jueves, 11 de marzo de 2010

Vacacioneando

Por ahí se comenta que el redactor de este blog se va diez días de vacaciones a la playa... Desde aquí no solemos hacer mucho caso de los rumores, pero... cuando el río suena...bloggero que se va a la playa!

Nos vemos en diez días ;)

martes, 9 de marzo de 2010

Día seis

Me desperté de aquella siesta sin saber donde estaba. Ya se había hecho casi de noche y seguía lloviendo. Toni no apareció por la habitación en el resto de la tarde y tras cenar, subió a la buhardilla él sólo. Yo me quede en el cuarto, ojeando por encima el libro de “Matilda” que se había dejado sobre su mesita.

Aquella noche, la noche del miércoles al jueves, tuve mi segundo sueño extraño. Yo estaba caminando por un pasillo estrecho al fondo del cual había un ventilador enorme dando vueltas. Al principio, el aire del ventilador no me molestaba, pero llegó un punto en el que su velocidad era tan alta, que no me permitía avanzar. Por más que lo intentaba, el aire me devolvía hacía atrás, aunque lograse ganar algunos metros. Yo podía ver como mis padres, mis compañeros del colegio y otra gente, avanzaban sin ningún problema y yo trataba de esforzarme por hacer como ellos y superar la corriente. Encima, todos me miraban con una cara que era mezcla de sorpresa y decepción cuando pasaban por mi lado. Mi padre ni siquiera me miró.

Me desperté de golpe, con todos los músculos en tensión y muy fatigado. Toni estaba sentado en su cama y me miraba.

−Has tenido una pesadilla. ¿Estás bien?

Yo me dejé caer sobre la cama de nuevo, aliviado.

−Sí. −Tragué saliva−. ¿Te he despertado?

−No, no te preocupes. ¿Te vas a volver a dormir?

Le miré.

−¿Por? ¿Qué hora es?

−Las doce.

La verdad era que tenía intención de dormirme, pero claro, siendo la hora que era, lo veía como algo improbable. No si encima quería dormir en condiciones aquella noche, por lo que decidimos levantarnos. Al parecer, todo había vuelto a la normalidad por si solo.

−Siento que tu padre te pegara ayer −me dijo cuando íbamos a salir de la habitación.

No pude verme, pero sé que enrojecí.

−No tiene importancia, no me hizo daño −dije acariciándome la mejilla.

−No, claro, en la cara no. −Y salió del cuarto.

Yo me quedé un instante pensando en qué había querido decir con aquella frase y le seguí hasta la cocina.

Estuvimos todo el día juntos, acabando por fin los deberes. Aquel día llovió muy poco, aunque constantemente. Según habían anunciado, para el día siguiente, ya se esperaba un tiempo más despejado. Yo tenía esperanzas de ello y por eso terminamos los deberes por la mañana, para poder disfrutar del último día que pasaríamos en el campo con tranquilidad. Mi padre volvía a trabajar el sábado y la familia de Toni no quería quedarse sola otros dos días allí.

−Bastantes procesiones se ha perdido ya mi madre como para que no vaya a la del viernes santo… −dijo Toni cuando estábamos corrigiendo ambos los ejercicios del otro.

−Te has equivocado en este ejercicio. −Le mostré el problema−. Has confundido los datos.

−A ver, déjame mirar. Tú revisa esta oración, no has puesto que tipo de frase es.− Nos intercambiamos los cuadernos.

−A mi padre es que no le gusta viajar cuando viaja todo el mundo. Por eso no cogió las vacaciones hasta el sábado y no le importa trabajar otra vez el sábado. Dice que así no se come la caravana −dije mientras completaba el ejercicio.

−Julio, creo que mi ejercicio está bien. Si lo haces como tú dices, usando los datos al revés, el resultado no es correcto.

Volví a coger el problema y lo revisé. Tenía razón, me había despistado y me había equivocado al corregir. Él, por su parte, había acertado con mi fallo. Aquella noche, volvimos a quedarnos hasta las tantas hablando de nuestras cosas.

lunes, 8 de marzo de 2010

Confucio

Confucio

Sin no conoces todavía la vida, ¿cómo puede ser posible conocer la muerte?

sábado, 6 de marzo de 2010

Día cinco

Que Toni me hubiera besado para mi era una putada. Lo peor de todo fue la angustia de no saber como afrontar el hecho. No sabía qué decirle. Me había dicho que no era marica, pero aún así me había besado. Pero joder, yo tampoco me había apartado. Aquella noche apenas dormí, y por lo poco que le escuché moverse, Toni tampoco durmió mucho. La tormenta había empeorado y las contraventanas golpeaban con furia los cristales. Intenté dejarme llevar por aquel sonido, pero fue inútil, los centímetros de la cama se me hacían cada vez menores y las sábanas no paraban de salirse del colchón.
Por la mañana, bajé antes de que Toni se despertara y encontré a nuestros padres en la puerta de la casa, mirando llover. Ya no caía con tanta fuerza, apenas chispeaba. Mi padre me señaló algo en el jardín. A unos metros de allí, justo detrás de la valla de la finca, un rayo había impactado en uno de los árboles más delgados del bosque, haciendo que cayera. Pero el tronco no se había desprendido del todo, y permanecía apoyado sobre otro árbol. Las copas de las dos plantas se mezclaban. Un escalofrío me recorrió la espalda, así que me fui a la cocina a desayunar para entrar en calor.
Toni no bajó a la cocina hasta que no me escuchó subir a la buhardilla. Hice amago de hacer algunos deberes, pero el padre de Toni subió a decirme que si me iba con ellos de excursión al monte.
−¿Viene Toni?
El padre adoptó una actitud guasona.
−Si claro, está preparando su varita mágica para que deje de llover. ¡Julito vamos al monte, no a la biblioteca! −Y empezó a reírse.
A mi no me hizo ni pizca de gracia aquel chiste, por lo que me limité a empezar a recoger mis cosas. No tenía muchas ganas de ir con aquel hombre y con mi padre, pero tenía aún menos ganas de quedarme a solas con Toni sin atrevernos a dirigirnos la palabra. Me vestí y me fui con ellos mientras Toni continuaba desayunando. Pude oír como su madre le alababa por no haber salido con nosotros mientras escuchaba una misa por la radio.
Mi padre me dio un bastón hecho con uno de los palos de la improvisada lona del día anterior y el chubasquero de mi madre.
−No vamos a dar una vuelta por la plaza Julio, ni pienso parar a que descanses.
Torcí la boca y me tragué una contestación. Asentí y salí a la calle.
Estuvimos deambulando por senderos y bosques durante cosa de una hora. Al final resultó que el que más entorpecía la expedición era el padre de Toni, cuya barriga apenas le permitía moverse. Llegados a un punto, encontramos un arroyo de montaña y el padre de Toni se empeñó en cruzarlo. Mi padre dijo que no era sensato con aquellas lluvias torrenciales, pero encontramos un tronco caído más o menos resistente. Me indicó que lo cruzara yo primero, ya que era el que menos pesaba. Empecé a cruzarlo andando sobre él, pero me agarró del chubasquero para detenerme.
−¿Ahora eres funambulista? Arrástrate sobre el tronco idiota.
Comencé a hacerlo mientras le escuchaba decir que no sabía como a veces era tan tonto. Llegué al otro lado cuando el padre de Toni empezaba a cruzarlo. De la montaña, el crecido arroyo traía flotando otro tronco caído. Mi padre lo vio y obligó al padre de Toni a volver hacia atrás. Efectivamente, cuando el tronco arrastrado impactó con el que nos había servido de puente, lo movió, lanzándolo del todo al agua. La corriente se llevó colina abajo los dos maderos. Mi padre me miró desde la otra orilla muy serio. El padre de Toni no paraba de reírse.
−Escúchame. Sigue el curso del río hacia arriba. Nosotros también lo haremos, encontraremos algún sitio por el que cruzar. No te alejes de la orilla.
La idea funcionó durante una media hora. El río seguía hacia arriba y la vegetación me permitía no perder de vista a nuestros padres, pero llegó un punto en el que los árboles se espesaban y ambos grupos tuvimos que adentrarnos en el bosque para rodearlos. Caminé hacia dentro más tiempo del que yo esperaba. Tanto, que apenas escuchaba el sonido del arroyo. Intentaba concentrarme en la dirección que estaba tomando, pero nuevos árboles aparecían en mi camino, alejándome de los padres. Cuando pude girar y volver al arroyo, descubrí que me había equivocado de dirección en algún punto. A mi alrededor todo eran árboles húmedos llenos de hojas cuajadas de rocío. Bajo aquella capa, la lluvia no caía, por lo que me quité la capucha del chubasquero y me senté en una roca a pensar. Según iba pasando el tiempo, me costaba hasta recordar el camino por el que había llegado. Por mis conocimientos, todos los árboles me parecían iguales y mis pisadas no se quedaban marcadas en la mullida capa de musgo que recubría el suelo. Tanto verdor me dañaba a la vista. Ni siquiera el marrón oscuro de los troncos o el gris de la neblina evitaban que aquel color tan vivo me ofendiera. Estaba perdido y no sabía como volver al arroyo. Ignoraba que era lo que mi padre quería que hiciera en una situación así. Si esperar a que él me encontrara o seguir caminando en alguna dirección. Supuse que preferiría que siguiera luchando, así que me puse en pie y avancé por donde yo pensaba que quedaría el arroyo. Me alegré de que Toni no hubiera venido. Prefería estar perdido yo a que él hubiera cruzado y estuviera en mi lugar. Yo al menos podía tomarme aquello con calma y volver a salir. Aunque quizás Toni no se hubiera perdido.
Cuando estaba ya dando por perdida cualquier esperanza y me planteaba pasar el día en aquel bosque, escuché la voz de mi padre llamándome. Grité para contestarle y tras varios intercambios de gritos, por fin logró encontrarme. Cuando me vio, se acercó corriendo y me dio un bofetón en la cara.
−¿Se puede saber dónde coño estabas?
−Yo, seguía la corriente y los árboles…
−Gilipollas, eso es lo que eres. No vuelvo a llevarte a ningún sitio. Vamos a casa.
El padre de Toni me miraba con lástima. Cuando mi padre se dio la vuelta, él se acercó y me agarró de los hombros.
−No vayas a llorar eh, eso es de nenas.
−Déjeme en paz −contesté incapaz de contener una lágrima.
Me solté de sus brazos y me puse a caminar detrás de mi padre.
Mi madre me dio un abrazo cuando el padre de Toni les contó lo sucedido y me vio con los ojos rojos. No dijo nada. La madre de Toni murmuró que no debería haberme ido con ellos y Toni me observaba con curiosidad desde el banco de la cocina. Dejé el chubasquero y las botas en la planta baja y subí a ducharme con el agua caliente. No bajé a comer y me metí en la cama nada más salir de la ducha. Mi madre subió a preguntarme si estaba malo. Le dije que me dolía la cabeza y se fue. Cuando lo hizo, me puse a llorar hasta que me quedé dormido.

jueves, 4 de marzo de 2010

A Precious le falta algo

www.tendenciagay.com

Vamos con la película Indie del año, como lo fueron en su día Juno o pequeña miss sunshine. Precious trata de la vida de una joven con obesidad mórbida (Gabourey Sidibe) de dieciséis años que vive en el Harlem de finales de los ochenta y que está embarazada de su segundo hijo resultado de las violaciones reiteradas de su padre. Por si fuera poco, la chica es maltratada física y psicológicamente por su madre (Mo'Nique).

La película narra la lucha de la chica por salir adelante, por encontrar la esperanza donde no la hay. Es un ejemplo muy conmovedor de cómo seguir adelante por muy duras que se pongan las circunstancias.

Destaca la aparición de Mariah Carey y Lenny Kravitz haciendo papeles secundarios con caracterizaciones muy humanas y muy reales. Por otra parte, la cinta habla de todo tipo de marginalidad y de cómo siempre hay esperanza. Sin ir más lejos, la única persona que ayuda a la protagonista (irónicamente llamada Precious) es una profesora de colegio lesbiana, que hace que la muchacha se planteé la realidad de todo lo que le han dicho hasta ese momento.

¿El problema? A Precious le falta algo, le falta unidad y condensación. Es una desgracia tras otra. La vemos alzar la cabeza y recibir nuevos batacazos una y otra vez hasta que ya no resulta creíble. El final viene un poco cogido por los pelos y deja un sabor agridulce en la boca, como si el verdadero final ya habuela salido antes y solo estuviesen mareando al perdiz. Sobra melodrama y, por supuesto, a veces sobran las fantasías con las que sueña Preious, que dan la impresión de trivializar con un tema tan grave como las violaciones y los abusos.

Desde Tendenciagay apostamos sin duda por la candidatura de sus dos actrices principales a mejor actriz y mejor actriz secundaria en los Oscar de este año, pero dudamos que se lleve los galardones a mejor película, mejor director, mejor montaje o mejor guión adaptado que son otros a los que opta.

Un consejo, si vais a verla, intentad verla en versión original, la voz de Precious en castellano no está muy conseguida.

martes, 2 de marzo de 2010

Día Cuatro

Aquel día siguió lloviendo. Por la tele habían dicho que el temporal remitiría para el final de la semana, es decir, para la Semana Santa propiamente dicha. A pesar de esa noticia, en la casa, la tensión era cada vez más evidente. Los padres de Toni habían tenido una bronca enorme debido a que la madre insistía constantemente en ver procesiones por la tele. Yo por mi parte, había logrado, sin saber muy bien como, que me castigaran sin la Game Boy. Toni trató de animarme y estuvimos un rato jugando a las cartas. Después de cenar, parecía que todo había vuelto a la normalidad. Aún así, la cena había transcurrido en silencio, escuchando el tic tac del reloj de la cocina y la lluvia golpeando contra la casa. A decir verdad, ninguno escuchaba ya la lluvia, simplemente estaba ahí, como ninguno escuchaba el latido de su corazón o la respiración de los demás. El reloj sin embargo era una novedad. Habíamos decidido sucumbir a ella y dejar que nos marcará el ritmo de la cena. A veces me daba por pensar que la lluvia trataba de entrar en la casa, como si quisiera mojarnos o ahogarnos.

Durante aquellas noches tuve muchos sueños extraños, quizás alentados por la ausencia de actividad, pero sólo recuerdo dos. El primero que tuve tenía que ver con el agua y con su intención de entrar en la casa. El sonido de la lluvia se había metido en mi cabeza y en el sueño. Estábamos Toni y yo, jugando a la consola y leyendo, cada uno en su cama cuando de repente, las ventanas se abrían de par en par y la lluvia empezaba a caer por la habitación. Las paredes chorreaban, haciendo que aquella cal blanca que las impregnaba, se fuera diluyendo, hasta dejar sólo a la vista los tablones y ladrillos. Recuerdo que me desperté sofocado y angustiado.

Después de aquella silenciosa cena, Toni y yo subimos a la buhardilla a refrescarnos. Habíamos adquirido aquella costumbre debido al agobio que nos producían los radiadores en las habitaciones. A nuestras madres les decíamos que teníamos el radiador encendido arriba, que no hacía frío, pero lo cierto era que aquel era nuestro territorio y que, como ellas nunca subían, podíamos tenerlo a la temperatura que nos diera la gana.

Nos tumbamos en la cama de matrimonio, cada uno con la cabeza en uno de los extremos de la cama y mirando al techo. Así pasábamos las horas muertas hasta que nos entraba el sueño o bajábamos a seguir leyendo o jugando a la consola. Cómo yo estaba castigado sin aparatito, aquella noche nos quedamos hasta que las circunstancias nos obligaron a bajar.

Alternábamos silencios en los que parecía que nos habíamos quedado dormidos, con risas y bromas. Incluso a veces, dejaba que Toni se pusiera trascendental y me contara alguna de sus teorías sobre la vida o la amistad. Después de uno de nuestros silencios, le pregunté que si le gustaba alguien. Se quedó callado.

−No, creo que no.

Me hizo gracia la expresión.

−-¿Crees? O te gusta o no te gusta. Venga anda, dime quién es.

Soltó una carcajada. Puso sus manos bajo la cabeza.

−No es nadie. Por eso creo que no. Lo sabría, ¿No? Si me gusta alguien aún no lo he descubierto desde luego. ¿Y a ti?

−Buah −me incorporé para mirarle a los ojos-, supongo que todas, en realidad me da igual, cualquiera.

El me golpeó en un brazo.

−No seas así. Estás demasiado malacostumbrado a tenerlas a todas encandiladas. Dime cual es el secreto. ¿Es el ojo azul?

Me reí muchísimo cuando dijo aquello.

−Eres un subnormal −le dije-. Uso los dos para enamorar, así tienen más poder de convicción.

−Debería colorearme yo uno entonces −dijo incorporándose.

−¿Para qué?, si supuestamente no te gusta nadie.

Él sonrió. Nos quedamos mirando.

−¿Qué? −le pregunté.

−A mi me gusta más el marrón. −Y se encogió de hombros.

Saqué un poco la lengua para reírme de él.

−A mi también me gusta más tu ojo marrón −dije antes de echarme a reír.

Toni También se rió, abrazándose las rodillas y colocando la frente sobre ellas. Nos callamos y nos quedamos mirando al frente, sin volvernos a tumbar. Volvió a mirarme. Yo le miré. Comenzó a acercarse lentamente y me besó en los labios. No me aparté, a pesar de que intuí sus intenciones. Le dejé besarme. Fue un beso corto. Sus labios me sabían a naranja. Se apartó y abrió los ojos.

−Toni yo… −Él comenzó a asentir, como si supiese lo que iba a decir−. Toni a mi me molan las tías.

No me había fijado en que temblaba de manera sutil, pero perceptible.

−Lo siento Julio, yo… −Se sentó en el borde de la cama y me dio la espalda−. No sé que me ha pasado, yo no soy marica eh, no no no.

Yo aún continuaba en la misma posición en la que me había besado, mirándole. Bajé las piernas al suelo, dándole también la espalda. De repente, una luz iluminó el cielo y al poco se escuchó un trueno. La lluvia arreció contra la casa. Permanecimos en silencio un rato, sin movernos. Yo no sabía que decir.

Al rato, Toni se levanto y se fue a la cama sin decir nada. Un acceso de ira me inundó la cabeza en ese momento sin que yo entendiese muy bien el motivo. Como un golpe de calor. Me entraron ganas de gritar y de golpear algo, estaba muy cabreado. Agarré la almohada de la cama y le di una patada. La almohada rebotó en el armario y cayó al suelo.