jueves, 13 de marzo de 2008

Acto tres: Él, ella y yo, entramos en escena. La luz y él salen de escena

Él se asomó a la ventana. Yo conocía su nombre y su cara. Se parecía mucho a mi. Quizás por esa razón había ocupado mi cuarto. Era condenadamente guapo y arrebatador. Parecía recién despertado y sudaba. No llevaba puesta camiseta y quise imaginármelo con un pantalón de pijama de tela blanco. Si, sin duda iba así vestido. Aunque la verdad era que yo no alcanzaba a ver nada más que su torso desnudo apoyado en el alfeizar de la ventana. La luz que se había escapado de la habitación caía en la acera, frente a mi, proyectando sombras sobre la calle y sobre el rostro anguloso de aquel joven.
En las manos tenía un pequeño teléfono que brillaba con una luz azulada mientras él buscaba desesperadamente un número en la agenda. Cuando lo encontró, pulsó el botón de llamada y se llevó el teléfono a la oreja. Tenía las orejas pequeñas, algo despegadas de la cara y terminadas en un pequeño pico. Yo estaba convencido que se acomplejaba de ellas, pero a mi me encantaban, me parecían sensuales y originales, encantadoras. Le daban al rostro una expresión juvenil y divertida. El resto de su cara era angulosa, tenía las facciones marcadas y el mentón prominente. Estaba nervioso y en la frente se le formaban unas arrugas de preocupación. Yo sabía lo que le pasaba, pero no podía ayudarle. No hasta que no entrase en la casa.
Comenzó a hablar en susurros, sin duda para no despertar a las personas que dormían en otras habitaciones. Yo tampoco quería despertarles, solo quería verle a él, pero sabía lo que pasaría. Yo sabía a que había venido y como terminaría todo. Pero debía tener paciencia. Era importante que tuviera paciencia.
Hablaba con otro chico, parecía aliviado de escuchar su voz y poco a poco se fue serenando. En determinado momento una sonrisa fugaz se dibujo en su rostro y la luz de la habitación quedó eclipsada. Tenía dos hoyuelos muy leves marcados a ambos lados de la cara. Eran muy pequeños, pero los capté a la perfección desde donde yo estaba. El chico estaba absorto en sus propios pensamientos y comenzó a pasear la mirada por toda la calle. Sin duda miró un par de veces hacia donde yo me encontraba, pero la luz de la farola me tapaba por completo y le cegaba. La conversación concluyó y el muchacho dejó el aparato (aun brillando) sobre la ventana mientras se apoyaba en el alfeizar con los codos. Suspiró con fuerza y casi pude ver como la tensión se escapaba de sus músculos y se relajaba totalmente.
Estaba enamorado de aquel chico, de sus ojos marrones oscuros, de su potente mirada, de la luz que irradiaba al sonreír, de las arrugas de preocupación de su frente, de sus orejas puntiagudas y de su teléfono móvil. Estaba enamorado de él porque ocupaba mi habitación, estaba enamorado de él porque era como yo. Prácticamente era yo.
Se quedó un momento mirando la calle y respirando pausadamente. Me recreé pensando que el café que había tomado antes en sueño en el porche de entrada, con un juego de café que no existe había sido con él. Pensé también que todo el aire que yo respiraba llegaba hasta la ventana y era respirado por él y que compartíamos un vínculo más íntimo del que podía imaginar cualquier persona.
Finalmente cerró los ojos almendrados y se pasó una mano por el pelo. Tenía el cabello más negro que podáis imaginar. Creedme si os lo digo. La luz de la habitación se reflejaba contra él. Lo llevaba recortado en un estilo un poco desarreglado, estilo al que contribuía sin duda el hecho de que estuviera despeinado. Soñé con abrazarle mientras estaba allí cerrando los ojos y con transmitirle mi calor y mis fuerzas. Soñé con explicarle que pasaba y porque tenía esos sueños, pero no podía.
A mi lado, se materializó de repente la imagen de aquella mujer. La vi con el rabillo del ojo. Me miró y después miró al jovencito. Él no podía verla a pesar de que prácticamente estaba bajo la luz del farol. Nadie podía verla excepto yo así que la miré. La mujer sonrió y se acercó a mi. El chico apagó la luz y, con la ventana aun abierta, se introdujo en su habitación. Mi habitación. La mujer me estaba besando en los labios y yo tenía los ojos cerrados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

deja de querer matar a personajes de harry no? que te vas a quedar solamente con las tapas del libro!!! jajaja

te besa una chica...oh my god...