martes, 9 de marzo de 2010

Día seis

Me desperté de aquella siesta sin saber donde estaba. Ya se había hecho casi de noche y seguía lloviendo. Toni no apareció por la habitación en el resto de la tarde y tras cenar, subió a la buhardilla él sólo. Yo me quede en el cuarto, ojeando por encima el libro de “Matilda” que se había dejado sobre su mesita.

Aquella noche, la noche del miércoles al jueves, tuve mi segundo sueño extraño. Yo estaba caminando por un pasillo estrecho al fondo del cual había un ventilador enorme dando vueltas. Al principio, el aire del ventilador no me molestaba, pero llegó un punto en el que su velocidad era tan alta, que no me permitía avanzar. Por más que lo intentaba, el aire me devolvía hacía atrás, aunque lograse ganar algunos metros. Yo podía ver como mis padres, mis compañeros del colegio y otra gente, avanzaban sin ningún problema y yo trataba de esforzarme por hacer como ellos y superar la corriente. Encima, todos me miraban con una cara que era mezcla de sorpresa y decepción cuando pasaban por mi lado. Mi padre ni siquiera me miró.

Me desperté de golpe, con todos los músculos en tensión y muy fatigado. Toni estaba sentado en su cama y me miraba.

−Has tenido una pesadilla. ¿Estás bien?

Yo me dejé caer sobre la cama de nuevo, aliviado.

−Sí. −Tragué saliva−. ¿Te he despertado?

−No, no te preocupes. ¿Te vas a volver a dormir?

Le miré.

−¿Por? ¿Qué hora es?

−Las doce.

La verdad era que tenía intención de dormirme, pero claro, siendo la hora que era, lo veía como algo improbable. No si encima quería dormir en condiciones aquella noche, por lo que decidimos levantarnos. Al parecer, todo había vuelto a la normalidad por si solo.

−Siento que tu padre te pegara ayer −me dijo cuando íbamos a salir de la habitación.

No pude verme, pero sé que enrojecí.

−No tiene importancia, no me hizo daño −dije acariciándome la mejilla.

−No, claro, en la cara no. −Y salió del cuarto.

Yo me quedé un instante pensando en qué había querido decir con aquella frase y le seguí hasta la cocina.

Estuvimos todo el día juntos, acabando por fin los deberes. Aquel día llovió muy poco, aunque constantemente. Según habían anunciado, para el día siguiente, ya se esperaba un tiempo más despejado. Yo tenía esperanzas de ello y por eso terminamos los deberes por la mañana, para poder disfrutar del último día que pasaríamos en el campo con tranquilidad. Mi padre volvía a trabajar el sábado y la familia de Toni no quería quedarse sola otros dos días allí.

−Bastantes procesiones se ha perdido ya mi madre como para que no vaya a la del viernes santo… −dijo Toni cuando estábamos corrigiendo ambos los ejercicios del otro.

−Te has equivocado en este ejercicio. −Le mostré el problema−. Has confundido los datos.

−A ver, déjame mirar. Tú revisa esta oración, no has puesto que tipo de frase es.− Nos intercambiamos los cuadernos.

−A mi padre es que no le gusta viajar cuando viaja todo el mundo. Por eso no cogió las vacaciones hasta el sábado y no le importa trabajar otra vez el sábado. Dice que así no se come la caravana −dije mientras completaba el ejercicio.

−Julio, creo que mi ejercicio está bien. Si lo haces como tú dices, usando los datos al revés, el resultado no es correcto.

Volví a coger el problema y lo revisé. Tenía razón, me había despistado y me había equivocado al corregir. Él, por su parte, había acertado con mi fallo. Aquella noche, volvimos a quedarnos hasta las tantas hablando de nuestras cosas.

2 comentarios:

Frases Robadas dijo...

No lei nada del blog, pero te sigo porque lei "Alcala de Henares".

Hay lugares que se te graban a fuego en la retina. Ese fue uno.

Un abrazo desde Argentina.

white dijo...

¿cómo osas alejarte diez días y dejarme con esta intriga?
¿Has pensado lo malo que es eso para la recogida de papeles?