lunes, 16 de noviembre de 2009

Reflejo V

Yo no estaba escuchando las palabras de aquel subsecretario de no sé que ministerio. Realmente no sé si alguien lo hacía. Es curioso como en aquel momento fui consciente de que no estaba atento a lo que debería estar atento. Estaba centrado en recoger cada uno de los detalles de las caras de la gente que tenía alrededor. Para mí, ésa era gente importante, no como el subsecretario. Sé que también estaba diciendo cosas importantes, o al menos las serían para mi hermano, que al fin y al cabo era el que estaba jurando el cargo, pero no para mí. Yo observaba las caras de orgullo y de emoción que había a mi alrededor y me preguntaba qué pensaría la gente de mí si me mirara. Probablemente pensarían que estaba allí por obligación, cosa que no era cierta, o que me interesaba una mierda toda aquella parafernalia para nombrar nuevos policías, cosa que se acercaba más a la realidad. El caso es, que yo no pensaba en esas cosas. Yo sólo pensaba en que a veces merece la pena montar ciertos espectáculos solo por ver la cara de un padre cuando su hijo obtiene un diploma. Es como si mi hermano no hubiera sido policía hasta ese día. Como si los meses que ya llevaba de servicio hubieran sido una especie de mentira. Muchas veces, necesitamos de ciertas ceremonias que confirmen algo que ya deberíamos saber sin necesidad de celebrar ningún acontecimiento. Lo cual, en cierto modo, me da pena. Me dan pena las familias que necesitan que un subsecretario de un ministerio les diga que pueden estar orgullosos de sus hijos.

2 comentarios:

Felipe dijo...

El reconocimiento que muchos ansían que vean los demás vacía y degenera su propia independencia y autoestima...
¡cuantas medallas, diplomas y honores! ¿No nos puede bastar con una sonrisa o un simple gracias?

white dijo...

Es que a veces se vive a través del "yo" de los otros.
Nos seguimos leyendo.