martes, 29 de junio de 2010

Mientras tanto, miro la vida pasar...

Fangoria - Miro la vida pasar

Mi indiferencia natural
Curtida en mil batallas contra la pereza
Borrar del mapa todo amor
Porque en mi vida todo acaba como empieza

Y en plan travesti radical
Le doy la espalda a cualquier muestra de tristeza
¿Melancolía o decepción?
¿Felicidad o tentación?
Todo podría ir a peor...

[Estribillo]
Mientras tanto miro la vida pasar
Y no sabes cuanto me cuesta aceptar que no volverás
Por el momento miro la vida pasar
Sin venir a cuento alguien te vuelve a nombrar

Pasado el tiempo sigo igual
A veces pienso que he perdido la cabeza
Y algunos días sin razón
Ya ni me late el corazón
En esta cárcel de rencor

[Estribillo]

Siempre he sido fuerte
Aunque a veces he dudado
Si la suerte no se ha reído de mí...

domingo, 27 de junio de 2010

El fantasma 1/2

Mi exnovio tenía un fantasma en casa, yo siempre se lo decía a mis amigas. Les decía: “Nacho tiene un fantasma en casa”, “¿Pero cómo en casa?, ¿en toda la casa?”, me preguntaban. “¡Qué va, mujer!, solo en la habitación.” “A bueno, menos mal, chica, me estabas asustando, si no, menudo engorro”. Y es que un poco engorro si que era, la verdad, porque una empieza a ponerse tierna y picantota y viene el bicho ese de repente, así, sin sábana blanca ni nada, a ponerse en medio. Para mí que era un fantasma algo celoso, si no, ¿a qué venía eso de aparecerse en el dormitorio cuando íbamos a acostarnos? Y mira que no se aparecía ni cuando lo hacíamos en el coche ni en mi casa. Ahí nada, a veces, en mi casa, me quedaba esperando, muy quieta, por si veía su silueta reflejada en las pupilas de Nacho, pero nada. Por que esa es otra, jamás aparecía directamente, siempre tenía que verlo reflejado en sus ojos.

Siempre era igual, primero Nacho me sonreía y me acariciaba. Luego se ponía a pensar, por que ponía esa cara de pensar tan típica en los hombres, esa cara que dice: “Estoy pensando, no me toques que no puedo hacer otra cosa” y dejaba de mirarme. No miraba a nada, vamos, yo no veía que en la pared de enfrente o en el techo del cuarto, hubiera nada que mirar y se quedaba allí sin dejar de acariciarme mientras fingía que no me daba cuenta, pero yo sabía que estaba apunto de aparecerse, era casi como si lo oyera aullar por el pasillo. La mayoría de las veces intentaba no mirar, que vaya susto el primer día, pero con el tiempo, una se acaba acostumbrando. Luego, pasado un rato, cuando ya no se podía fingir más, cuando estaba apunto de preguntarle a Nacho si le pasaba algo, el fantasma se iba, de golpe, ni siquiera usaba la puerta, y Nacho despertaba, como si hubiera estado poseído, quizás estuviera poseído. Y me volvía a mirar con ojos tristes, como si le diera lástima, y seguía acariciándome. A veces pienso que me acariciaba como por obligación. En su cuarto, con el fantasma, nunca quería hacerlo, es como el que saca al perro por las noches, malditas las ganas que tiene de salir de casa, pero hay que sacarle, si no el perro se muere. Yo le sonreía, como una tonta, porque eso dicen mis amigas que soy: una tonta, y aceptaba su mirada de lástima y sus caricias de segunda mano. Por que en su cuarto, después de que el fantasma se hubiera ido, sus manos me rozaban como si estuvieran usadas, la verdad que no entiendo porque tenía esa sensación, pero así es, eran como manos que me tocaban a mí porque no podían tocar a quien querían, como manos conformistas.

sábado, 26 de junio de 2010

La vida


miércoles, 23 de junio de 2010

Sanjuaneroperdido

Quizás en las fiestas de San Juan, quizás en otro lado en otro momento, quizás vuelva :)

lunes, 21 de junio de 2010

"¿Recuerdas, dime, / aquellos juncos tiernos / lánguidos y amarillos/que hay en el cauce seco?"

¿mi Amor? - Antonio Machado

¿Mi amor?...¿Recuerdas, dime,
aquellos juncos tiernos
lánguidos y amarillos
que hay en el cauce seco?...

¿Recuerdas la amapola
que calcinó el verano,
la amapola marchita,
negro crespón del campo?...

¿Te acuerdas del sol yerto
y humilde en la mañana,
que brilla y tiembla roto
sobre una fuente helada?...

sábado, 19 de junio de 2010

Reflejo X

Fernando tenía la costumbre, desde pequeño, de caminar de espaldas, como si fuera un cangrejo recién salido del mar. Quizás lo hacía para no perderse de camino a casa, o simplemente porque le gustaba saber de donde venía y le interesaba muy poco saber a donde iba. Puede. Lo cierto es que caminaba hacia atrás, con tanta habilidad, que ya apenas se chocaba con la gente al salir del metro y casi nunca se caía al subir las escaleras. La verdad es que le hacía ir algo más lento que los demás, hay que tener en cuenta que, por muy raro que fuera, Fernando no tenía ojos en la nuca. Su madre siempre le regañaba.

−Un día te vas a matar −le decía−. Y no pienso enterrarte de espaldas.

jueves, 17 de junio de 2010

Libertad...

"La libertad es para soñarla."

Carmen Martín Gaite

martes, 15 de junio de 2010

Y nos preguntamos qué falla...

Hoy en el autobús iba escuchando la conversación de dos niñas, se han puesto a jugar y a cantar una canción que ya se cantaba cuando yo era un crío, incluso yo la he cantado alguna vez. La canción decía: "Don Federico mató a su mujer, la hizo picadillo y la puso a remover". Al escucharla de nuevo se me han puesto los pelos de la nuca de punta, y no por la entonación de las niñas precisamente.
Y luego, nos preguntamos qué es lo que falla...

domingo, 13 de junio de 2010

"So don't bother, be unkind"

Shakira - Don´t Bother

She's got the kind of look that defies gravity
She's the greatest cook
And she's fat free

She's been to private school
And she speaks perfect French
She's got the perfect friends
Oh isn't she cool

She practices Tai Chi
She'd never lose her nerve
She's more than you deserve
She's just far better than me

Hey hey

So don't bother
I won't die of deception
I promise you won't ever see me cry
Don't feel sorry

And don't bother
I'll be fine
But she's waiting
The ring you gave to her will lose its shine
So don't bother, be unkind

I'm sure she doesn't know
How to touch you like I would
I beat her at that one good
Don't you think so?

She's almost 6 feet tall
She must think I'm a flea
I'm really a cat you see
And it's not my last life at all

Hey hey

So don't bother
I won't die of deception
I promise you won't ever see me cry
Don't feel sorry

Don't bother
I'll be fine
But she's waiting
The ring you gave to her will lose its shine
So don't bother, be unkind

For you, I'd give up all I own
And move to a communist country
If you came with me, of course
And I'd file my nails so they don't hurt you
And lose those pounds, and learn about football
If it made you stay, but you won't, but you won't

So don't bother,
I'll be fine, I'll be fine, I'll be fine, I'll be fine
Promise you won't ever see me cry

And after all I'm glad that I'm not your type
Promise you won't ever see me cry

So don't bother,
I'll be fine, I'll be fine, I'll be fine, I'll be fine
Promise you won't ever see me cry

And after all I'm glad that I'm not your type, not your type, not your type, not your type
Promise you won't ever see me cry

viernes, 11 de junio de 2010

Los polos invertidos (FIN)

Había estado esperando durante varias horas en la puerta de la habitación. No querían dejarle entrar hasta que no estuviera del todo despierto, pero le aseguraron que estaba bien. Al día siguiente le harían unas pruebas para comprobar los daños en la cabeza, pero probablemente pudiera marcharse a casa por la tarde. Borja tenía una pierna rota y varias contusiones en las costillas, por lo demás estaba sano. Una enfermera salió a decirle que Borja se había dormido y que podía regresar al día siguiente si quería. Julio preguntó si podía quedarse con él por si se despertaba y la enfermera lo dejó pasar a la habitación. Borja dormía tapado con una sábana hasta los hombros, tenía los brazos relajados y una pierna sostenida en alto. Julio pudo fijarse en sus facciones por primera vez. Parecía mucho más joven de lo que era y la tranquilidad de su cara recordaba una especie de serenidad que relajó a Julio. Sin saber por que, se acercó y dejó su chaqueta y la corbata en el sillón que había junto a la cama, luego se sentó y cogió la mano del chico. La enfermera volvió al rato con una almohada para Julio.

−No se preocupe, se pondrá bien.

−Gracias.

−Es muy guapo, menos mal que llevaba casco.

Julio sonrió.

−Sí, la verdad es que sí.

−¿Llevan mucho tiempo juntos?

−¿Perdone?

−Qué si…Oh, perdón, he supuesto que eran pareja… lo siento.

Julio miró a Borja y la enfermera se marchó de allí en silencio. Pensó que hubiera sido muy fácil tranquilizarla, decirla que no se preocupara, que no le había molestado y que no, no eran pareja. Incluso habría disfrutado pudiendo contarle a alguien la historia de cómo se habían conocido, pero no lo hizo. No sabía la razón, pero prefería no hablar de Borja, de momento era algo suyo, solo suyo. Su móvil sonó. Era un mensaje de Ramón. Apagó el teléfono sin leerlo. Colocó la almohada y volvió a agarrar la mano de Borja hasta que se quedó dormido.

Borja pone sin cuidado toda su ropa del armario en la maleta mientras Julio le mira desde el quicio de la puerta. No se han dirigido la palabra en todo el día y se han visto llorar varias veces.

Julio: No tienes por que irte, no seas cabezota, Borja, ¿es que no podemos hablarlo?

Borja: No tengo más que hablar, me quieres fuera de tu casa y eso haré. Me iré con mi mamaita y mi papaito a que me mantengan mientras hago fotos.

(Julio se calla lo que iba a decir y permanecen un rato en silencio.)

Julio: Escucha, sé que me pasé el otro día, pero había puesto mucha ilusión en el viaje.

(Borja sigue abriendo cajones y metiendo su contenido en la maleta.)

Borja: ¿Qué pasa que te ha entrado el miedo de que te denuncie y ya no quieres que me vaya?

Julio: ¿De qué? ¿Por qué ibas a denunciarme?

Borja: Por el accidente, por casi dejarme tullido.

Julio: Esto es el colmo, ¿pero se puede saber de qué vas? ¿Sabes que yo podría haberte denunciado a ti también? El accidente lo provocaste tú, las marcas en el asfalto eran de la moto, fuiste tú el que perdiste el control, ¿sabes?, siempre has tenido esa idea ridícula de que te tenía en mi casa por lástima. ¡No te conocía de nada, joder! Y hace ya casi seis meses, ¡seis meses, por Dios! Eso me pasa por enredarme con niños. ¿Y lo de casi tullido? Pero si tenías una pierna rota, pierna que hace ya más de un mes que está totalmente recuperada.

Borja: ¿Entonces no estás conmigo para que no te denuncie?

Julio: Con todo lo que me he gastado en ti estos meses habría cubierto de sobra una indemnización.

(Julio se sienta en la cama y mira a la pared, están en lados opuestos de la habitación, de manera que se dan la espalda.)

Julio: (Muy calmado) Lárgate.

Borja: Pero si no es por lástima puedo quedarme, ahora ya…

Julio: (Sigue calmado) Vete, Borja, no quiero volver a verte.

(Borja se queda quieto un rato sin saber que hacer, tiene una camiseta entre las manos. Llorando en silencio, termina de hacer la maleta, la cierra y sale de allí.)

Borja abrió los ojos, se sentía muy mareado y perdido. Vio las luces blanquecinas de los fluorescentes del pasillo y la sombra abotargada de su pierna. En seguida recordó lo que había pasado y se agitó. Entonces se dio cuenta de que su mano agarraba la mano de otra persona. Giró la cabeza y vio a Julio dormido sobre un sofá. Al moverse, se despertó también y lo miró sonriendo. No sabía que pensar, y, sobre todo, no entendía por qué se alegraba tanto de que aquel desconocido siguiera con él. Julio se levantó sin soltarle la mano y se acercó a la cama. Le preguntó si estaba mejor, con una voz muy grave y muy dulce, una voz que en seguida hizo que Borja se relajara y se dejara caer de nuevo sobre la cama. Asintió sin hablar.

−Llamaré a la enfermera.

−No, estoy bien, de verdad.

Julio puso su mano sobre la cabeza, no tenía fiebre, al menos no se le había infectado la herida.

−Dime la verdad, me la han amputado.

Permanecieron en silencio, luego Julio se echó a reír.

−Solo tienes la pierna rota, el médico ha sido muy optimista.

A Julio le pareció que se decepcionaba.

−¿Querías que te la amputaran o qué?

−Claro que no −dijo riendo.

Al día siguiente le hicieron las pruebas, momento que Julio aprovechó para irse a su casa, ducharse y volver con ropa limpia. Tuvo que mentir en el trabajo para faltar aquel día, pero quería asegurarse de que Borja no tenía nada. Cuando le dieron el alta, Julio insistió en que se quedara unos días en su casa hasta que pudiera manejarse con las muletas.

−Y que conste que solo me mueve el interés económico, en cuanto esté seguro de que no me vas a denunciar, te pongo de patitas en la calle −dijo Julio riendo mientras le ayudaba a meterse en el taxi.

Una calle de barrio, a la izquierda hay un local cerrado con una persiana metálica y un graffiti pintado. A la derecha hay un semáforo. Borja aparece por la derecha y camina perfectamente, lleva la maleta que ha sacado de casa de Julio y carga la muleta sobre el hombro. Llega a la puerta metálica y la abre, deja lo que lleva en el suelo y destapa su moto, la saca del garaje, cierra la verja y la arranca. Mientras cierra la persiana, un coche ha aparecido por la izquierda y se para junto al semáforo, es un Peugot 406 gris. Borja se monta en la moto, arranca y choca contra él.

miércoles, 9 de junio de 2010

La vida a los 40

lunes, 7 de junio de 2010

Los polos invertidos (II)

Julio sale de la habitación y Borja al verlo se limpia las lágrimas.
Julio: ¿Otra vez llorando?
Borja: Déjame en paz.
Julio: Ya te he dicho que lo siento, Borja, no sé qué quieres que haga.
(Borja gira la cabeza y deja de mirarle.)
Borja: Más lo siento yo.
Julio: Estoy empezando a cansarme de tus niñerías. El médico me dijo que estabas perfectamente para que nos fuéramos, siempre y cuando no te hiciera caminar mucho.
Borja: El médico dirá lo que quiera, pero yo no voy a la playa con la pierna así.
Julio: Ya, ya lo he visto. Sin importarte una mierda lo que los demás hayamos tenido que hacer para organizarlo.
Borja: Tu te crees que lo sabes todo por que tienes un trabajo y un piso y que puedes llevarme y hacer conmigo lo que te de la gana por que soy un niñato muerto de hambre.
(Julio le mira sorprendido.)
Julio: Jamás te he reprochado el que no trabajes.
Borja: ¿Ves?, es eso. Para ti las fotos son una afición, pero es mi trabajo. Quizás deberías echarme de tu casa si piensas eso. ¿O sientes lástima por el tullido que tiene que usar muletas por tu culpa?
Julio: No empieces con el tema, Borja, el accidente no fue culpa de nadie.
Borja: Ya.
Julio: Revuélcate en la mierda todo lo que quieras, cuando estés dispuesto a madurar y a hablar como adultos, te estaré esperando.
(Julio se va del salón y entra en su cuarto dando un portazo.)

−¿Quién es usted?
La enfermera ni siquiera le miraba, solo tecleaba cosas en su ordenador mientras mascaba chicle. Julio pensó la respuesta: “¿Quién soy?” Lo cierto era que no conocía a Borja de nada, de hecho en ese momento se dio cuenta de que ni siquiera sabía su nombre, pero dudaba que a la enfermera le interesara la historia. El conductor de la ambulancia y el guardia civil le habían dicho que no era necesario que le acompañara hasta el hospital, pero había sentido la necesidad de hacerlo, quizás movido por el sentimiento de culpa de haberlo querido abandonar antes. El camillero fue hablando con él mientras atendían a Borja y le explicaba que tenía pinta de no haber sido muy grave. Julio dejó su coche a cargo del guardia civil, que lo vigilaría hasta que llegara la grúa. Desde la moto del guardia, escuchaba las preguntas y respuestas que los médicos le hacían a Borja para comprobar si estaba consciente:
−¿Dónde vive?
−En un piso en la calle Princesa.
−¿Cuántos años tiene?
−Veinticuatro.
−¿Vive solo?
−Sí, es un piso compartido.
−¿Tiene familiares en Madrid?
−No.
−¿Cómo se llama?
El guardia civil le tocó en el hombro.
−¿Puede soplar aquí?
Luego ya no había podido dejarle solo. Quizás el hecho de enterarse de que tenía casi diez años menos que él y que estaba solo en Madrid le hizo sentir la necesidad de protegerlo. A los médicos les había costado soltarles las manos, le aseguraron que Julio seguiría allí, que no se iba, pero que tenía que hablar con las autoridades. Todos daban por supuesto que se conocían, incluso el guardia civil que no les había visto juntos. Después de rellenar el informe, pidió permiso para ir en la ambulancia. Borja estaba sedado, pero le había prometido que se quedaría con él. “¿Qué quién era?”.
−Soy un amigo, he venido con él en la ambulancia.

Borja silba mientras ve la televisión, Julio entra por la puerta y sonríe al verlo silbar, pero Borja se calla.
Julio: ¿No piensas hablarme nunca?
(Borja no contesta.)
Julio: Es absurdo que vivas aquí y que no hablemos, creo que tenemos que aclarar algunas cosas.
Borja: (Sin mirarle) Tú tienes la “verdad absoluta”, ilumíname con tu sabiduría.
Julio: No me jodas con estupideces y mírame a la cara, vamos a hablar.
Borja: Algunas personas llaman a esto hablar.
(Sigue sin mirarle.)
Julio: Si quieres que las cosas sean difíciles, serán difíciles. Mañana te quiero fuera de mi casa. Buenas noches, Borja.
(Julio se mete de nuevo en su habitación. Borja se queda mirando fijamente la televisión, están emitiendo un programa de preguntas y respuestas.)

domingo, 6 de junio de 2010

"No me fío de la rosa"

No me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.

Pedro Salinas - Fe mía.

jueves, 3 de junio de 2010

Y punto.

Un hombre de virtuosas palabras no es siempre un hombre virtuoso.
Confucio

martes, 1 de junio de 2010

Los polos invertidos (I)

Solo había dos personas circulando: Julio en su Seat León negro recién lavado y Borja en su Ducati de segunda mano llena de remiendos. Y chocaron, como el que no quiere la cosa, como dos imanes que se atraen en una carretera desierta y que más tarde se repelen al invertirse sus polos. Así fue lanzado Borja, de su moto hacia el arcén, cuando la rueda delantera hizo contacto con el parachoques del coche, como si solo ese roce hubiera invertido los polos de los imanes, como si no hubiera podido ser de otra manera. Julio no vio la moto, solo escuchó el golpe, como un frenazo y un crujido. Escuchó la moto caer por encima de la música de la radio y deseó que no fuera cierto. Eso es lo único que acertó a pensar, deseó que no fuera cierto, que fuera una mala jugada de su imaginación para que estuviera más atento. Luego, rápidamente, deseó huir, decidió que nadie había visto el accidente y que no había sido culpa suya, que él bien podía no haberse dado cuenta de nada y por lo tanto ser inocente. Mucho antes del choque, cuando había salido a la nacional, Julio solo podía pensar en Ramón. A decir verdad, ni siquiera pensaba en Ramón, si no en la actitud del propio Julio hacia el muchacho. No se explicaba como se había dejado convencer a su edad por un chaval de apenas veintidós años, que encima ni le gustaba. Pero siempre era igual, ellos le llamaban y él acudía, aunque tuviera que ir desde el trabajo, para recibir su dosis de caricias y volver a casa. Y no entendía por qué lo hacía, por qué siempre iba y por qué se sentía tan mal al regresar a su piso. Entonces escuchó el choque, sin percibir que ya llevaba más de diez kilómetros dando vueltas a lo mismo, despertando de repente y deseando que no fuera cierto. En ese momento, su mente, muy lejos ya de Ramón y de cualquier otro chico, hizo que sus músculos detuvieran el coche en el arcén y pusieran las luces de emergencia. Luego, como si aún deseara que fuera todo un sueño, se quedó un instante mirándose las manos agarradas al volante. Apagó la música y se miró en el retrovisor. “¿Qué he hecho?”.

Apartamento del centro de Madrid, hay una puerta al fondo que da a la calle, a la derecha hay otra puerta entreabierta que da a la habitación de Julio, a la izquierda, una barra americana separa el salón de la cocina, donde solo hay una mesa con dos sillas. En la parte delantera del apartamento hay un sofá y una televisión.
Borja llega de la calle, lleva una bolsa de un restaurante de comida rápida y una muleta en la que apenas se apoya. Deja la bolsa en la encimera de la cocina y sonríe al ver que Julio se ha quedado dormido en el sofá con un libro entre las manos. Despacio, se acerca y apaga la luz de la lamparita. Julio no le ha oído llegar y sigue durmiendo mientras Borja prepara los platos para la cena y pone la mesa. Cuando está volcando los fideos chinos sobre los platos, Julio se despierta y se acerca por detrás, lo abraza somnoliento y le da un beso en el cuello. Borja se gira, sonríe y le devuelve el beso, esta vez en los labios. Se quedan un rato abrazados en silencio.
Julio: Empiezo a pensar que llevas la muleta solo como complemento.
Borja: El médico me dijo cinco meses.
(Julio mira la muleta apoyada en una esquina de la cocina y acaricia distraídamente el pelo de Borja.)
Julio: ¿Has hecho muchas fotos hoy?
Borja: Creo que son todas malísimas, pero hasta que no las revele no puedo decirte nada.
(Los dos terminan de servir la mesa y empiezan a cenar.)
Borja: ¿Y tú?, ¿qué tal en el estudio?
Julio: Un día agotador, la señora de Villaviciosa no está contenta con los planos y mañana tengo que levantarme pronto para revisarlos. Encima, al volver a casa había muchísimo tráfico, no sé que narices han hecho, pero he estado casi parado hasta entrar en Madrid.
(Borja sonríe y le agarra la mano. Julio también sonríe.)
Julio: Tengo una sorpresa, pero no puedo decirte más hasta el fin de semana.

Borja se preguntaba si había guardado bien la Nikon en la mochila. Le molestaba mucho hacerse siempre ese tipo de preguntas: “¿He cerrado la puerta?, ¿me habré dejado la luz encendida?, ¿he cogido las llaves?” y siempre las acompañaba la misma sensación de sofoco, un golpe de calor que va a estallar, subiendo desde el estómago, como un fuego artificial, en su cara. Separó la mano de la moto y se palpó la espalda. En la mochila solo estaba la cámara, así que no le costó mucho encontrarla. Se relajó, pero la sensación de calor no se fue. Se arrepintió de haberse puesto la cazadora. No le gustaba la primavera ni el otoño, odiaba no poder preveer el tiempo. Intentó desabrocharse la cremallera de la chaqueta de cuero mientras pensaba en las fotos que había hecho. Si no conseguía hacer una exposición con ellas, siempre podía vendérselas a alguna revista de viajes. Al menos quería que le sirvieran para pagar la gasolina de la moto y para comprarse otro carrete nuevo. La cremallera de la cazadora se quedó atascada y Borja tiró con más fuerza, haciendo que la Ducati se desequilibrara. Rápidamente, soltó la chaqueta y colocó las dos manos sobre el manillar, recuperando el equilibrio, pero al mirar al frente, no pudo esquivar el parachoques del Seat León negro al que se acercaba peligrosamente.

Julio abre la puerta del piso y entra con unas maletas, se dirige directamente a la habitación y cierra la puerta. Borja entra y se sienta en el sofá, tirando la muleta de mala manera al suelo. Desde el salón se oye el ruido de la ducha y Borja empieza a llorar.

Suspirando, Julio se puso el chaleco reflectante sobre la chaqueta del traje y se aflojó el nudo de la corbata. Salió y se acercó despacio al chico que estaba tendido en el suelo, como si temiera que se levantara de golpe convertido en un zombie o como si fuera a atacarle en venganza por el accidente.
−¿Se encuentra bien?
Como no había respuesta, se arrodilló junto al cuerpo imaginándose lo peor y le quitó uno de los guantes para tomarle el pulso: estaba vivo. Borja abrió los ojos y se le quedó mirando sin decir nada. Los dos se quedaron en silencio hasta que Borja intentó incorporarse. Julio se lo impidió poniéndole una mano en el pecho.
−No se mueva, voy a llamar a una ambulancia.
Cuando se levantaba, Borja le agarró de la mano con fuerza.
−Estoy solo.
Julio se arrodilló de nuevo.
−No se preocupe, solo voy al coche, tengo el teléfono allí. No le dejaré solo.
Tragó saliva y se odió a sí mismo por haber deseado salir corriendo momentos antes.
−No te vayas, estoy solo.
Sonrió y apretó la mano del motorista entre las suyas.