domingo, 31 de enero de 2010

"Yo nunca me rindo, al menos por hoy"

Coti-Tu nombre

Tu nombre es mi dulce castigo
Mi sangre, mi droga y rubí
Mi parte de vos, mi destino
Tu nombre me sabe a jazmín

Tu nombre no tiene palabras
Si está escrito en mi corazón
Y de pronto sale de cualquier lugar
No sabe más que hacerme sentir mal
Tu nombre tan inoportuno no sabe llamar

Y es así que trato de contarte todo ésto que siento
Es así que estoy adormecido en el mar de ilusión
Es así que todo vale todo y todo se termina
Todo se termina
Todo menos vos

Tu nombre me tiene perdido
Vagando en el mar de ilusión
Yo nunca me doy por vencido
Yo nunca me rindo... al menos por hoy

Y es así que trato de contarte todo ésto que siento
Y es así que estoy adormecido en el mar de ilusión
Es así que todo vale todo y todo se termina
Todo se termina
Todo menos vos

Y es así que trato de encontrarte por nuevos caminos
Es así que en tu nombre hago rimas para ser feliz
Es así que todo vale todo y todo se termina
Todo se termina
Todo menos vos

Todo se termina
Todo menos vos

viernes, 29 de enero de 2010

Quinta parte

Sin darse cuenta, los días dieron paso a las semanas, y la vida de Gonzalo parecía narrada por un cuentista profesional. El único inconveniente que veía era que el traje cada vez le daba más frío, pero lo solucionaba poniéndose más ropa. No estaba muy cómodo y, por supuesto, no era estético, pero como nadie le veía, podía llevar las pintas que quisiera y rascarse las veces que fuera necesario. Por otra parte, le arreglaron la cerradura, nunca comía junto a los servicios y su jefe parecía tenerle un apego especial, incluso le había pedido que le acompañase en un viaje de negocios a Mallorca el mes siguiente. Siempre recordaría el día que se había enterado y la sonrisa de satisfacción que se le había puesto a su identidad al salir del despacho del señor Ramírez. Incluso Adela lo había notado, aunque llevaba muchos días algo más atenta a lo que Gonzalo hacía en la oficina.

-Vaya, veo que han sido buenas noticias ¿No?- Llevaba puesta la misma blusa verde que el primer día que Gonzalo se había probado el traje, durante esas semanas, se la ponía a menudo.

-Sí, geniales. Lorenzo quiere que vaya con él a Mallorca el mes que viene.-

Ella abrió mucho los ojos, casi exageradamente. Gonzalo pensó que parecía una marioneta con aquellos movimientos estudiados y artificiales. Aquella chica no le hacía mucha gracia. Era mona, eso sí, pero superficial y vacía.

-Enhorabuena.- Dijo por fin.

-Gracias.-

Gonzalo se dio media vuelta para encaminarse hacia su mesa, pero el autómata siguió en su sitio.

-¿Como te has hecho ese corte tan feo en la mano?-

Ella puso cara de circunstancia, aunque se notaba que la pregunta la había alagado. Gonzalo ni siquiera había reparado en la herida hasta ese momento.

-Mi sobrino, que tiene un gato y lo deja suelto por cualquier parte.-

-Cuanto lo siento.-

-En serio, deberían prohibir tener animales en las casas, los animales son para los zoos y para el campo, no para las casas.-

-Hay gente a las que les hace compañía.-

-Imbéciles sin duda. Algún patético sin vida social que viva sólo con un perro y le hable como si fuera su amigo.- Dijo ella a modo de broma bajando la voz.

La identidad se rió exageradamente, como ella estaba haciendo también. Gonzalo contemplaba la escena alucinado, odiando a aquella mujer y sin entender como el avatar continuaba allí plantado sin moverse, a pesar de las continuas órdenes que le enviaba.

Cuando pasó un tiempo, eterno para Gonzalo, los dos por fin se callaron.

-¿Oye te gustaría venir a cenar a mi casa mañana por la noche? Prometo que no habrá gatos.- Escucho decir a la identidad.

Adela se rió.

-Vale, si me prometes que no habrá gatos allí estaré.-

El avatar guiñó un ojo y, por fin, volvió junto a su dueño.

Aquella tarde al llegar a casa, no podía dejar de pensar en todo lo que había ocurrido con Adela y en como iba a afrontar la situación. No le gustaba que el avatar la hubiera invitado a cenar, porque no le gustaba que nadie entrara en su casa, pero entendía que algo de vida social era necesaria. Si la identidad creía que era lo mejor, es que sería lo mejor. Esa noche, se durmió sin acordarse de quitarse el traje.

miércoles, 27 de enero de 2010

chismes...

lunes, 25 de enero de 2010

Cuarta parte

Se despertó diez minutos antes de que sonara el despertador. Se pegó una ducha rápida, se vistió con la ropa del día anterior, dio de comer a Lady y se enfundó su traje invisible de nuevo. Mientras realizaba esas tareas se sentía desnudo, como si le faltase algo y no se sintió tranquilo hasta que contempló a la identidad acercándose desde su habitación. Sintió frío de nuevo, pero como llevaba la misma ropa del día anterior, que ya eran muchas capas, decidió salir así a la calle. Además no tenía ganas de volverse a quitar el traje. Ese día le volvieron a dar una mesa que no estaba junto a los servicios en el restaurante, e incluso pudo ver como a Lorenzo le habían dado una mesa peor que la suya. Interiormente se alegró de ello.
Como la cerradura seguía chirriando al volver a casa, la identidad dejó la llave en el pomo y sacó el móvil del bolsillo, marcó un número que Gonzalo no alcanzó a ver y se acercó el aparato a la oreja.
-Buenas tardes. Mi nombre es Gonzalo Díez les llamé hace más de quince días para que vinieran a arreglar una cerradura que chirriaba y aquí no ha aparecido nadie.-
Hubo un silencio. Gonzalo no sabía que hacer, no le gustaba entrar en conflicto con la gente, pero por otra parte, el autómata sabía muy bien como arreglar determinadas situaciones.
-Bien, entiendo. Siento decirles que he puesto una queja en la asociación del consumidor contra su empresa. Pero también les diré que estoy dispuesto a retirarlas si este incidente se resuelve.-
Gonzalo pensó que el ruido que hacía la puerta tampoco era tan molesto como para mentir amenazando con denuncias.
-Comprendo. ¿Puede pasarme con su superior?-
Un nuevo silencio.
-Bien, muchas gracias, si no estoy yo estará un vecino. Mañana mismo retiraré la denuncia.- Y colgó.
Después, el muñeco se dirigió a la puerta de Emilio y llamó al timbre. Normalmente, Gonzalo se pondría rojo como un tomate, como le ocurría siempre que llamaba a los timbres o por teléfono, pero esta vez, simplemente se dejó llevar. Se había acostumbrado a que la gente no reparara en su presencia y a que su avatar resolviera sólo casi todo.
A los pocos segundos, apareció Emilio en la puerta con su bata y sus zapatillas de cuadros. Parecía enfadado. A Gonzalo le resultó raro no oler a través del umbral de la puerta los extravagantes guisos del anciano.
-Buentas tardes Emilio. ¿Le molesto?- Preguntó la identidad.
-No que va.- Dijo el vecino sin sonreír. -¿Qué quería?-
-Pues verá, no sé si sabe que la cerradura de la puerta chirría.- Señaló la puerta con el llavero colgando del pomo. –He llamado al cerrajero y vendrán mañana. No creo que yo pueda estar aquí y quería preguntarle si sería usted tan amable de estar atento por si llaman al timbre para darles una llave.-
Emilio miró la puerta y después, para sorpresa de Gonzalo, le miró a él, no a la identidad.
-Descuide, estaré en casa todo el día.-
-Muchas gracias, es usted muy amable.-
-De nada.- Contestó el anciano sin quitarle el ojo de encima.
Gonzalo se movió, molesto de ser observado. Notó como se estaba poniendo colorado de nuevo bajo el traje.
-Buenas tardes.- Dijo cerrando la puerta a modo de despedida.-
-Buenas tardes.- Contestó el avatar encaminándose de nuevo a su casa.-
Gonzalo entró preguntándose si el traje se estaría quedando sin batería. Supuestamente, duraba una semana, pero no quería arriesgarse a que se estuviese descargando y fuese levemente visible. Fue a quitarse el traje para ponerlo a cargar (ya que las instrucciones indicaban claramente que no podía recargarse mientras funcionaba), sin embargo, cuando intentó bajar la cremallera, notó que se atascaba y que costaba mucho hacerlo, como si el traje le quedase cada vez más justo. Por fin, tras unos minutos de forcejeo, consiguió quitárselo y ponerlo a cargar. Mientras se quitaba las capas de ropa, Lady se acercó a él reclamando su comida. Había olvidado por completo a la gata. La dio de comer y se fue a la cama directamente, deseando que el traje estuviera listo por la mañana.

sábado, 23 de enero de 2010

"Pero tuve miedo de amar con locura"

Amado Nervo-Cobardía

Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!
¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!
¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza
de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul...

Pasó con su madre. Volvió la cabeza:
¡me clavó muy hondo su mirada azul!

Quedé como en éxtasis... Con febril premura,
«¡Síguela!», gritaron cuerpo y alma al par.

...Pero tuve miedo de amar con locura,
de abrir mis heridas, que suelen sangrar,
¡y no obstante toda mi sed de ternura,
cerrando los ojos, la dejé pasar!

jueves, 21 de enero de 2010

Tercera parte

Se despertó a las ocho, como todos los días, y esperó a que llegaran los técnicos del traje invisible. Intentó desayunar algo, pero no tenía nada en la nevera y el único cartón de leche que quedaba estaba caducado. Dio de comer de nuevo a la gata y se arregló decentemente después de darse una ducha. Pensó que después de aquel día, no tendría que preocuparse nunca más por su aspecto, ni por la ropa que llevaba. No era un hombre feo, ni mucho menos, sus padres habían sido los dos bastante agraciados y él había heredado la altura de su padre y los rasgos suaves de su madre. Tenía el pelo castaño peinado a raya, casi siempre más largo de lo que le gustaría y los ojos almendrados. Estaba terminando de secar los cristales de las gafas cuando llamaron al timbre.

Casi se tropieza al salir del baño, pero alcanzó la puerta en un segundo. Al abrirla, se encontró con dos hombres vestidos con monos azules y una caja enorme de forma rectangular.

-¿Es usted Gonzalo Díez?- Preguntó el más mayor de los dos.

-Sí, soy yo.-

-Bien, si es tan amable de dejarnos pasar la mercancía… Somos de “La compra desde casa”.-

-Sí como no, ya lo suponía. Pasen por favor, pongan la caja aquí en el pasillo, en la cocina no hay mucho espacio.-

Depositaron la caja donde les había indicado Gonzalo. Supuso que era muy pesada por la cara de esfuerzo de los dos operarios.

-Muy bien.- Dijo el mayor mientras el más joven se limpiaba el sudor de la frente con la manga. – Si puede echarme una firmita aquí.-

-Pero oiga, yo no sé que es esto.- Dijo Gonzalo apartando la mano del bolígrafo que le tendían.

-A mi no me mire, yo soy un mandado. Según tengo entendido es la segunda parte de su artículo, no venía en el pedido pero la casa lo envía igual. Son normas.-

Gonzalo firmó donde le indicaban con un poco de reticencia.

-Pues aquí tiene. Muchas gracias.- Dijo entregándole un sobre.

Después, los dos hombres se marcharon, dejándole a solas con la enorme caja y sin atreverse a abrirla.

Decidió leer primero la carta. Se sentó en el suelo y la abrió:

“Estimado señor Gonzalo Díez, acaba de recibir usted la identidad de su traje invisible. Sabemos que en el catálogo no figuraba la recepción de dicho artículo, pero la incluiremos en posteriores entregas. La razón de este envío es la normativa legal que nos impide vender trajes invisibles a personas físicas sin declarar su situación espacial constante. Por ello, la policía requiere que todas las personas que adquieran un traje especial deban adquirir una identidad para dicho traje que les sirva para relacionarse con otras personas y para poder ser intervenidos en caso de que dicha persona intente cometer un delito. No tiene instrucciones debido a que es muy sencillo de manejar, únicamente abra la caja y deje la identidad fuera de ella. Al salir de casa con el traje, la identidad se activará sola y le acompañará a todas partes. Sentimos las molestias que le hemos podido ocasionar y esperamos que disfrute enormemente con sus nuevos artículos. Asimismo le recordamos que recibirá su nuevo catálogo en unos quince días. Atentamente: La dirección de “La compra desde casa”.”

Dobló el papel extrañado y abrió la caja. Debajo de una montaña de plástico de burbujas, había una especie de autómata con forma humana. Gonzalo se quedó paralizado. Era una reproducción exacta de él mismo. Agarró una de sus manos y comprobó que parecía real, hasta pudo notar el pulso. Trato de sobreponerse. Su identidad estaba vestida impecablemente con un traje y una corbata y tenía el pelo cortado de manera diferente a él, de una forma más juvenil. Cuando se calmó, tiró de un brazo y el muñeco dio un paso al frente, saliendo de la caja. Gonzalo se le quedó mirando. Había algo que no era igual que él mismo en aquella reproducción, pero no supo decir qué era. Le pareció un poco más alto y con un brillo especial en los ojos.

-Será cosa del material con el que los harán.-

Se armó de valor y le abrió la boca. Allí dentro todo parecía normal, dientes, lengua, saliva. Volvió a cerrarle la boca. Se puso a recoger la caja y el envoltorio mientras decidía si devolver o no aquel encargo.

Tenía un mes para descambiarlo y por probarlo no perdía nada, así que decidió quedárselo y dejar la caja en el pasillo mientras tanto.

-Voy a ir a la oficina a ver que tal funciona.-

Entró en el baño y se enfundó el traje invisible de nuevo, pero sintió algo de frío debajo y decidió ponerse otra capa de ropa por si acaso, no quería constiparse. Cuando activó el botón, volvió a ocurrir de nuevo lo mismo que le había pasado la noche anterior, solo que esta vez, en el espejo, pudo ver como la identidad de su traje se colocaba detrás de él. Se preguntó si necesitaría que le dieran órdenes o si imitaba los movimientos del traje. Para salir de dudas, pegó un brinco, pero el autómata no se movió. ¿Y cómo hago para que se mueva? Se imaginó detrás de él, agarrándole del brazo como una marioneta para que levantara la mano y en ese momento, la identidad realizó ese mismo gesto.

Gonzalo empezó a comprender. Se imaginó al autómata sentándose en la taza del inodoro y al instante, el muñeco realizó esa misma acción.

Contento con su descubrimiento, le cargó con su maletín y salieron de la casa rumbo a la oficina.

Al llegar allí, se encontró con todo vacío y con Adela comiendo sobre un Tupper en su mesa. No se había dado cuenta de la hora cuando había salido de casa.

-¿Qué haces aquí?- Preguntó mirando al autómata. Parecía molesta por la interrupción.

-Todo solucionado, una falsa alarma.- Respondió el muñeco sin que Gonzalo lo hubiera si quiera pensado. La voz era la misma que la de Gonzalo, pero con un toque más profundo y grave.

Después el muñeco sonrió. Era lo que más le había llamado la atención en el trayecto al trabajo. Él tenía que pensar todos los movimientos de su identidad, pero a la hora de relacionarse con la gente, actuaba por su propia cuenta.

-Oye gracias por recoger el recado ayer, me salvaste la vida. No deberías estar aquí hasta tan tarde.-

La muchacha sonrió. Gonzalo se fijó en que era la primera vez que la veía hacerlo. Tenía los ojos verdes oscuro y el pelo cobrizo recogido en una coleta que se desparramaba por todas partes.

-Lo sé, pero Ramírez es un desastre. Debería tener dos secretarias.-

La identidad se rió.

-No encontraría otra como tú. Veo que están todos comiendo, te dejo tranquila y me voy yo también a comer.-

-Sí, ya sabes que el jefe siempre es el primero en irse y el último en volver. Cuando venga le diré que vienes luego.-

-Muchas gracias. Por cierto, bonita blusa.-

Gonzalo contemplaba atónito la escena y reparó por primera vez en la blusa verde que llevaba la secretaria. Entre los pliegues de la misma, asomaban coquetos dos pechos redondos bastante grandes.

Adela se sonrojó.

-Muchas gracias.-

El muñeco se quedó allí parado y Gonzalo tardó en entender que ahora tendría que moverlo. La chica aún continuaba mirando fijamente al autómata. Lo hizo girarse para salir del despacho. Al llegar a la puerta, escuchó la voz de la chica.

-Bonito corte de pelo.-

La identidad giró la cabeza y sonrió. Al instante siguiente, salió de la habitación.

El restaurante de siempre estaba lleno a esas horas. Dirigió su avatar hasta el camarero más cercano y éste le indicó que le siguiera hasta una mesa. Gonzalo se disgustó al ver que la mesa era la misma a la que le llevaban siempre, la mesa junto a los servicios, pero decidió no decir nada porque dentro del traje no olía el hedor de los lavabos.

-Perdone.- Dijo el muñeco.

El camarero se giró.

-Le importaría cambiarme de mesa. No soy tiquismiquis, pero siempre me dan la misma mesa y no me gusta comer junto a los servicios.-

-Lo sentimos señor, el resto de mesas están reservadas.- Y comenzó a darse la vuelta.

-Espere.- Volvió a decir el autómata cuando Gonzalo, resignado, comenzaba a sentarse en la silla. El camarero se giró de nuevo.- Si no hay más mesas creo que iré a otro restaurante. Lo siento mucho.- Comenzó a caminar hacia la puerta.

Gonzalo se apresuró para alcanzarle y detenerle, le gustaba aquel restaurante, pero el muñeco no se paró hasta que se escuchó la voz del camarero diciendo:

-Espere, creo que se ha quedado una mesa libre, si espera dos minutos, se la preparo en seguida.-

-Está bien.- Contestó la identidad sonriendo. –Son ustedes muy amables, adoro este local y me daba mucha pena tener que abandonarlo.-

Al volver a casa, la cerradura seguía chirriando, pero Lady no se acercó a recibir su caricia y su comida. Sólo fue hasta la cocina cuando Gonzalo llenó su cuenco y se dirigió a la habitación para quitarse el traje. El avatar le siguió en todo momento y se quedó parado en su cuarto cuando desconectó el traje invisible.

Aquella noche se durmió en la cama, sin encender la televisión, satisfecho y con la gata ronroneando a su lado.

martes, 19 de enero de 2010

Lee

"Lee y conducirás, no leas y serás conducido."

Santa Teresa de Jesús

domingo, 17 de enero de 2010

Segunda parte

A los diez días la cerradura volvió a chirriar. Lady se acercó de nuevo buscando su caricia y su comida y Gonzalo se sentó en la cocina a revisar sus facturas. En ese momento, sonó el timbre. Miró la hora en su reloj y se extrañó de recibir visita. Sólo eran las ocho, pero él nunca recibía visitas. Abrió la puerta y se encontró con su vecino de enfrente, un señor mayor llamado Emilio que se pasaba la vida en bata y alpargatas de cuadros. El hombre llevaba encima una caja cuadrada y un sobre. Mantenían una relación cortés de amistad vecinal. De hecho, era lo más cercano a un amigo que tenía Gonzalo. Era el único al que le había confiado otro juego de llaves de su piso porque le angustiaba la idea de caerse en la bañera o morir en un incendio. Él también poseía llaves de la casa de Emilio. Aún así, solían hablarse a través de la ventana de la cocina o encontrarse en el rellano, no era normal que se visitaran.
-¿Qué pasa Emilio? ¿Ha ocurrido algo?-
-No que va.- Dijo el viejo sonriente. -Esta mañana han traído esto para usted, como no estaba me lo han dejado a mí. Traían otro paquete más grande, pero han dicho que ese se lo tenían que entregar a usted. Volverán mañana por la mañana.-
Gonzalo cogió el paquete que le tendían sorprendido. Entendía que le tenían que enviar el traje, pero no había encargado nada más.
-¿Está seguro que es para mí el paquete de mañana?-
-Sí sí. Me dijeron que iban juntos. El otro paquete era enorme, más alto que usted. En fin, me meto dentro que no quiero coger frío.- Dijo tapándose con la bata.
-Muchas gracias Emilio. Buenas noches.-
Se quedó unos segundos quieto en el descansillo, pero al apagarse las luces automáticas, entró de nuevo en su piso. Lady había terminado de comer y le miraba desde la puerta de la cocina.
La carta decía:
“Estimado señor Gonzalo Díez, le hacemos entrega del traje de invisibilidad encargado y le rogamos encarecidamente que espere a la llegada de nuestros empleados para salir a la calle con él. Atentamente: La dirección de “La compra desde casa”.”.
Abrió el paquete y se encontró con un mono de color blanquecino. El mono tenía una cremallera delantera y una capucha que le cubría la cabeza por completo. Dejó el traje a un lado y cogió las instrucciones. El traje disponía de varios botones situados en la zona del pecho. Una vez se aseguró de entender completamente su funcionamiento, se fue al baño, donde estaba el único espejo de la casa, y se enfundó el traje. Le entró perfectamente. Al principio pensó en ponérselo sin nada debajo, pero el material del que estaba hecho era muy frío. Se miró al espejo y se recordó a uno de los empleados de los laboratorios químicos que trabajan con materiales radiactivos. Cerró del todo la capucha y dejó de ver nada. Después, accionó el botón correspondiente del traje y la luz volvió. Desde donde estaba veía el espejo del baño, pero en el reflejo no se veía. Veía los azulejos blancos y rosas que había a su espalda, la tapa del wc levantada y las alfombrillas azules que le había regalado su madre, pero no se veía a sí mismo. Su sonrisa se ensanchó al máximo y comenzó a dar saltos por la casa. La gata le seguía con la mirada y con el olfato a medida que iba haciendo ruido o movía cosas, pero no se le acercó en ningún momento. Practicó todo tipo de cosas con el traje antes de que se le agotara la batería. Las instrucciones advertían de que venía con el consumo mínimo para probar el traje y que era necesario cargarlo del todo antes de volver a usarlo. Enchufó su nuevo artículo y se sentó de nuevo a ver la tele junto a Lady.
Al rato llamó por teléfono a la oficina.
-Auditoría Ramírez dígame.- La voz de la secretaría de su jefe sonaba cansada, como si la llamada hubiera retrasado su vuelta a casa.
-Adela soy Gonzalo. ¿Está Lorenzo ahí aún?-
-¿El señor Ramírez? No, lo siento.- Contestó tajante.- Tendrás que esperar hasta mañana.-
-Está bien, pero ¿Puedes hacer el favor de dejarle una nota de mi parte?- Dijo muy bajito.
Gonzalo creyó escuchar un resoplido.
-A ver dime.-
-Dile por favor que mañana no voy a poder ir a trabajar, que me ha surgido un imprevisto y como tengo días libres acumulados... Dile también que sé que no es el modo de pedir los días, pero que no he tenido más remedio.-
-Entendido. Buenas tardes Gonzalo.- Dijo la secretaria sin esperar la respuesta.
Gonzalo dejó el móvil en el escritorio y notó que tenía mucho calor. Fue al baño a beber agua y vio que tenía la cara colorada. Regresó al sofá y Lady se le subió en las rodillas.
Antes de dormirse de nuevo frente a la tele, no dejó de preguntarse para qué querían su foto los del catálogo y para qué iban a volver al día siguiente.

viernes, 15 de enero de 2010

"Como un terremoto en un desierto/que todo se derrumba y nadie ve"

Tiziano Ferro: A mi edad

Soy un gran falso mientras finjo la alegría
tú un gran desconfiado cuando finges simpatía
como un terremoto en un desierto que
que todo se derrumba y nadie ve que ya estoy muerto

Lo saben todos que en caso de peligro
se salva sólo quien sabe volar muy bien
pues excluyendo los pilotos, nubes, águilas, aviones
y a los ángeles quedas tú
y yo me pregunto dime qué harás
que ya nadie vendrá a salvarte
mil cumplidos por la vida de campeón
insultos por el rastro de un error

Y me siento como quien sabe llorar todavía a mi edad
y agradezco siempre a quien sabe llorar de noche a mi edad
y vida mía que me has dado tanto
dolor amor verdadero todo
mas gracias a quien sabe perdonar siempre la puerta a mi edad

Cierto que fácil nunca, nunca ha sido
observaba la vida como la observa un ciego
pues lo que se dice a veces daña
mas lo que se escribe puede herir hasta morir

Y me siento como quien sabe llorar todavía a mi edad
y agradezco siempre a quien sabe llorar de noche a mi edad
y vida mía que me has dado tanto
dolor amor verdadero todo
mas gracias a quien sabe perdonar siempre la puerta a mi edad

y que la vida te reserve lo que sirvas, pero
que llorarás por cosas feas y cosas bellas y que
que sin rencor tu miedo se convierta en tu cura
la alegría perdida regresa ahora y porque
porque solamente el caos de la retórica
confunde y modifica la coherencia histórica y
y porque Dios me ha sugerido que te he perdonado
y lo que dice él lo hago
de noche a mi edad
de noche a mi...

miércoles, 13 de enero de 2010

Primera parte

La cerradura chirriaba. Gonzalo había llamado al cerrajero una vez, pero nunca había aparecido. Su gata de angora, Lady, se alegraba de eso porque así escuchaba llegar a su amo. Él la saludó con una caricia en el lomo mientras la gata se enroscaba a sus pies y le llenaba los bajos del traje de pelos grisáceos. Lady se marcho después hacia la cocina y se sentó frente al cuenco de comida vacío relamiéndose los bigotes.
Gonzalo cerró la puerta, se quitó la chaqueta y la colgó sobre el perchero. Dejó a los pies su maletín y se llevó el correo a la cocina. Después, mientras se aflojaba la corbata, volcó el contenido de una caja en el comedero metálico frente al que se relamía la gata.
-¿Sabes Lady? Hoy ha sido un día espantoso, he tenido que ir hasta Getafe a hacer inventario de una empresa de medicamentos. Sí, ya sé que tampoco es tan grave, pero justo había fallos en las cajas que estaban guardadas a menor temperatura. Creo que me he constipado. Para colmo, en el restaurante hoy me han vuelto a dar la mesa junto a los servicios. Yo no sé como se las apaña Lorenzo para que siempre le den a él el mejor sitio aunque llegue después que yo. Será porque saben que es el jefe. He estado apunto de decirle algo a la camarera.-
Se sentó en la única silla de la cocina y cogió distraído el mazacote de cartas. Mientras pasaba las cartas una a una, sólo se escuchaba el ronroneo del animal, contento con su comida, y el suave rozar de los sobres. No era una cocina grande: unos muebles prefabricados y comprados por correo que estaban colocados con más o menos gusto completaban una serie estándar de electrodomésticos que pasaban por un frigorífico casi vacío, una lavadora, un horno sin estrenar y un lavavajillas del tamaño más pequeño del mercado. Terminó de repasar el correo y tiró a la basura los sobres del banco, las facturas y la publicidad. Sólo se quedó con un pequeño catálogo de compra por correo llamado “La compra desde casa”; en la portada había un anuncio que le había llamado la atención. Apagó la luz de la cocina y se marchó al salón.
-Vamos a ver que podemos comprar Lady.-
La gata levantó la cabeza cuando apagaron la luz, pero continuó comiendo en la oscuridad.
De camino al salón, pasó por delante del baño e hizo una pequeña parada en la última habitación de la casa: su cuarto. Allí se quitó el traje y se colocó un pantalón de pijama y un jersey, regalo de su tía para su último cumpleaños. Aún quedaban dos meses para que cumpliera los treinta y cinco y su tía le regalara otro jersey idéntico pero de otro color. Cuando se hubo cambiado, recogió la ropa y se fue con su catálogo.
El salón estaba compuesto por un escritorio orientado a la única ventana, una silla de madera, un sofá y un pequeño mueble con una televisión.
Encendió la tele sin prestar atención al canal en el que estaba puesta y se sentó en el sofá a ver el catálogo. Empezó a pasar las páginas sin mucho interés. La mayoría de los artículos eran muebles y ropa. Casi al final de la revista, Gonzalo encontró el anuncio que buscaba, ocupaba toda la página derecha. Se colocó las gafas, que se le habían resbalado un poco, y extendió bien la hoja para leer con atención el anuncio. Mientras, la gata volvía de la cocina para sentarse a sus pies.
“Oferta exclusiva para suscriptores, consiga ahora mismo su traje invisible y haga realidad todos aquellos sueños que siempre quiso hacer sin que nadie le vea. Modelo disponible para hombre y mujer en tres tallas.”
El anuncio además incluía una fotografía de un hombre caminando tranquilo por la calle sin que unos ladrones le vieran pasar y otra de una pareja besándose en un parque junto a unos niños jugando.
Gonzalo suspiró. Le encantaría que nadie le viera en el trabajo ni en el metro. Miró el precio.
-¿Qué opinas Lady? ¿Podemos permitírnoslo?-
Hizo un par de cálculos mentales, después se levantó, molestando a la gata, y se sentó en el escritorio. Redactó una breve carta dirigida a la dirección de compra del catálogo poniendo su dirección, el código del artículo, su cuenta del banco y su talla y la metió en un sobre. Adjuntó, tal y como se indicaba, una fotografía suya de carnet incluyendo en el reverso sus medidas de altura y peso.
-Mañana la echaré al correo.- Le dijo a la gata mientras se sentaba de nuevo en el sofá.
Se quedó dormido pensando en lo maravilloso que sería ser invisible y en la cantidad de cosas que podría hacer.

lunes, 11 de enero de 2010

La televisión...

sábado, 9 de enero de 2010

Cumpleaños!

Sí, ayer este blog cumplió dos añitos de ciberandadura y parece que ya camina en condiciones e incluso que actúa de manera independiente a veces... será cosa de las hormonas...
Sólo espero que esto sea el principio de una aventura que estoy compartiendo con todos vosotros y que cada vez que me llega un comentario me hace seguir intentándolo una y otra vez. Muchas gracias por estar ahí estos dos años ;)

miércoles, 6 de enero de 2010

Felices reyes!

Al que le hayan traído carbón que disfrute, eso dice que hace escocer algunas heridas y al que no pues que pruebe suerte el año que viene ;)

lunes, 4 de enero de 2010

Romance a Catulo

Mi muy querido Catulo,
Gracias al alumno Pablo
Nos han dado por el culo
Dan ganas, lo digo en serio,
De meterle a él en un zulo
Y no soy de malas ideas
Sin sonrojarme te juro
Hablar debería, o nombrar,
Por lo menos un pirulo
O una zorra calentorra
Decir algún que otro bulo
Todas esas cosas que tú
Tan bien hacías, mi Catulo
Pero yo no soy ni seré
(Eso espero), tan garrulo
Yo me limitaré a rimar
Con un cierto disimulo
Y hablaré de chupapollas
Y aquel cabrón lameculos
Que me rima en asonante
Por mucho que recalculo
Mejor callándome voy ya
Que me vuelvo todo chulo
Y a ti estas cosas, lo sé yo,
Te la ponen como un mulo