdiendo mi capacidad para criticar, pero a primera vista no ma qeuda mas que decir que es lo mejor que has escrito, es que la forma en que lo has escrito, el estilo, deveras, me a gustado mucho XD