martes, 2 de febrero de 2010

Sexta parte

La identidad lo había hecho todo: Había encargado la cena, había puesto la mesa y se había cambiado de ropa. Gonzalo cada vez se sentía más inseguro con la cita y no le atraía nada la idea. Además, al subir las escaleras, se había encontrado con Emilio sacudiendo su felpudo, pero no le había dirigido la palabra. Por si fuera poco, hacía como dos días que no veía a Lady, aunque sabía que seguía en casa porque los cuencos de comida se vaciaban. La cena llegó antes que Adela y la identidad la guardó en el horno para que no se enfriase. Después, la sirvió en el salón cuando Adela llamó diciendo que estaba llegando. Puso algo de comida en el cuenco de la gata y esperó en el pasillo a oírla comer. Entonces, cerró la puerta de la cocina para que no saliera. Gonzalo intentó detenerle, a la gata no le gustaba estar encerrada, pero la identidad no respondió a sus órdenes. Cansado, trató de quitarse el traje, la situación comenzaba a ser angustiosa y no quería que aquella mujer horrible entrara en su casa. El botón de apagado no funcionaba y la cremallera estaba atascada. Intentó quitárselo mientras la identidad y la muchacha hacían manitas en la puerta y al acercarse al salón. Ella había venido conscientemente provocadora, con un escote pronunciado y una falda corta, lo que parecía que a la identidad le gustaba, ya que no dejaba de mirarle los pechos. Por fin, cuando los dos se sentaron en el sofá para charlar antes de cenar, Gonzalo pudo acceder a uno de los cuchillos que había preparados sobre la mesa y cortó parte de la cremallera. Se hizo un rasguño en la piel.

-Maldita sea.- Gruñó.

No se había dado cuenta, pero el avatar también había pronunciado aquella expresión.

-¿Cómo dices?- Preguntó Adela que se había inclinado hacia delante para besarle.

-Nada nada. Tonterías mías.- Se apresuró a responder el autómata.

Gonzalo, aliviado, siguió cortando trozos de traje.

-Lárgate de aquí.- Gritó, y el autómata también lo hizo.

-¿Qué?- Dijo ella poniéndose en pie.

El avatar sonrió, recuperando la compostura.

-Es una broma mujer, ven, siéntate.- Y acto seguido volvió a decir. -No, vete, déjanos en paz.-

-“¿Déjanos?” Gonzalo estás muy raro.-

-No me pasa nada Adela, no seas paranoica y ven aquí conmigo.- La identidad se puso de pie y agarró a la mujer de la mano.

-Me das asco y eres estúpida, márchate ahora mismo o no respondo de mí.- Volvió a decir, haciendo que el autómata la soltara con violencia.

El rostro de la mujer era una mezcla de sorpresa, miedo y decepción.

-Pero…-

-¡Vete!- Gritó Gonzalo con todas sus fuerzas.

La mujer cogió su chaqueta y salió disparada de la casa. Gonzalo cayó al suelo de rodillas, exhausto, mientras su identidad permanecía quieta en el mismo lugar. Intentó quitarse el traje de nuevo, pero no respondía. Podía notar como le oprimía sobre toda la ropa que llevaba puesta y como el frío le atenazaba los músculos, impidiéndole moverse. Trató de gritar, pero no pudo, el traje y el frío le estaban cortando la respiración. Entonces escuchó un ruido, era el timbre de la casa. Quiso dirigir al avatar para que abriera, fuera quien fuera necesitaba ayuda, pero el muñeco no respondía. El timbre sonó insistentemente varias veces, hasta que por fin se escuchó una llave en la cerradura. A los pocos segundos, llegó a su lado su gata y comenzó a lamerle.

-¿Gonzalo? Soy Emilio. Me he encontrado con Lady en mi cocina, ha debido salir por la ventana y cruzar por el tendedero. ¿Está bien? He oído unos gritos y un portazo.-

Gonzalo intentó contestar, pero se estaba quedando sin fuerzas.

-Voy a entrar.- Escuchó decir.

Al poco tiempo, vio aparecer en el quicio de la puerta las zapatillas de cuadros del anciano y comenzó a moverse, intentando que notara su presencia.

Emilio se inclinó junto a la gata, ignorando a la identidad y puso sus manos sobre los trozos de ropa que sobresalían de las roturas del traje.

-¿Pero qué demonios es esto?- Dijo.

Gonzalo se movió y el vecino empezó a palpar todo su cuerpo.

-Por Dios, si aquí hay alguien encerrado.- Cogió el cuchillo del suelo y comenzó a rajar lo que quedaba de traje, liberando a Gonzalo de él. Cuando le quitó la capucha, Gonzalo se giró, vomitó en el suelo y comenzó a toser.

-¿Qué diablos hacía ahí metido?- Preguntó ayudándole a levantarse.

-No lo sé muy bien.- Contestó entre bocanadas.

-Será mejor que se quite todas esas capas de ropa, no le dejan respirar.-

-Lo sé.-

-Déjeme que le ayude.-

Gonzalo se recuperó un poco.

-No, no se preocupe Emilio, de estas capas me tengo que deshacer yo solo. Muchas gracias.-

El anciano se encogió de hombros.

-Como quiera. ¿Seguro que está bien?-

-Sí sí, no pasa nada.-

-Bien, no me dé esos sustos. Menos mal que tenía llave de la casa. Ya sabe donde estoy si me necesita.-

Gonzalo sonrió agradecido.

-Muchas gracias de verdad.-

Cuando Emilio se fue, Gonzalo recogió los trozos de traje que quedaban por el suelo y empujó al autómata hasta su caja en el pasillo, después, llamó a “La compra desde casa” y pidió que vinieran a recogerlo todo a la mañana siguiente.

-También quería darme de baja en la suscripción de la revista.-

La teleoperadora le preguntó los motivos de dicha baja.

-A partir de ahora, voy a comprar las cosas yo mismo, lo siento. Buenas noches.-

Cuando colgó, se dio cuenta de que la gata se había quedado dormida sobre sus rodillas.


FIN

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